domingo, 18 de diciembre de 2016

Adolescencia: desarrollo psicológico e implicaciones en la enseñanza de las materias filosóficas. Aspectos psicológicos de la adolescencia (II)


Aspectos psicológicos de la adolescencia.

L
a adolescencia es todo un proceso de crecimiento y desarrollo en el que se producen los grandes cambios de la vida, saliendo del paraíso infantil y siendo lanzados los adolescentes a vivir en el mundo presente hasta convertirse en adultos. El primer momento de despegue son los cambios biológicos o físicos, que empiezan con la pubertad, al que enseguida se van encadenando los cambios afectivos e intelectuales con el desarrollo de la identidad, y el mundo de lo socio-moral. Tal desarrollo contrasta con la situación de dependencia en que se encuentra la adolescencia, según
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la tesis de Lutte[1], por su incapacidad económica y social especialmente, pues desde el punto de vista biológico y psíquico alcanza la madurez. Esto lleva muchas veces a la disconformidad e incluso a la violencia, cuyo modelo toman de la propia sociedad en la que están los adolescentes: "La sociedad en que vivimos con su cuadro de violencia y destrucción no ofrece suficientes garantías de sobrevida y crea una nueva dificultad para el desprendimiento. El adolescente, cuyo signo es la búsqueda de ideales y de figuras ideales para identificarse, se encuentra con la violencia y el poder: también los usa"[2].

Abordaré, mediante indicaciones generales, los desarrollos físico, psicológico y social, y después me detendré más específicamente en los aspectos cognitivos, los de identidad y los morales.

Desarrollo físico e incidencias psicológicas.

En general, puede afirmarse que en los países desarrollados el adolescente presenta, físicamente, desde el siglo XX, una mayor estatura que lleva a una madurez sexual más temprana. Sin duda esto ha sido favorecido por unas mejores condiciones de vida, tanto desde el punto de vista nutricional, como de la atención a la salud, la vida urbana y su mayor calidad desde los servicios que ofrece. No se olvide que todavía hay países con malnutrición, hambre y explotación.

Tal desarrollo físico empieza con la pubertad y todo el complejo conjunto de transformaciones hormonales. Se admite sin excepción el adelanto de unos dos años de la maduración sexual en las chicas, aunque después esta diferencia se va equilibrando con incidencias mínimas. Así se va produciendo una nueva imagen corporal.

La madurez física alcanza su culminación cuando se adquiere la situación de adultos, uno de cuyos momentos es la capacidad de socialización, lo que va impulsando la escuela desde sus inicios, cumpliendo su función tópica de integración y control social a de los adolescentes.

En las sociedades y culturas antiguas la madurez estaba acompañada de ceremonias y ritos de tránsito, mediante los cuales los adolescentes quedaban incorporados al mundo de los adultos, adquiriendo esta identidad y las correspondientes responsabilidades de tal universo de referencia. Incluso existe un conjunto de tabúes de incidencia claramente negativa. En este sentido, el contexto cultural y social es altamente importante para un desarrollo equilibrado.

A estos cambios físicos, que se produce desde las bases biológicas, sigue todo un conjunto de reacciones psicológicas en cada caso, de modo que la integración entre lo físico y lo psicológico es un hecho indudable.

Relaciones sociales.
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La primera relación se produce con los padres. Apegados a ellos en la etapa infantil, desde la pubertad, empiezan a percibirse notables diferencias. Resulta difícil establecer una disciplina equilibrada, que no provoque rebeliones por ser demasiado autoritarios, o no consigan los objetivos deseados por ser en exceso permisiva.

La distancia generacional es un hecho, por otra parte, y los adolescentes tienden a verlo como abismal en cuanto a las actitudes y los valores mantenidos por los adultos, lo que puede producir conductas negativas.

Además, los iguales tienen una influencia clave. Por ejemplo, la información sobre el sexo viene de los compañeros y amigos antes que de los padres y adultos, con los que se dan una real incomunicación, quizás porque, en el fondo, se procura reprimir la sexualidad y alejarla, en vez de ayudar a vivirla con libertad. El asunto de la amistad es, también, fundamental. Cuántas veces las razones únicas de una determinada conducta es que "son mis amigos". Desde luego que esto tiene muchas cualidades positivas: desarrollo de la afectividad, confianza, reciprocidad, lealtad, ayuda, aceptación del otro, etc. En la adolescencia los amigos suelen ser todo su mundo.

La independencia de los padres va progresando con la edad, e igualmente pasa con los amigos. La relación con estos últimos se desintegra en la medida en que van formando parejas más selectivas. Ideas, valores, costumbres y conductas similares llevan a la permanencia de la amistad. La maduración sexual hace que se vaya identificando el atractivo físico, las aproximaciones personales, las experiencias y ajustes emocionales y las intervenciones culturales.

