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viernes, 13 de junio de 2014

1. La filosofía, su sentido, su necesidad y su historia (parte primera) (*)

La filosofía se encontró, en primer lugar, con los mitos y tuvo necesidad de definirse ante ellos, mostrando, al mismo tiempo, su distancia e identidad.


Más tarde rechazó considerarse como mera opinión para defender que la filosofía es un conocimiento. Así fue estableciendo ya en qué consistía su especificidad, introduciendo los elementos que la conforman.
Se plantea después si la filosofía es necesaria y cual es su sentido.
Luego el árbol de la filosofía comenzó a echar ramas, que se diferenciaron entre sí, aunque todas eran, igualmente, filosofía. Con estas perspectivas fue diseñando sus servicios y utilidad.
Todo esto se puede verificar en el estudio de su propia historia desde finales del siglo sexto a. C. hasta la actualidad.
 Índice

1.      Los mitos y la filosofía
2.       El saber o el conocimiento y su relación con la opinión
3.      Especificidad de la filosofía
4.       Necesidad y sentido de la filosofía
5.      Para qué sirve la filosofía
6.      Ramas de la filosofía
7.      La filosofía en su historia
8.       Textos de Cicerón, Aristóteles, Arendt, Hegel, Russell, Ortega
9.       Entrevista a Michel Serres
1. Los mitos y la filosofía
Antes de que naciera la filosofía existían los mitos, que son narraciones transmitidas oralmente que explican, a través de la imaginación, las situaciones y experiencias que vivían los seres humanos hace miles de años, ya que el hombre no sabía lo que pasaba en el cosmos ni por qué sucedía. En los mitos se encuentra el alma de los pueblos.

También los mitos se transmitían por escrito. Así, muchos poetas escribieron narraciones mitológicas, como Homero (siglo IX a. C.), que en la Ilíada relata el cerco de la ciudad de Troya, haciendo intervenir a los dioses en aquellos acontecimientos. Hesíodo (siglos VIII-VII a. C) narra el origen del mundo y de los dioses en su Teogonía y la historia de los seres humanos en Los trabajos y los días.

En los mitos todo está dirigido por la necesidad (ananké), que establece el destino (moira) a todos los individuos. Por ejemplo, Prometeo fue castigado por robar el fuego y dárselo a los humanos, y Pandora abrió la caja de los males y fue la responsable de que el sufrimiento se extendiera por el mundo. Estos y otros personajes son ciertamente inverosímiles.

Con los mitos se sacraliza la naturaleza, se da a sus acciones carácter y condición humana, y los dioses se revisten de un gran poder, aunque no existan. Los mitos influyeron mucho en la forma de pensar de los griegos, en sus ritos y en toda su vida, incluso en la filosofía. Por ejemplo, creían que los seres naturales eran divinos y tenían alma o espíritu, y gobernaban en sus lugares propios, como las nereidas en el mar, o las ninfas en los ríos o en las montañas. Los antiguos griegos hacían prácticas y ritos para explicar los misterios de la vida y se purificaban por haberse separado de la naturaleza, lo que les producía un sentimiento de culpa.
La filosofía también buscaba explicar los acontecimientos, pero desde un principio (arjé) y una estructura que regulen la actuación de la naturaleza, es decir, sin recurrir a los poderes de los dioses. El primer principio es la razón (logos), que trata de comprender sistemáticamente todo lo que sucede. Ahora la imaginación deja paso a la razón. De este modo, la justicia ya no era lo que determinaban los dioses poderosos, sino las leyes de la ciudad elaboradas por sus ciudadanos.

¿Qué es la filosofía? ¿Cómo definirla? ¿Cuáles son sus características generales? Platón en El Banquete define la filosofía como el deseo (filo) de la sabiduría (Sofía).

Antes de que existiera la filosofía como ciencia, los primeros pensadores buscaban una 
explicación racional (logos) del mundo. Probablemente no conocieron el adjetivo philósophos ni el verbo phlosophein, ni el sustantivo philosophia. Herodoto, por ejemplo, narra en sus Historias el encuentro entre Solón (legislador de Atenas, siglos VII-VI a. C.) y Creso, rey de Lidia, durante el cual Solón le dice a Creso que le han informado de que ha viajado mucho para ver y conocer hombres, comarcas y costumbres, y juzgar acerca de la vida humana. Vemos aquí el interés (filo) por la sabiduría (Sofía), o por saber.

Más adelante, Pericles (461-429 a. C.) en la Oración fúnebre describe la forma de vivir en Atenas: “Cultivamos la belleza (philokalein) con simplicidad y filosofamos (philosophein) sin carecer de firmeza”. Esta forma de vida es propia de los ciudadanos, que gustan de la belleza y aman la sabiduría, no de los nobles de épocas anteriores, que trabajaban para conseguir la excelencia (areté). La filosofía se convierte en algo propio del ciudadano y todos pueden ejercitarla en Atenas en discusiones públicas.

