Con el poder mantenemos una relación ambigua: sabemos que si no existiera autoridad nos cometeríamos unos a otros, pero nos gusta pensar que, si no existieran los gobiernos, los hombres se abrazarían (Leonard Cohen).
[Trump, EFE, 11 Nov 2016] |
E
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l magnate neoyorquino de 70 años,
acostumbrado al éxito en cualquier nivel, venció -por fin- de modo arrollador
en las elecciones recientes de 2016. El flamante Donald John Trump se proclamó
presidente electo de Estados Unidos con un lema bien expresivo y significativo: Make America Great Again. Pocos
pronosticaron la victoria, que se reservaba para Hillary Clinton. Sé de una
persona tan segura de su derrota que no dudó en apostarse un almuerzo para
varios comensales, con un buen aperitivo de entrada. Y lo ha perdido, claro,
aunque a alguno se le hayan quitado las ganas y le cueste participar en el
evento.
Todos se preguntan ahora porque
ha ganado Trump, un hombre zafio en grado sumo, fanfarrón, xenófobo, exógeno,
racista, arrogante y agresivo, especialmente con la prensa, evasor de
impuestos, machista, que tiene fama de embestir y cuya ambición es ganar
siempre. En el intento de explicación no pueden ofrecerse soluciones simples a problemas tan complejos, que es lo que se
acostumbra a hacer. Además, los centros demoscópicos no han podido equivocarse
más. Sorprende, en cambio, que las últimas encuestas pusieron las diferencias
en tres o cuatro puntos, lo que entra en el margen de error normalizado. El establishment mediático tampoco quiso
apearse del burro, quizás porque consideran su influencia definitiva en la
población, y no es así, porque no están en la realidad. Claro es que "los
seres humanos no pueden soportar demasiada realidad" (Eliot). Somos seres
deseantes, sin duda, hasta el punto de que Aristóteles (Política I,3) ya
escribió: "Siendo limitado el deseo, los humanos desean lo infinito".
Por estar tan desajustados con la realidad llega un momento en que nos hundimos
en el abismo, por más que no queramos reconocerlo.
Razones para ganar
De las varias razones que se han dado para explicar lo inexplicable, la mayoría
tienen aspectos aceptables, pero suelen ser parciales. Veamos algunas de ellas.
A) La más perceptible es que los
estadounidenses blancos han tenido que tragarse durante ocho años a un presidente negro, Obama, uno de los
mejores comunicadores de aquel ámbito político. Ahora les tocaba lidiar con una
mujer, que recogía su legado y sería la primera presidenta femenina. Eran
cambios chocantes, que, además, les obligaban a quedarse sin ‘primera dama’, sustituyéndola
por el marido que, a su vez, también fue Presidente. Demasiados cambios. Otra
cosa hubiera podido ocurrir, si el candidato demócrata hubiera sido B. Sanders,
cuyos votantes, al dejarle caer el Partido Demócrata, no se inclinaron por
Hillary Clinton, en cuanto tal. Su voto era sólo anti-Trump.
B) La furia del hombre blanco estaba perdiendo la primacía a pasos
agigantados, al tiempo que, paralelamente, América dejaba de ser great, al aceptar su complejo de
inferioridad, haciendo concesiones al castrismo, mirando con mucho temor al
ISIS vengativo, quien los humilló en el ataque del 16 de septiembre, y, en
general, al mundo musulmán. Ahora lo que se imponía era la igualdad entre
hombres y mujeres, entre negros y blancos, entre los derechos de los emigrantes
y los genuinos norteamericanos, entre los distintos países y hasta entre ricos
y pobres.
C) La adhesión al Tratado de
Libre Comercio (NAFTA) en pie de igualdad, con la consiguiente destrucción de
los Estados industriales y la pérdida de puestos de trabajo para su población.