Desarrollo cognitivo.

Del desarrollo cognitivo no existen manifestaciones físicas, porque no se trata de un cambio cuantitativo, sino cualitativo, relacionado con la capacidad mental y de conocimiento. Tanto el desarrollo físico como el psicológico van en paralelo y son complementarios. Como escribe Aberastury: "... sólo cuando la madurez biológica esté acompañada de madurez afectiva e intelectual, que le permitan su entrada en el mundo adulto, estará equipado de un sistema de valores, de una ideología que confronta con la de su medio y donde el rechazo a determinadas situaciones se cumple con una crítica constructiva"[3].

La obra de Piaget domina todas las investigaciones sobre el pensamiento hasta el punto de que muchas se han ido elaborando para confirmar y contradecir sus enfoques, o completar los análisis del maestro ginebrino. Puede decirse que su orientación está siempre presente como línea general.

Piaget (1896-1980, Neuchâtel, Suiza) dirigió el "Instituto Rousseau" de Ginebra, donde desarrolló sus investigaciones, fruto de las cuales publicó numerosísimas obras, algunas en colaboración, de psicología infantil, lógica, filosóficas, etc. Si hay un término que le define es el de Epistemología genética, como estudio de la génesis y evolución o desarrollo de los conocimientos (episteme), que van pasando de un nivel menor al más avanzado. Estudia tanto el conocimiento individual ("psicología genética") como el científico, según se ha dado en la historia, con aspectos culturales y sociales ("sociogénesis del conocimiento científico"). Para explicar el desarrollo del conocimiento (de lo sensoriomotor a lo concreto y a las operaciones formales) propuso un mecanismo autoregulador por el que los sujetos obtienen compensaciones en sus conductas y que denominó equilibración. Ante perturbaciones o rupturas exteriores, el sujeto se modifica en busca del equilibrio necesario, asimilando así lo que le viene.
Las características del pensamiento en la adolescencia pueden sintetizarse en las cinco siguientes:
a)    es más lógico que el infantil y se mueve en la lógica proposicional;
b)    es un razonamiento hipotético-deductivo, que controla variables, lo que le acerca a la metodología científica;
c)    es más abstracto, por lo que supera las limitaciones a lo más concreto de la etapa infantil, pudiendo operar de modo formal;
d)    es más introspectivo;
e) es un metapensamiento, es decir, que, además de pensar sobre cosas o acontecimientos, puede reflexionar sobre el mismo pensamiento.
1) Pensamiento lógico.
Sobre el uso de la lógica (proposicional) en los adolescentes hay muchos ejemplos. Tomemos el del la supervisión de cheques (Roy Hopkins: 1987, págs. 154-5). El pago de un cheque en el Banco requiere, si es de más de $50, el visto bueno del director, mediante sus iniciales en el reverso. A veces se olvidan de hacerlo, por lo que hay una persona encargada de la supervisión de tales cheques. ¿Cuál de los cuatro cheques del ejemplo tendría que levantar el supervisor para comprobar si cumplen la norma? Los procedimientos a emplear son razonamientos del tipo lógica proposicional de modo que "p" es un cheque de $50 o más ("no p" es un cheque de menos valor) y "q" son los cheques aprobados o no. La norma se concreta en razonamientos del tipo "Si p entonces q". Deberían comprobarse los cheques 1 y 4; no hace falta ninguna comprobación en los cheques 2 y 3. Wason ha recogido las siguientes observaciones en estudiantes universitarios de psicología y estadística (College, Londres)[4]:
-siempre se vuelve 1 y nunca 2,
-60/75% volvían 3 (no era necesario),
-una minoría volvía 4 (si era necesario).
En su obra de 1955, con Inhelder, De la logique de l’enfant à la logique de l’adolescent, expone cómo se van construyendo las estructuras formales. Tomemos el ejemplo del juego del billar. El resultado de los golpes "x" e "y" son vistos por los adolescentes como lógicamente necesarios, frente a los niños que simplemente describen el resultado: "salió por aquí y volvió por allí" (Wirt, cinco años), pero no deducen el resultado ni hacen hipótesis.
No hay que negar la importancia que concede Piaget a la lógica que se aplica a los hechos físicos, ni tampoco que lo que a él le interesaba era el pensamiento científico, por lo que sus experiencias tienen siempre tal objetivo final.