‘Filósofo’ y ‘filosofar’ suponen la existencia de la sabiduría (Sophia), que consiste en haber visto muchas cosas y tener una gran cultura, aunque en realidad tiene un sentido más profundo. Creso pregunta a Solón qué es lo que hace al hombre feliz y este le responde que para saber eso habría que conocer el fin de su vida y cómo se ha comportado durante la misma. Saber no es, pues, algo teórico, sino que consiste ensaber hacer el bien y en saber vivir, esto es lo que nos hace felices.

El término Sophia encierra gran riqueza de contenido. Por ejemplo, Tales de Mileto (siglos VII-VI a. C.) poseía un saber científico, ya que fue capaz de predecir el eclipse de sol del 28 de mayo de 585; también demostró un gran saber técnico cuando desvió el curso de un río. Tenía incluso un saber político, ya que propuso una federación a los griegos de Jónica para que pudieran salvarse. Desde el siglo VI también se considera sabiduría el conocer la medicina, la astronomía, la geometría, la aritmética o la naturaleza (physis).

Sócrates afirmó que el más sabio es el que sabe que no sabe nada, el que es consciente de esta situación, y por eso pregunta ingenua e irónicamente, porque se siente muy inseguro. El saber no es un contenido que se transmite a través de la escritura o la palabra,o como se pasa un líquido de “una copa llena a otra vacía a través de una tira de lana”, según dice Sócrates a Agatón al principio de su obra El Banquete. El saber debe engendrarlo el propio individuo, por eso Sócrates-partero formulaba preguntas para que quien responda pueda dar a luz la verdad. De aquí que picara y molestara como el tábano para que los atenienses reaccionaran, porque se preocupaban demasiado por la fama, las riquezas y los honores, y muy poco por la verdad y por ser mejores (Apología), porque no eran conscientes de la situación en que vivían: “Para el hombre no tiene objeto vivir una vida sin examen”, concluyó Sócrates.

 El Banquete plantea la naturaleza del filósofo: no es sabio porque es hijo de Penia, que es una mujer pobre, va descalza, sucia y no tiene domicilio fijo; tampoco es ignorante, pues ha heredado de su padre Poros la belleza y el encanto, y desea saber y aprender. A los hombres les propone amar lo bello y lo bueno, siendo así dichosos y felices por vivir de acuerdo con la virtud. El filósofo está entre el sabio y el ignorante, porque sabe que no sabe.

En la antigüedad, igual que actualmente, el filósofo se encontró con la religión, el culto, el arte, la literatura, el teatro y la cultura en general. Y lo propio de su naturaleza es transformar todo ello en filosofía, esta es su elección y vive de acuerdo con lo que hace. Practica así la filosofía y, por ello, lleva una vida filosófica de acuerdo con sus propias ideas y convicciones, que más tarde justifica y explica mediante un discurso, el cual forma parte de su obra, en la que habla de lo que interesa a todos.
A estos primeros filósofos y a todos los que les han seguido a lo largo de la historia debemos agradecer el hecho de que podamos seguir pensando, porque la falta de pensamiento ha sido la causa de muchos males para la humanidad.

Por su naturaleza, no es mortal ni inmortal; pero el mismo día está floreciente y lleno de vida mientras está en la abundancia, y luego se extingue para revivir por efecto de la naturaleza paterna. Todo lo que adquiere se le escapa sin cesar, de manera que nunca es pobre el Amor, ni tampoco rico. Se encuentra a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia. Pues he aquí lo que sucede: ningún dios se ocupa en filosofar, ni se cuida de adquirir el saber (pues ya lo tiene), ni nadie que sea sabio filosofa. Pero, a su vez, tampoco los ignorantes se ocupan en filosofar, ni apetecen la adquisición del saber, pues en esto estriba el mal esencial de la ignorancia: en que no siendo ni noble, ni buena, ni inteligente, cree, sin embargo, que lo es en grado suficiente. Quien no piensa estar desprovisto de algo, es lógico que no tenga el deseo de aquello de lo cual no cree tener necesidad de estar dotado.
– En estas condiciones ¿cuáles son, Diotima, los que se ocupan en filosofar, ya que no lo son ni los sabios ni los ignorantes?
– He aquí algo, respondió ella, tan claro que hasta un niño lo vería: son los intermediarios entre una y otra especie, y el Amor es uno de ellos. Pues es la sabiduría una de las cosas más bellas, y el Amor es siempre amor de lo bello, de suerte que es necesario que el Amor sea filósofo, y, por ser filósofo, algo intermedio entre el sabio y el ignorante. Esto lo debe a su nacimiento, porque es hijo de un  padre sabio y rico, y de una madre que no es rica ni sabia (Platón, El Banquete, 202 e).