Las industrias se trasladan a países donde los costos de promoción son menores
y las máquinas van desplazando a los trabajadores. Es una de las más
importantes consecuencias de la Globalización, tan alabada y de la que todos se
sienten orgullosos. La influencia de China se estaba infiltrando
imperceptiblemente. En cambio, Estados Unidos era el país que más contribuía
con sus dólares al mantenimiento de la OTAN.
D) La frustración del pueblo
trabajador, del mundo rural y de las personas blancas con poca educación por no
haber podido pagarse en la Universidad y tener que vivir de su trabajo. Los establishments mediáticos y políticos
los denominan ‘basura blanca’ (white
trash) y la clase media, en general, que son los verdaderos productores,
pero que no pueden medrar. Malviven en ciudades pequeñas y no han progresado en
estos ocho últimos años del mandato Obama. Constituyen la conocida como ‘América
profunda’ y han ocultado su voto. Al fin y al cabo, América se está recuperando
y el paro es menor del 5%, pero, mientras mejoran los ingresos de los ricos, la clase media está llegando el
hundimiento, prueba de que la recuperación económica no es igual para todos.
Tampoco los afroamericanos han mejorado con un presidente de su mismo color.
También hay blancos que son pobres.
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E) La desafección entre los votantes de la sociedad con sus políticos.
Hillary Clinton pertenecía al
establishment político y era una personalidad que conoce mejor que nadie la
Administración, de la que ha sido Secretaría de Estado. Trump no era nada de
esto, sino un ciudadano que sabía de la inseguridad (siendo Estados Unidos la
primera potencia militar mundial) en los Estados (el Medio Oriente está hecho
un desastre), de la inmigración, de las entradas ilegales, de las humillaciones
infringidas al país más importante del mundo, de los problemas de la educación
y la seguridad, por ejemplo. Hay más
pobreza y menos ingresos, no digamos nada las oportunidades.
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quí es donde entró Trump de
manera indirecta y con demagogia muy simple, que es la que se entiende bien:
"les devolveré el país que han perdido", "les devolveré los
empleos que han perdido", "construiré un muro para que no vengan más
inmigrantes y a los que están aquí los voy a controlar". En una palabra:
"Hagamos América grande de nuevo". Esto es lo que todo mundo estaba
deseando oír, alguno se atrevía a ir contra el sistema y a favor del pueblo
llano. ¿Cómo es posible que alguien ultraderechista gane apoyado por el
descontento de la clase trabajadora y la furia del hombre blanco que representa
las esencias oriundas de América, el que reducirá los impuestos a las grandes
fortunas, precisamente? ¿Cómo es posible votar a quien vive rodeado de bronces
y mármoles en una torre privada de la Quinta Avenida de Manhattan? ¿Quién puede
creer en semejantes desvaríos y verdaderos disparates?
Las cosas de la política son
demasiado complejas para poder ser explicadas de forma simple. Para mostrar lo
voy a referirme al artículo de Asra Nomani, publicado en The Washington Post, anteriormente periodista en Wall Street Journal. Nomani es
inmigrante hindú, musulmana, periodista, madre soltera e invitada en programas
políticos de la TV norteamericana. En su artículo confiesa y explica por qué
votó a Trump. En lo fundamental, dice que no puede pagar un seguro de salud, no
le ayudó al programa de hipotecas vigente y está entre los que difícilmente
llegan a fin de mes. Son estas razones económicas. Hay más: no puede aceptar
las donaciones millonarias a la Fundación Clinton de Qatar y Arabia Saudita,
que son teocracias dictatoriales que no respetan los derechos humanos
fundamentales, ni quiere condescender con el ISIS. Se trata de intolerables
influencias negativas que continuarán con Clinton. Y lo hizo a pesar de que rechaza
la prohibición de entrada a los musulmanes, el sueldo desigual entre hombres y
mujeres y tantos exabruptos y parloteos de bar de Trump. Entre lo malo y lo
peor, Nomani se inclinó por lo primero. Le quedará seguir luchando porque no se
cumplan los peores veredictos anunciados.
[G. Ralli, Salario para matar, jotdown.es] |
Julián Arroyo Pomeda
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