2) Razonamiento hipotético-deductivo.
Ya se ha hecho referencia a esto en el ejemplo anterior. Así lo describe Piaget: "Mediante la diferenciación entre la forma y contenido, el sujeto llega a ser capaz de razonar correctamente sobre proposiciones en las que él no cree. Llega a ser capaz de extraer las conclusiones necesarias a partir de verdades que sólo son meramente posibles, lo cual constituye el principio del pensamiento hipotético-deductivo o pensamiento formal". Es tal la fuerza de las estructuras formales que hasta se puede prescindir de la falsedad de las premisas con tal de obtener la solución lógica, como ha puesto de manifiesto Kagan[5] en el siguiente ejemplo:
"Todas los serpientes de tres patas son moradas;
Tengo escondida una serpiente de tres patas;
Adivina de qué color es".
Seguramente aquí lo real se subordina a lo posible, que es lo primordial, el razonamiento no depende del contenido de la experiencia, sino de la forma.
Otro ejemplo es el llamado "problema de las plantas", cuya solución requiere el control de variables, decidiendo cuáles correlacionan sistemáticamente con un efecto.

3) Pensamiento abstracto.
Los adolescentes se manejan bien con símbolos, sin necesidad de objetos reales, como en ejemplos similares a este:
"Existe A, si y sólo si existe B.
Existe A. 
Conclusión: existe B".
O los mucho más complejos y abstractos del estilo del siguiente:
"En una fiesta, sólo había cuatro recipientes de comida. El primero contenía arroz; el segundo, pollo; el tercero, tomates; el cuarto, setas. En la fiesta todos comieron algo. Algunos comieron sólo de un recipiente, otros de dos; algunos comieron de tres y una persona comió de los cuatro recipientes. Todos comieron una mezcla diferente de comida. ¿Cuál es el número máximo de personas que pudo haber asistido a la fiesta y que es lo que comió cada una?"[6]Hacía los catorce años terminan resolviéndolos, según ofrece Roy en la página 161:

Personas invitadas como máximo: 15
¿Qué comió cada una?

     Platos por número de invitados                          Contenido de los platos
            1                                                                    Arroz
            2                                                                    Pollo
            3                                                                    Tomates
4                                                                    Setas
5                                                                    Arroz y pollo
6                                                                    Arroz y tomates
7                                                                    Arroz y setas
8                                                                    Pollo y tomates
9                                                                    Pollo y setas
10                                                                  Tomates y setas
11                                                                  Arroz, pollo y tomates
12                                                                  Arroz, pollo y setas
13                                                                  Arroz, tomates y setas
14                                                                  Pollo, tomates y setas
15                                                                  Arroz, pollo, tomates y setas

4) Metapensamiento.
Los adolescentes distinguen entre su pensamiento y el de otros, pudiendo reflexionar sobre las teorías de otros y dar un juicio de valor de las mismas. Tienen ya autoconciencia, dándose cuenta de lo que hacen los otros y pudiendo analizar su propio mundo interior. Una buena síntesis de todo esto lo ofrece Lutte: "Los adolescentes pueden expresar sus valores, sus ideales, en términos abstractos como libertad, igualdad, justicia, lealtad. Son más capaces de aprendizajes que impliquen símbolos y no cosas concretas, de comprender la demostración matemática, el álgebra, de acceder a la noción de ley, y de adquirir el sentido científico e histórico, de resumir en unas pocas líneas lo esencial de un texto"[7].

En cuanto al desarrollo del pensamiento, Piaget  propone la teoría, cognitivo-evolutiva, según la cual el pensamiento tiene una evolución desde el nacimiento del ser humano hasta la adquisición de las estructuras o formas que organizan su comprensión de la realidad. Es importante señalar que cuando sus estructuras operativas no pueden interpretar el mundo externo, esto produce cambios en ellas con el fin de adaptarse a la información nueva, pudiendo así asimilarla y conocer. Tal adquisición pasa por cuatro niveles o estadios: sensorio-motor, preoperacional, operaciones concretas y operaciones formales.

Observaciones.

Las teorías de Piaget se proponen en la década de los años 50, siendo lógico pensar que en más de medio siglo transcurrido se tendrán nuevas experiencias que las limiten. Señalaré algunas a modo de ejemplo.

A) Piaget pone el acento en la lógica, pero el pensamiento y el aprendizaje son mucho más complejos, no razonando todos de este modo formal. Por eso hay que clarificarlo más y, en cualquier caso, estos análisis aparecen incompletos. Hay que tomar también en cuenta el pensamiento dialéctico y la contradicción en la vida: “Verdaderamente, incluso en sus actividades científicas los investigadores utilizan raramente la lógica proposicional del cuarto período de Piaget... Tal forma de pensamiento es el último proceder de una investigación científica, al que se recurre cuando el pensamiento intuitivo se revela inadecuado. Las actividades científicas se caracterizan por el manejo feliz de las contradicciones ... Por todas estas razones la teoría de Piaget describe el pensamiento en su alineación de sus bases creadoras y dialécticas ... refleja los objetivos de nuestro sistema escolar superior que a su vez reproduce los aspectos no artísticos y no creativos de la historia intelectual del hombre occidental”[8].

