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Sánchez, economista madrileño de 46 años, tiene una trayectoria personal poco
común en los ámbitos políticos. Formado en el Instituto Ramiro de Maeztu, tuvo
la suerte de estar en uno de los mejores centros de enseñanza media de la
capital, que incluyó, equilibradamente, lo científico, humanístico y deportivo.
Antonio Magariños, su alma, catedrático de latín, jefe de estudios, director
del bachillerato nocturno y de los Internados y el bachillerato radiofónico, dedicó
su vida a los alumnos, sabiendo encauzar sus energías en el deporte, fundando
el Estudiantes, un equipo de baloncesto. Ellos le adoraban. En su cumpleaños,
los del Internado le regalaban libros de historia clásica. Vi personalmente con
qué orgullo los enseñaba e igualmente pude asistir al entusiasmo con el que
vitoreaban a su equipo en los partidos de baloncesto. Murió sin cumplir los 60
años, pero su impronta fue profunda. Sánchez no le conoció, pero aprovechó el
espíritu intelectual y deportivo del Instituto.
Se
doctoró en economía en 2012 en la Universidad Camilo José Cela y antes entró en
política. Compitió en las Primarias de su partido en 2014, obteniendo la
Secretaría General, desde donde fue proclamado candidato a la Presidente del
Gobierno en 2015. Consiguió un acuerdo con
Ciudadanos para ser investido, pero
Podemos lo destrozó con su intransigencia. Fue su primera gran decepción,
seguida del golpe, casi mortal, de los dirigentes de su propio partido, que le
obligaron a abandonar su puesto por el desacuerdo para permitir la
gobernabilidad de manos de Rajoy. No siguió las directrices del PSOE, ni tampoco
quiso ir en contra de las mismas, por lo que dimitió, dejando, incluso, su acta
de diputado. En las Primarias de 2017 volvió a presentarse y ganó a Susana
Díaz, que representaba al aparato del partido.
Se
le ha llamado superviviente con
razón. Volvió a tomar las riendas, renaciendo y aprendiendo de los golpes
recibidos. Con mucho riesgo y apoyado solamente por su círculo íntimo ha
presentado moción de censura contra el Gobierno de Rajoy y ha ganado con una
jugada maestra, siendo nombrado Presidente del Gobierno el 2 junio actual.
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Todo
se preparó contra reloj y total sorpresa, cuando salió la sentencia del caso
Gürtel, que produce la mayor crisis moral
de la democracia española. Pidió a Rajoy que dimitiera, lo que habría sido
reconocer su responsabilidad política, que él negaba. Entonces planteó la
alternativa: o apoyar la moción para regenerar la vida política, o aceptar la
corrupción, votando en contra. Convirtió la moción se en plebiscito. De este
modo neutralizó las iniciativas de
Ciudadanos, que amenazan en las encuestas.
Así
se ha producido un giro inédito y nuevo
en las estructuras del Estado. El bipartidismo se renueva con un hombre
joven, que ha tenido que enfrentarse al aparato del partido. Herido de muerte,
sigue vivo, sin embargo. ¿Ahora qué? Si ya está medio encauzada la economía,
después de tres años de crecimiento, puede que toque, al fin, la llegada de la política en la que es bueno participar para contribuir al bien
común y a los intereses generales. Es hora de acabar con los egoísmos de los
intereses propios, que eso es la corrupción,
en palabras del Papa Francisco. Hay que actuar con pactos y acuerdos para
regenerar el país entre todos. Veremos.
Julián Arroyo Pomeda