La semana pasada leí un artículo
de Marina Garcés, en el que reflexionaba acerca de si los estudiantes llegaban
de los institutos a la Universidad peor preparados que antes. La profesora
Garcés, en lugar de lanzar rayos y centellas contra el profesorado de
Secundaria, hacía una reflexión llena de sensatez, planteando que la
Universidad tenía que apostar por la cultura y la igualdad social. Y se refería
a la necesidad de autonomía y criterio propio para desenvolverse en el entorno
como características de la buena preparación. Esto se consigue con conocimientos, capacidad crítica y deseo
de aprender.
Estamos desarrollando un
conocimiento competitivo, que facilite la entrada en el mundo laboral y capacite
para ejecutar las instrucciones que nos exijan las empresas de las que
dependemos y hemos de obedecer sin registrar, por sueldos de miseria y con exceso
de horario de trabajo.
¿Qué nos exigen las instituciones
empresariales para ofrecernos un puesto de trabajo? Lo sabemos bien:
competencias, fidelidad a la empresa, sueldos muy escasos, mayor horario
laboral, sacar adelante el trabajo pedido, incluso con horas extras, que no se
pagan, para que así las plantillas pueden disminuir, porque nos encontramos en
la cresta de la ola de la crisis.
Por otra parte, el modelo europeo sigue insistiendo en la austeridad y el sometimiento a sus directrices, a costa de un mayor empobrecimiento, si es necesario, hasta que todos seamos colonizados. ¿Nos espera todavía alguna clase de futuro?
Todavía hay más. Esta misma
semana nos han dado a conocer el informe de la Fundación Conocimiento y Desarrollo
(CyD), que preside Ana Patricia Botín. Por él sabemos que los universitarios
españoles están sobrecualificados laboralmente. Un alumno japonés de Secundaria
ocupa el mismo puesto que un graduado universitario español. Entre nosotros, un
ingeniero industrial puede dedicarse a recoger los vasos sucios de una
discoteca, o un filólogo a servir platos en hostelería, por ejemplo. ¿Qué
concluimos de aquí? Hay conclusiones para todos los gustos.
Unos interpretan que esto es un
puro desastre. Otros, que nuestra formación universitaria no se encuentra a la
altura del resto de los países, como dice el Secretario General de la OCDE. Algunos
dicen que la causa está en la falta del empleo que las empresas no crean. La
realidad es que producimos más titulados superiores y menos empleo altamente
cualificado. Algo habrá que hacer, en esto todos estamos de acuerdo, pero ¿qué?
El Coordinador General del
Informe, Martín Parellada ofrece la solución redonda: adaptar los contenidos de la oferta educativa al mundo del trabajo.
Es decir, que la Universidad se ponga al servicio del empresariado y dedique la
totalidad de la financiación pública para formar a los profesionales que el
mercado quiere. Tan fácil como cínico. El problema es otro, el mercado laboral
con el infraempleo que va aumentando exponencialmente.
Tampoco puede uno perderse la
propuesta de Wert. La cuestión es que la financiación de las universidades es
insostenible: gastamos demasiado en educación en las Universidades públicas.
Descansando se queda el personaje: incrementamos los costes, lo que es contrario
la consolidación fiscal. ¿Es este un ministro de educación o, más bien, de
economía? Siempre los ministros de Educación han presionado a Economía para que
incremente la financiación a la educación. Para cualquier cosa podía valer este
hombre de tan exquisita sensibilidad. Pues sigamos esta vía, sin importarnos que
los grados y máster hayan disminuido, que aumenten las tasas y que disminuyan
las becas. Al fin y al cabo, para trabajar de camareros no hace falta ninguna clase
de estudios.
Eso sí. Montoro continúa sin desmayo: "El pueblo español, cuando se levanta, empieza a asombrar al mundo y a llamar la atención". Esta vez sólo se equivoca en el modo verbal, tomando el indicativo por el subjuntivo. En todo caso, será cuando se levante el pueblo español, si es que algún día lo hace, porque, de momento, no lo ha hecho todavía, a pesar de que Montoro está para hacer el paripé político, en el que nunca deja de introducir sus risitas. ¿No se reirá el tipo del ciudadano español en paro? Todo podría ser. No dejen ustedes de atender a sus próximas declaraciones, dado que nunca tienen desperdicio.
Julián Arroyo Pomeda
Ilustraciones: rtv.es: sede fundación; elpaís 7/7/2014: encuesta.info