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lunes, 13 de marzo de 2017

El día del Señor



Este día está consagrado al Señor (Nehemías 8,10)

U
no de los programas realmente veteranos en RTVE, la televisión pública de todos, pagada con los presupuestos del Estado, es el dedicado a la transmisión de la misa el domingo, día en que los católicos celebran el descanso de Dios en su obra creadora. Se trata de la ley del sabbat judío, del domingo cristiano, el séptimo día de la semana, para dedicarlo al Señor. En efecto, ese día televisión dedica un espacio religioso por la mañana, con una duración de 60 minutos, transmitiendo la ceremonia de la eucaristía, desde alguna parroquia.

El programa se ha mantenido con toda clase de gobiernos de distintos colores políticos hasta la actualidad, sin que ninguno del espectro lo haya cuestionado. Aunque en principio estuvo dedicado sólo a la religión católica, después se ha ido abriendo a información de otras religiones, por algo habrá sido. Claro que cualquier conocedor de estos asuntos podría decir que aquí antes sólo había una religión, puesto que el Estado era confesionalmente católico. Es verdad, pero esta razón no parece suficiente. También en las clases de religión en la escuela se va abriendo la perspectiva a otras confesiones, pero mucho más tímidamente, lo que hace que se estén quejando una y otra vez.

Ahora, el partido político Unidos Podemos ha planteado una proposición al Parlamento, con fecha del 20 febrero del año actual, para suprimir "las emisiones de misas en la televisión pública" e insta a la Corporación RTVE a que lo haga. Quiere que esto se debata en la Comisión Mixta de Control Parlamentario de la Corporación.

Para ello se apoya en el artículo 16,3 de la Constitución, por el que "ninguna concesión tendrá carácter estatal". Pide neutralidad para no favorecer ni privilegiar a ninguna creencia. Esto ha soliviantado a los medios conocidos de todos, que han puesto el grito en el cielo, contraponiendo argumentaciones que "tumban la propuesta de Podemos", declaró uno de ellos. En este caso no los voy a citar por su nombre, porque me parecen repugnantes ad nauseam y ya tienen suficiente capacidad para hacerse publicidad por sí mismos.

Deseo únicamente comentar los argumentos que contraponen para que puedan ser contrastados. Mi conclusión será que no me convence ninguno, qué le vamos a hacer. Pueden sintetizarse como sigue.
El argumento que consideran más potente es que la televisión española es un servicio público, por lo que, al ser las misas, igualmente, un servicio que se ofrece para que puedan acceder a él las personas que no tienen posibilidad de acudir a la iglesia por causa de enfermedad que los mantiene postrados, por ausencia de movilidad, por no disponer de alguien que pueda llevarlos, etc. Si se suprimieran, se les privaría de este servicio. Tanto ellos como los católicos pagan impuestos y tienen sus derechos, como el de la libertad religiosa, por ejemplo.

Estando de acuerdo con que RTVE puede ser un servicio público, se la exige por ello que haga gala de neutralidad, sin privilegiar, ni favorecer a ninguna creencia. No cabe decir que también ofrece la Televisión espacios a otras creencias, a las que, igualmente favorece y privilegia, acaso. Lo que se pide es, precisamente, que no lo haga con ninguna.

Que paguen impuestos los católicos no tiene nada de excepcional. Lo hacen en cuanto que son ciudadanos, no como católicos, precisamente. No creo que el nuevo ofrecimiento de espacios para transmitir misas atente contra los impuestos pagados en función de los ingresos y nivel de renta. Y mucho menos que se lesione la libertad religiosa. Esto sólo tiene sentido, si uno quiere agarrarse a un clavo ardiendo, lo que no aconsejo, porque se puede quemar.
Otro argumento es el nivel de audiencia. Según dicen, el programa duplica el nivel medio de las audiencias de RTVE. Este no puede ser el único criterio para una televisión pública, sino, si acaso, para las privadas, especialmente para las denominadas telebasuras. Cuanto más basura y carnaza echen, mejor, porque así se alimenta el morbo y las ganas de consumir más inmundicias.

No vale tampoco el argumento del bajo coste. Sea menor o mayor que el de otros programas, lo que deberíamos decidir es si un medio público tiene que atender a gastos de creencias privadas. Es evidente que no, ya que los privilegios no pueden mantenerse con presupuestos públicos. No vale que gaste poco, de lo que se trata es de entender lo que es un gasto público para instituciones privadas.

No tiene sentido que se encargue de algo, que es de producción propia, a un medio público. Aquí pasa algo similar a la enseñanza de la religión católica en la escuela, en la que una Comisión de Educación episcopal confecciona los contenidos a impartir, selecciona al profesorado y, además, exige que sea pagado por el Ministerio correspondiente. Aparte de ideologías, la cuestión es que estos negocios son claramente ruinosos, no ya para RTVE -que también-, sino para todos los ciudadanos que los financian vía impuestos. Esto no tiene nada que ver con la defensa de la pluralidad o la libertad. Está en función solamente de la influencia y los intereses de determinadas creencias. El día que ellas mismas se cuestionen semejante modo de proceder, podremos establecer relaciones de buen entendimiento.
[www.alfayomega, 9 marzo 2017]
Con independencia de quien la haya propuesto y venga de quien venga, está Proposición merece ser tenida en cuenta y, en su caso, apoyada por el resto de grupos políticos. Tienen que hacerlo por la buena salud mental, y también religiosa, de los ciudadanos españoles. Que no se trata de que vengan de unos cuantos locos, que sólo buscan incordiar y ocupar espacios de publicidad en la prensa. No puede permitirse actuar en contra de la Constitución, ni torcer ninguno de sus artículos. Lo exige la aconfesionalidad del Estado. Franco ha muerto, como nos comunicó en su momento Arias Navarro, presidente del Gobierno de entonces. No conviene olvidarlo.

Julián Arroyo Pomeda