Parlant
la gent s’entén, sostiene el proverbio, pero no es así,
desgraciadamente, porque los hechos lo desmienten en el caso del conflicto político catalán. Y no lo es,
simplemente, porque no se discute, ni se habla, ni se razona la cuestión, lo
único que se busca es imponer los propios puntos de vista al que consideramos
adversario. Estamos llegando al hartazgo.
No negaré que la
situación parecía destensada a partir del cambio de gobierno último. Ahora nos enteramos
de que todo eran destellos para la propaganda a ver si se podía colar lo
imposible. Y, si no se lograba, no importa, se trata de esperar pacientemente,
ya que cuanto peor, mejor. Hasta que todo estalle como un misil de última generación
en nuestras cabezas. Torra acaba de dar a conocer los 21 puntos presentados al
gobierno español en diciembre. Esto no lo hizo público dicho gobierno para no
romper el último puente del diálogo posible, quizás. Lo comprendo, pero creo
que debió darlo a conocer inmediatamente: así sabríamos a qué atenernos ante tales
condiciones.
Los dichosos
Presupuestos han impulsado el resto. Por fin, el gobierno decidió aceptar una
mediación (referencia al punto tres) con la denominación de ‘relator’, aunque sabía que el recurso
era muy arriesgado. Se la ha jugado, pero tampoco es suficiente. La respuesta
ha sido exigir el derecho a la autodeterminación (punto dos). Y así: tras de
uno, otro y a ir tragando como por dosis. Sólo quedaba ya romper la baraja,
puesto que la última carta estaba jugada, y cancelar el diálogo.
[www.publico.es; 6/02/2019] |
Siempre conviene medir
las consecuencias de los actos, porque se puede alcanzar el precipicio. Los
barones socialistas ya conocidos, junto con otras figuras históricas, han sido
presas del pánico y otra vez quieren morir matando. La oposición se lanza al
degüello, convocando a la gente en la calle en un "frente cívico". Las palabras descalificadoras no pueden ser
más burdas: alta traición, deslegitimación, vergüenza, humillación, pacto con
golpistas. Todo para echar al presidente Sánchez y sacarlo de la Moncloa. Han
olvidado que para eso existe un procedimiento inapelable, la moción de censura,
que no se atreven a plantear, aunque la fanfarronería grite que no descarta
nada contra Sánchez.
Los independentistas tampoco quedan muy
dignos, porque, si el gobierno acepta sus puntos, lo aprobarán todo, sin que
importe un carajo el contenido de los referidos presupuestos, ¿qué más da?
Bueno, pues en las elecciones veremos, si bien los más interesados en resolver
el conflicto no tengan que arrepentirse después. Sin embargo, queda pendiente
la gran pregunta de cómo resolver dicho conflicto. Esto habrá que dejarlo para
una próxima ocasión.
Julián
Arroyo Pomeda