B) Quizás el pensamiento formal se da en individuos de las sociedades occidentales hacia los quince-dieciséis años, pero ¿también en las otras culturas? Esto no lo estudió Piaget, aunque hay tendencia a generalizar.

C) En cuanto a la transición de un estadio a otro se produce variaciones entre los individuos, lo que indica que pueden existir otro tipo de variables.

D) En las estructuras formales intervienen variables como el sexo. Por ejemplo, si se cree que los niños se inclinan más a las ciencias que las niñas (más interesadas en lo humanístico) esto contribuye a exigir más conocimientos básicos o mayor cultivo de estas capacidades a los primeros, lo que conduce a resultados más exitosos en el ámbito matemático y científico.

Otra variable es el nivel de instrucción y su correlación con el pensamiento formal, aunque lo discutan muchos investigadores.
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También influye la clase de educación que se da a los sujetos. La orientación dogmática parece que no favorece el desarrollo del pensamiento formal, mientras que sí lo hace el confrontar ideas y opiniones, relativizar el conocimiento, o impulsar la autonomía y la reflexión.

E) El conocimiento se adquiere en un contexto social más que individual (o no sólo individual), y se construye socialmente a través de la relaciones con los otros. Aquí se constata la radical diferencia de Piaget con Vigotski, con su tesis del origen social del conocimiento, que después se integra en lo individual: "En el desarrollo cultural del niño, toda función aparece dos veces: primero a nivel social y más tarde a nivel individual; primero entre personas (interpsicológica)[9], y después en el interior del propio niño (intrapsicológica)". Por eso los recursos que ofrezca la sociedad son fundamentales.

F) ¿El desarrollo cognitivo finaliza en la adolescencia o es un proceso que se da durante toda la vida? El pensamiento formal adquirido entre los quince-veinte años parece mantener cierta estabilidad en la vida adulta, aunque el nivel de educación influye con toda certeza.

Julián Arroyo Pomeda


[1] Lutte, G., Liberar la adolescencia. Herder, Barcelona 1991.
[2] Aberastury, A. y Knobel, M., La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico. Paidós, Buenos Aires 1985, p. 23.
[3] Aberastury, A., “El adolescente y la libertad”, Revista uruguaya de psicoanálisis, 1969, XI 02 (On line).
[4] Wason, P. C., “Reasoning about a rule”, Quarterley Journal of Experimental Psychology, 1968, 20, 273-281.
[5] Kagan, J., “A conception of early adolescence”, en Kagan, J. y Cole, R. L. (Eds.), 12 to 16: Early adolescence. Norton, N. Y. 1972
[6] Tomado de Roy Hopkins, p. 160
[7] Lutte, G., Op. cit., p. 100.
[8] Riegel, K. F., Dialectic operations: the final period of cognitive development, “Human development”, 18, 181-193. Tomado de Lutte, G., Op. Cit., p. 113.
[9]  Citado en Rivière, A., La psicología de Vigotski. Visor, Madrid 1985, p. 43.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Adolescencia: desarrollo psicológico e implicaciones en la enseñanza de las materias filosóficas. La adolescencia (I)

No te quedes inmóvil/ al borde del camino/ no congeles el júbilo/
no quieras con desgana/ no te salves ahora/ ni nunca/ no te salves…(Mario Benedetti, “No te salves”, incluido en su libro El amor, las mujeres y la vida, Editorial Sudamericana, 1995).

Planteamiento

E
n el sistema educativo español actual enseñanza básica, obligatoria y gratuita, comprende diez años de escolaridad (de seis a dieciséis) con un primer tramo de Primaria (6 a 12: seis cursos académicos) y la Secundaria obligatoria (de doce a dieciséis: cuatro cursos académicos.

A su vez, la educación Secundaria tiene cuatro cursos de enseñanza básica (12 a 16), más dos cursos de Bachillerato (16 a 18 años) y la formación específica de grado medio con un conjunto de ciclos formativos (a la formación de grado medio se accede con el título de Graduado en Enseñanza Secundaria; a la de grado superior, con el título de Bachillerato en relación con la ley anterior LOE).

Las enseñanzas secundarias y su currículo "han de ajustarse a los condicionamientos de la evolución y del aprendizaje de los alumnos" (Real Decreto 1007/1991, 14 de junio; BOE 26 de junio de 1991, página 21193). El momento evolutivo están entre los doce y los dieciséis años, que se corresponde "con la preadolescencia y la primera adolescencia", indica el Real Decreto citado.