Cuestiones

1. ¿Cuál es el problema que plantea el texto y cómo lo resuelve?
2. Indicar las principales tesis del texto.
3. Especificar la argumentación empleada.
4. Describir la concepción del Amor que explica Diotima. ¿Por qué es filósofo el Amor?
5. ¿Por qué no puede filosofar el ignorante, según el texto de Platón?
2. El saber o el conocimiento (episteme) y su relación con la opinión (doxa)

Los seres humanos desean saber. Por su propia naturaleza los humanos tienen en los genes la exigencia de conocer las cosas, o la realidad, para resolver los problemas y las dificultades que se presenten. Pero no es lo mismo saber que opinión, aunque ante una pregunta solemos decir: “yo creo que…”, o “en mi opinión esto significa que…”.

 El sentido común nos dice que la opinión y el saber están relacionados. Si nos referimos al “objeto”, es decir, la “cosa de la que trata” la opinión y el saber son prácticamente lo mismo.
Esta relación de parentesco entre la opinión y el saber fue negada por Platón, que argumentó por boca de Sócrates que lo que sabemos es de naturaleza distinta a aquello sobre lo que opinamos. Según Platón, son cosas diferentes porque competen a distintas capacidades humanas y tratan de diferentes objetos, ya que, mientras el saber concierne a una esfera o dominio de objetos que no son mudables, la opinión está relacionada con todo aquello que está sometido al cambio y es contingente. Para Platón no existe una graduación entre saber y opinión, sino un salto.

Sólo hay genuino saber acerca de las Ideas inmutables, mientras que de los seres sometidos al devenir únicamente es posible tener opiniones o creencias. En consecuencia, el saber es infalible mientras que la opinión es engañosa. Para Platón la realidad está dividida en dos niveles, las Ideas y lo sensible. Mientras que las Ideas son reales e inmutables, y por ello pueden ser objeto de verdadero conocimiento, los seres sensibles son meras copias de los primeros, una mezcla de ser y no ser. Como estos últimos carecen de una realidad estable, lo único que podemos tener de ellos son opiniones.

Las Ideas no son materiales, aunque sí son reales, y por ello sólo podemos conocerlas por medio de una captación intelectual que contiene un elemento intuitivo, una suerte de percepción con el “ojo de la mente”, que permite al sujeto entrar en contacto con ellas, que son los genuinos objetos del saber.

Filósofos posteriores han seguido a Platón por este camino. Bergson sostiene que existe un contraste radical entre un conocimiento intuitivo inmediato, que es el que obtenemos cuando entramos en contacto directo con una realidad, y el que adquirimos como resultado de nuestra capacidad de representación y raciocinio. El conocimiento intuitivo inmediato es superior al representativo y, de hecho, lo invalida.

Bertrand Russell defendía que una cosa es estar informado de algo y otra conocer, ya que, aunque podemos saber mucho acerca de un determinado objeto, sólo cuando hemos tenido algún tipo de familiaridad con él, o un contacto directo, podemos decir que verdaderamente lo conocemos.

Podemos definir la opinión como un mapa o una carta de navegación, que sirve para guiar la conducta de un agente. Las opiniones son mapas que ostentan un doble aspecto: por una parte tienen un contenido, representan algo, como cuando decimos “creo que mañana hará buen tiempo” , y por otra, orientan nuestra conducta en uno u otro sentido. Es decisivo, por tanto, que el contenido de nuestras creencias sea verdadero, ya que, en caso contrario, guiarán nuestra conducta en sentido erróneo. Las creencias falsas son en realidad creencias defectuosas que no alcanzan su cometido.

Muchas de nuestras opiniones son falsas. Las creencias pueden ser falsas porque son subjetivas, resultado de la interpretación de un sujeto complejo que no se representa la realidad tal cual es y que por ello puede equivocarse. Esa es la razón de que no puedan identificarse con el saber.

Las opiniones verdaderas son aquellas cuyo contenido es verdadero. Ahora bien, ¿qué es la verdad?  Las opiniones son verdaderas cuando es verdadero su contenido, pero sólo se convierten en saber cuando están justificadas. Saber es una opinión verdadera para la que tenemos una justificación racional. Las diferencias entre doxa u opinión y episteme, saber o conocimiento son las que siguen.

Doxa es una clase de saber

parcial y sensorial,
inferior,
no sistemático,
ni racional,
sin pruebas.
Episteme es un saber

sistemático,
científico,
racional,
superior,
con pruebas,
crítico,
que aporta las causas y fundamentos de lo que sucede.


