E
|
n
una novela inédita propia el espectro de Franco se aparece al protagonista para
evocar el monumento del Valle y explicarle su significado, que es: la
reconciliación de los dos bandos, que simboliza su gran Cruz. De su custodia se
encargan los monjes benedictinos. Pide que permanezca siempre entre nosotros. Tan
bonito como falso.
[El prior Santiago Cantera; wwwperiodistadigital.com] |
Recientemente, el prior Santiago Cantera fue llamado a la
Comisión de Justicia del Senado para que permitiera la exhumación de los
hermanos republicanos Lapeña, establecida por sentencia judicial. De entrada,
se negó a acudir hasta que Ricardo
Vázquez, presidente de la Conferencia Episcopal, le pidió públicamente que
aceptara. Sorprende que un religioso se salte una decisión que se le reclama
desde una máxima institución política. El estatus legal de la institución del
Valle debe estar tan imbricado que la soberanía nacional tiene todavía sus
excepciones. Siendo patrimonio del Estado, éste no se atreve con los monjes que
lo guardan, aunque sí lo sostiene y subvenciona económicamente.
[Montserrat; www.vidanueva.es]
Otro
monumento, también benedictino, la abadía de Montserrat presenta una cara distinta. La abadía fue un referente
de la lucha contra el franquismo y el prestigio intelectual de sus moradores
les ha permitido mediar para evitar enfrentamientos con la Iglesia, a propósito
del Valle. Este monasterio milenario consiguió que la Virgen de Montserrat fuera
la patrona de Catalunya. He aquí dos emblemas: la discreta imagen de Montserrat
frente a la imponente Cruz del Valle. Una funciona bien, mientras que la otra
es objeto de conflictos y polémicas.
[www.caosenlared.net] |
El
primer problema del Valle de los Caídos.
empieza con el cambio de nombre, que primitivamente fue valle de Cuelgamuros.
Allí están enterrados Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. Está
dedicado a los caídos de la guerra civil, pero Franco no es ningún caído. El
gobierno de entonces lo decidió y el rey Juan Carlos ratificó la decisión,
pidiendo al abad que lo aceptara. Es más, Franco parece que quería ser
enterrado en el panteón familiar del cementerio de El Pardo.
Son
muchos los que se aprovecharon del Valle, pero quien más negocios hicieron
fueron los contratistas Huarte y Banús, que liquidaron con sueldos de miseria a
los presos que trabajaron allí, presumiendo encima de que les pagaron sus
trabajos a los condenados, que acudieron libremente.
Algo habría que hacer
con el Valle, aunque
las inercias son demasiado fuertes y las resistencias podrían acabar en guerra
intestina. Se ha propuesto convertirlo en algo similar a los campos de
exterminio alemanes, un centro cultural de interpretación. Claro que para esto
habría que reconocer los hechos y señalar a los responsables de los mismos, reinterpretando
de nuevo la guerra civil y pidiendo a los monjes que se fueran también ellos
del lugar que llevan ocupando desde 1955 en un rasgo de impresionante
generosidad, pero ¿quién pondrá aquí el cascabel al gato?
Lo
que no puede asumirse es que en el siglo XXI el Derecho canónico esté por
encima de la política de un país. No se trata de que sean dos esferas de poder,
como ocurría en la Edad Media, porque sólo hay una soberanía y no tiene sentido
que la Iglesia se reivindique por encima del Estado. Cualquier creencia por
universal que sea está siempre sometida a las leyes y a la Constitución. Otra
cosa constituye una anomalía aberrante que el Estado tendría que resolver con
la legislación en una mano y la expulsión de la institución de los rebeldes en
la otra. ¿O es que merecen un trato diferenciado por ser religiosos? Hay que
denunciar tales situaciones y acabar con ellas ya.
Julián Arroyo Pomeda