En ellos "se producen importantes cambios fisiológicos, psicológicos y sociales", a los que debe atender la etapa, mediante "los elementos educativos de orden cognitivo, afectivo, social y moral que les permitirán desarrollarse de forma equilibrada e incorporarse a la sociedad con autonomía y responsabilidad" (Real Decreto citado, página 21194).

Desde estas bases cabe plantear el desarrollo psicológico de los adolescentes, puesto que la etapa de enseñanza secundaria comprende prácticamente el período completo de la adolescencia, desde los doce a los dieciocho años. Más en concreto, las materias filosóficas se sitúan entre los quince-dieciséis a dieciocho años.

Ahora que las autoridades de Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, con su titular a la cabeza, celebran los resultados del Informe Pisa 2015, referidas a España, en comprensión lectora y matemáticas, arrimando el ascua a su sardina, claro, aunque sea falso, conviene recordar que no respaldan la actual ley de educación LOMCE, sino precisamente a lo anterior LOE del Gobierno de Rodríguez Zapatero, todo hay que decirlo. Se trata de estudiantes de 15 años, que forman parte de la adolescencia como etapa de desarrollo humano.

La adolescencia.

E
l primer investigador y pionero de la adolescencia fue el norteamericano G. S. Hall[1], que ofreció un tratado completo de 1374 páginas, en dos volúmenes, en 1904, con el título Adolescence. Desde entonces los analistas tratan de establecer una definición de la misma, con validez universal.
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Hay prácticamente acuerdo general en el comienzo, apoyándose en el elemento objetivo de los cambios fisiológicos que se producen en el cuerpo de niños y niñas con la aparición de la pubertad, en torno a los doce-trece años. De aquí que sea costumbre describir la adolescencia como el periodo de transición entre la infancia y la edad adulta. Roy Hopkins[2] subtitula su libro de adolescencia como "años de transición", precisamente. Otros se refieren a su "carácter fronterizo" (Carretero: 1995, págs. 10 y 34)[3].

Existe, en cambio, menos acuerdo en el momento final, que oscila entre los dieciocho-veinte años[4], siendo razonable pensar que cada vez se prolongará más, debido al patrón madurez o estado de adulto en el que el individuo goza de autonomía, también económica, y se vale por sí mismo.

La escolaridad y la entrada en el mundo del trabajo han modificado la consideración de la adolescencia. Hasta la Revolución industrial (segunda mitad del siglo XVIII) los niños carecían de escuela (obligatoria) y el trabajo comenzaba a edades muy tempranas, y a partir de los siete años. A finales del siglo XIX, la industria exigía capacitación y formación para trabajar, por lo que aparece la "escolaridad obligatoria" hasta los catorce años y posteriormente hasta los dieciséis o dieciocho. Esto explica el retraso de la etapa de adolescencia, pues todavía quedan años de bachillerato, formación profesional o universitaria.

Ni siquiera es un término universal la adolescencia, limitándose a las sociedades occidentales. Como pusieron de manifiesto los estudios de M. Mead[5] hay diferencias entre las sociedades primitivas y las modernas, y ni siquiera se dan entre los samoanos las tensiones y angustias psicológicas relacionadas con la emotividad que suele desencadenar la adolescencia. Los datos empíricos no permiten confirmar los conflictos y los trastornos, y demás tópicos sobre la adolescencia, pero, además, se suceden secuencialmente, por lo que no resulta tan difícil ir superándolos. Véase un ejemplo de conducta adolescente socioculturalmente prescrita en las islas Dobu. Allí los jóvenes adolescentes varones no pueden entrar en su casa después de la pubertad, para que cada noche duerman en la casa de una joven soltera, con la condición de salir, sin ser visto antes del amanecer. De este modo extienden sus favores sexuales, lo que sólo terminarán cuando sean atrapados. "El matrimonio se pone en movimiento por un acto hostil de la suegra, al bloquear está con su propio cuerpo la puerta de la casa en la que el joven ha estado durmiendo con su hija. En este momento el joven es atrapado para celebrar la ceremonia pública de los esponsales... El que el joven sea al final atrapado suele deberse a que está ya cansado de vagabundear y a que se ha establecido una relación más constante. De todas maneras, nunca se espera que él esté preparado para soportar las obligaciones del matrimonio y es la vieja bruja, su futura suegra, la que le fuerza a dar el último paso, situándose en la puerta de entrada”[6].