Lo curioso es que los primeros adversarios de la filosofía le reprochaban ser “cosa de niños”, adecuada como pasatiempo formativo en los primeros años pero impropia de adultos hechos y derechos. Por ejemplo, Calicles, que pretende rebatir la opinión de Sócrates de que “es mejor padecer una injusticia que causarla”. Según Calicles, lo verdaderamente justo, digan lo que quieran las leyes, es que los más fuertes se impongan a los más débiles, los que valen más a los que valen menos y los capaces a los incapaces. La ley dirá que es peor cometer una injusticia que sufrirla pero lo natural es considerar peor sufrirla que cometerla. Lo demás son tiquismiquis filosóficos, para los que guarda ya el adulto Calicles todo su desprecio: “La filosofía es ciertamente, amigo Sócrates, una ocupación grata, si uno se dedica a ella con mesura en los años juveniles, pero cuando se atiende a ella más tiempo del debido es la ruina de los hombres”. Calicles no ve nada de malo aparentemente en enseñar filosofía a los jóvenes aunque considera el vicio de filosofar un pecado ruinoso cuando ya se ha crecido. Digo “aparentemente” porque no podemos olvidar que Sócrates fue condenado a beber la cicuta acusado de corromper a los jóvenes seduciéndolos con su pensamiento y su palabra. A fin de cuentas, si la filosofía desapareciese del todo, para chicos y grandes, el enérgico Calicles –partidario de la razón del más fuerte- no se llevaría gran disgusto… (Savater, F., Las preguntas de la vida).

Cuestiones

1. ¿Cuál es el problema que plantea el texto y cómo lo resuelve?
2. Indicar las principales tesis del texto.
3. Especificar la argumentación empleada.
4. ¿Quién es Calicles?
5. ¿Qué consecuencias tiene dar la razón al más fuerte?

3. La especificidad de la filosofía

Los seres humanos necesitan orientarse en el mundo. Los animales no necesitan encontrar un sentido a su mundo, ya que se encuentran perfectamente adaptados a él desde su nacimiento. Sólo el ser humano está  obligado, por su insuficiencia constitutiva, a otorgar a su experiencia una significación y un sentido. Para esto el hombre tiene que reflexionar sobre su experiencia y no sólo a nivel instrumental. Esta reflexión, cuya finalidad es otorgar un sentido y una significación a todo lo que atañe al hombre, es el saber filosófico.

a) Una primera aproximación a la naturaleza del saber filosófico se obtiene cuando se establece una comparación con el saber científico. Frente a las ciencias particulares, que tratan de aspectos concretos de la realidad y proporcionan respuestas parciales, el saber filosófico se caracteriza  por tratarse de una reflexión radical, es decir, de una investigación que intenta llegar a la raíz de todos aquellos problemas que el hombre tiene planteados.

b) El objeto del saber filosófico es la realidad en su conjunto, el conocimiento de todo lo que hay.  El problema del que se ocupa la filosofía es, por tanto, ilimitado, ya que aspira a conocerlo todo y, además, de modo indudable. Lo que busca el filósofo es una explicación última que tal vez nunca encuentre, dadas nuestras naturales limitaciones, pero que permitirá a la humanidad ir ampliando gradualmente los límites de su comprensión y no sólo a nivel instrumental.

 c) La filosofía es una actitud que se hace problema de todo cuanto aparece ante la conciencia. Por eso es un saber crítico, que no admite ningún conocimiento sin haberlo sometido a una reflexión previa. De ahí que se trate de un saber autónomo, ya que no acepta más verdades que las que ella misma encuentra siendo precisamente en este sentido que puede servir de fundamento a las ciencias particulares.

 d) La filosofía es también un saber racional y teórico, ordenado de modo sistemático según un método.  Se compone de  un conjunto de conceptos que pueden ser expresados y cuyo carácter es intersubjetivo, ya que es posible ser compartidos por varios sujetos. Su objetivo es la verdad, entendida como manifestación de lo que es, habida cuenta de que dicha manifestación sólo puede darse en el discurso racional. Así la  filosofía es un discurso racional que trata de descubrir la verdad acerca de la totalidad de las cosas que existen.

VIVIMOS CON LA FILOSOFÍA, 10,40 M 11/06/2013
Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podrían avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero, es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma a una materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella un fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su actuación. (Marx, El capital, vol. I).

Cuestiones

1. ¿Cuál es el problema que plantea el texto y cómo lo resuelve?
2. Indicar las principales tesis del texto.
3. Especificar la argumentación empleada.
4. Describir la comparación entre la abeja y el obrero
5. ¿Qué importancia tiene el fin para las actividades humanas?
Julián Arroyo Pomeda

Ilustraciones: sobreleyendas.com, escuelapedia.com, ca.wikipedia.org, auladefilosofia.net, filosofapop.com, astrogen.com, aworldtowin.net

(*) Esta es la Unidad 1 del currículo de Filosofía LOMCE. El resto de las unidades podrá verse en Editorial Coloquio, de Madrid, a partir del próximo mes de mayo.