No sólo no es claro su límite final, sino tampoco la etapa como tal, que algunos dudan de que exista. En este sentido escribe Kaplan: "Entre los momentos finales de la infancia y la futura adulterio de se encuentra esa época ambigua de la vida que llamamos adolescencia. En contraste con la objetiva claridad de una palabra como ‘pubertad’ -la condición biológica de haber adquirido madurez genital y la capacidad funcional de reproducirse- el término ‘adolescencia’ engloba todas las incertidumbres con optativas del crecimiento emocional y social. Hay poca discusión sobre la existencia de la pubertad. Incluso los expertos que cuestionan la existencia de la adolescencia concuerdan en que, por regla general, las niñas llegan a la pubertad entre los catorce y los dieciséis años y los varones entre los quince y los diecisiete, en ambos casos con uno o dos años de margen. La adolescencia, en cambio, es un concepto ampliamente debatido. Aceptando que realmente existan -cosa que no todos admiten- puede tener cualquier duración, desde una semana hasta los diez años que abarca, aproximadamente, en las sociedades occidentales contemporáneos"[7]
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Parece que en lo sucesivo la adolescencia seguirá siendo cada vez más larga: "ha ganado terreno a la infancia por una parte y a la madurez por otra"[8]. Incluso algunos creen que la posmodernidad propone a la adolescencia como paradigma social. Estéticamente el modelo de belleza es lo adolescente, por lo que se trata de serlo mientras se pueda, empleando toda suerte de medios para prolongar la eterna juventud, incluida su música, sus bailes, su forma de hablar, los comportamientos y referencias, etc. Pinillos la percibe como un modo de ser: "cabe sospechar que en las postrimerías de la modernidad la adolescencia ha dejado o está dejando de ser una etapa del ciclo vital para convertirse en un modo de ser que amenaza con envolver a la totalidad del cuerpo social"[9]. Y Fienkielkraut la ve como un fenómeno social: "La batalla ha sido violenta, pero lo que hoy se denomina comunicación demuestra que el hemisferio no verbal ha acabado por vencer, el clip ha dominado a la conversación, la sociedad ‘ha acabado por volverse adolescente’"[10].  Dolto habla de ella incluso como institución: "Antes de 1939, la adolescencia era contada por los escritores como una crisis subjetiva: uno se rebela contra los padres y las obligaciones de la sociedad, en tanto que, a su vez, sueña con llegar a ser rápidamente un adulto para hacer como ellos. Después de 1950, la adolescencia ya no es considerada como una crisis, sino como un estado. Es en cierto modo institucionalizada como una experiencia filosófica, un paso obligado de la conciencia"[11]. Qué lejos queda entonces su sentido etimológico. Adolescere en latín significaba "ir creciendo" o "convertirse en adulto” (adultum es el participio). En este sentido Stone y Church la conceptualizan como "persona en crecimiento" (growing person).

Como muestra de la complejidad del tema se encuentran analistas de la adolescencia que distinguen en ella tres y cinco estadios, como Sullivan y Bloss[12]. En todo caso, se trata de una etapa importante de la vida en la que se va adquiriendo la personalidad mediante la resolución de temas claves como la identidad, el sistema de valores, la autonomía e independencia de los adultos o la toma de decisiones sobre lo que se pretende ser en la vida. Por eso es necesario contemplarla con gran atención.

La adolescencia no parece un curso natural de desarrollo humano, sino una construcción social e histórica. Desde esta tesis pueden ser valoradas las teorías sobre la etapa. Porque el problema principal es el de establecer una teoría que explique los datos empíricos disponibles. En general, se han organizado las teorías en tres grupos. El primero tiene una línea biológica, considerándola como una fase natural y universal del desarrollo de los seres humanos. El segundo, una línea cultural para explicar la personalidad y la evolución de las sociedades. El tercero, una línea histórica y cultural. Las dos últimas son las más aceptadas, encontrándose superada la primera. Igualmente, es muy probable que la asunción de responsabilidades individuales y sociales sea la base de la maduración y el desarrollo personal. Por eso la introducción progresiva de responsabilidades reales y concretas no es sólo un hecho educativo sino que también es necesario e imprescindible.
Así puede superarse la situación sentida por los adolescentes de ser adultos biológicamente, aunque socialmente no se considere esa madurez.

Julián Arroyo Pomeda




[1] Hall, G. S., Adolescence. Its psychology and its relations to Physiology, Sociology, Sex, Crime, Religion and Education. 2 vols. New York, Appleton-Century-Crofts 1904.
[2] Roy Hopkins, J., Adolescencia. Años de transición. Pirámide, Madrid 1987.
[3] Carretero, M., Palacios, J. Y Marchesi, A., (Compiladores), Psicología evolutiva. 3. Adolescencia, madurez y senectud. Alianza, Madrid 1995.
[4] Stone, L. J. y Church, J., El adolescente de 13 a 20 años. Paidós, B. Aires 1968.
[5] Mead, M., Coming of Age in Samoa. W. Morrow and Co., N. Y. 1928.
Mead, M., “Adolescence in primitive and in modern society”, en Maccoby, Newcomb y Hartley (edits), Readins in social psychology. Holt, N. Y. 1958.
[6] Tomado de Roy Hopkins, p. 288.
[7] Kaplan, L., Adolescencia. El adiós a la infancia. Pianos, Buenos Aires 1991, p. 23.
[8] Aries, P., Centuries of childhood: A social history of the family. Randon House, N. Y. 1962, p. 20.
[9] Pinillos, J. L., “La adolescencia en las postrimerías de la modernidad”, en Psicopatología 10. Madrid 1990.
[10] Finkielkraut, A., La derrota del pensamiento. Anagrama, Barcelona 1999, p. 128.
[11] Dolto, F., La causa de los adolescentes. Seix Barral, Barcelona 1990, p. 45.
[12] Sullivan, H. S., “An interpersonal approach to adolescence”, en Guardo, C. J. (Dir), The adolescent as individual: issues and insights. Harper and Row, N. Y. 1975.
Bloss, P., On adolescent: a psychoanalytic interpretation. The Free Press, Glencoe 1962

domingo, 11 de diciembre de 2016

El problema de la justificación de los valores


¿

Cómo justificar los enunciados normativos? Se trata de enunciados que no describen cómo son las cosas: cómo razonar, refle­xionar, pensar; sino que prescriben cómo deben ser: cómo hay que razonar, pensar, proceder, etc. En ellos hay, pues, referencia, a valores, normas, leyes, es decir, al mundo ético. Su problema es carecer de una base empírica, apoyada en hechos. Hay un abismo entre hechos y valores, o entre lo normativo y lo empírico.

Hasta no hace mucho se creía en un referente de fundamen­tación absoluta. Ahora, que no se suele aceptar esto, sólo queda: a) fundamentarlos en hechos (lo que no es posible), b) mante­nerlos en un discreto relativismo o escepticismo. Sin embargo existe todavía una tercera posición, su remisión al consenso social.

Un planteamiento similar puede aplicarse al orden político. Es el tema de la legitimación. Sólo cuando un orden político es legítimo, es decir, justo, razonable, garantizador del bien común, los ciudadanos creen en la institución y la obedecen. Importa, pues, el modo de legitimarlo.
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Que no existe un único principio (trascendente, si se quiere) lo prueba la realidad del conflicto de valores, que permite, por otra parte, la libertad de elegir y la necesidad de hacerlo. Ahora bien, cuando yo elijo, mi posición tampoco puede ser absoluta (es limitada) y, por tanto, tengo que contar con las otras posturas que me interpelan. Ante un conflicto no superable hay que tomar posi­ción. Esto no sucede en la vida cotidiana, no se piensa en ella en la existencia de valores hostiles. Para Weber, es necesario “tomar conciencia de tales antagonismos y de comprender que toda acción indivi­dual y, en último término, la vida entera -a condi­ción de que no fluya como un fenómeno de la natura­leza, sino que sea llevada con plena consciencia- no constituye más que una cadena de decisiones últimas gracias a las cuales el alma escoge su propio desti­no, al igual que en Platón"[1] .

La concepción tradicional carece de fuerza a partir de lo que Weber denomina el desencanto del mundo (Entzauberung der Welt). El mundo no se encuentra ya ocupado por lo sacro, que ha sido expulsado de él para introducir el capital y lo material, en general, que es ahora totalmente profano. Los seres humanos están, pues, desencantados y tienen que vivir en medio de la burocracia y las técnicas, las cuales han profanado las raíces sagradas del mundo. Algunos acuden ahora al relativismo cultural o etnocentrismo: una acción es válida cuando coincide con los valores de la comunidad con la que me identifico, Rorty entra en esta posición: tenemos que justificarnos ante el grupo social al que pertenecemos y en virtud del cual podemos decir ‘nosotros’: “Por tanto, la identificación kantiana con una conciencia transcultural y ahistórica es sustituida por una identificación cuasi-hegeliana con nuestra comunidad, entendida como un producto histórico. Para la teoría social pragmática la cuestión de si la justificabilidad ante la comunidad con la que nos identificamos supone verdad, es simplemente irrelevante"[2] .

También los hechos invalidan tal posición, pues se siguen produciendo en una misma comunidad conflictos de valores, que Rorty resuelve remitiendo a márgenes de tolerancia y a la sana libertad individual, claro. Así pues, es necesario buscar un criterio racional para analizar las legitimaciones existentes, que tendrá que ser resultante de un proceso histórico y, además, no debe tomarse a la ligera, como reconoce el propio Rorty: "fomentar la ligereza en torno a viejos tópicos filosóficos tradicionales tiene el mismo objetivo que el adoptar una actitud ligera con respecto de cuestiones teológicas tradicionales. […] esa superficialidad filosófica y esa ligereza contribuyen al desencanto del mundo. Ayuda a que los habitantes del mundo sean más pragmáticos, más tolerantes, más receptivos a las demandas de la racionalidad instrumental"[3].

En una concepción individualista del poder político, éste se orienta a intereses particulares, lo que es difícil­mente justificable como capacidad de individuos aislados; ahora bien, un poder dirigido a realizar fines sociales y colectivos y a garantizar un orden social más justo sí es posible de legitimar.
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Ahora se presenta la legitimidad en un mundo desencantado. La civiliza­ción occidental consiste en un conjunto de fenómenos cultura­les sin punto de retorno: "El hijo del mundo cultural europeo moderno que se pro­ponga abordar los problemas de la historia universal, inevitable y justificadamente tendrá que considerar esta problemática del siguiente modo: ¿Qué serie de circuns­tancias han conducido a que en Occidente, y sólo aquí, hayan surgido fenómenos culturales en los cuales existe (por lo menos así nos gustaría representárnoslo) una dirección de desarrollo con significado y validez univer­sal?"[4].
Occidente representa, entre otros fenómenos, la ciencia, el derecho, la organización (capitalista) de la economía, la literatura, el Estado. Todo esto supone un nuevo proceso de racionalización posterior al desencanto del mundo. Irrumpe un politeísmo de valores, produciéndose la crisis a todos los niveles. ¿Es posible una nueva justificación desde principios universales, que sin apelar a lo trascendente organice inter­namente la vida social y que sean aceptados por el sujeto racional? Este es el reto: la racionalidad posmetafísica.

Es posible una justificación escéptica del universa­lismo (escéptica: cuentan las demás posturas, al no ser la mía absoluta) en la que nos apoyemos para decidir proyectos de vida buena, contando con las consecuencias (ética de la res­ponsabilidad) que se seguirán de mis acciones, desde el marco de los imperativos (ética de las convicciones). Las conviccio­nes no marcan la decisión correcta en las diversas circunstan­cias, siendo uno mismo el que opta entre los valores en pugna: "Tenemos que ver con claridad que toda acción puede ajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí e irremediablemente opuestas: puede orien­tarse conforme a la 'ética de la convicción' o con­forme a la 'ética de la responsabilidad' [gesin­nungsethish oder verantwortungsethish]. […] hay una diferencia abismal entre obrar según la máxima de una ética de la convicción, tal como la que ordena (religiosamente hablando) 'el cristiano obra bien y deja el resultado en manos de Dios' o según una máxima de la ética de la responsa­bilidad, como la que ordena tener en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción"[5].

No tiene sentido recurrir al neocontractualismo, pues pactos y consensos podrán legitimar un derecho, pero no determinar su contenido. Tampoco al relativismo, pues los valores culturales no se identifican con la universalidad. Hay que convivir con la pluralidad (las pretensiones absolutistas de la razón la sacrifican), pero hay imperativos éticos que transcienden los contextos particula­res.
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Puede aceptarse que los juicios de valor se basan en una decisión (no en una verdad), pero requieren la crítica racio­nal que los modifique y corrija desde la pluralidad: “los ideales supremos que más nos conmueven, sólo se manifiestan en todo tiempo gra­cias a la lucha con otros ideales, los cuales son tan sagrados como los nuestros"[6].

Sin la crítica racional, la decisión podría ser un simple sentimiento y los valores no son sentimientos porque no care­cen de objetividad: “el conocimiento de su verdadero sentido constituye, por el contrario, la premisa de todas las discusiones útiles de este tipo. Presuponen simplemente la compren­sión de la posibilidad de valoraciones últimas, que en principio ofrecen una divergencia inconciliable. Porque no sólo 'comprenderlo todo' significa 'perdonarlo todo', como tampoco la simple comprensión del punto de vista del contrario conduce a aprobarla, sino que nos conduce con la misma facilidad, y a menudo con mayor probabilidad, a darnos cuenta de la imposibilidad de un mutuo acuerdo, de la causa y del punto que lo impide"[7].

Julián Arroyo Pomeda





[1] Ensayos meto­dológicos. Barcelona, Península 1984, pp. 71-2)
[2] "La prima­cía de la democracia frente a la filosofía", Sociológica. Revista de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapot­zalco, 2,3 (1986-7), p.107)
[3] Ib., p. 125
[4] Weber, M., Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziolo­gie, I. Tubinga, J.C.B. Mohr, 978, p. I
[5] Weber, M., "La política como vocación", en El político y el científico. Madrid, Alianza 1981, pp. 163-4
[6] Weber, M., La acción social: Ensayos metodológicos. Barcelona, Península 1984, pp. 121-2
[7] Weber, M., La acción ..., pp. 66-7