Difícilmente puede sorprendernos
ya algo de lo que piense el obispo de Alcalá de Henares, Reig Pla. Cual cruzado del siglo
XXI, ataca ahora de nuevo y a buen seguro que morirá con las botas puestas bien
relucientes.
El pasado 25 hemos podido leer su
nuevo texto, "Llamar a las cosas por su nombre. Un verdadero reto para los
católicos". Su tema, la retirada de la reforma de la ley del aborto por el
Gobierno del Partido Popular. Tanto el fondo como la forma no tienen desperdicio
y son, en mi opinión, constitutivamente un error. Veámoslo con detalle.
El diagnóstico
El punto de partida básico es la
concepción de la interrupción del embarazo como "la muerte de un
inocente", que se denomina de diversas maneras, todas absolutamente tétricas: "holocausto
silencioso", aplastamiento del más débil, horror, crimen abominable,
decapitación, troceamiento, "muerte directa y deliberada". Esto es
llamar a las cosas por su nombre. El caso es que esto se hace con un tejido
(hijo, lo llama el prelado) que está "por nacer". Si no ha nacido, si
no es todavía, ¿cómo se pueden sacar semejantes consecuencias?
Hay que denunciar este crimen y,
al mismo tiempo, ser misericordioso con las mujeres que lo cometen. No me
parece creíble que haya que tener misericordia con un sujeto criminal, seguramente
por ello se exige a la autoridad civil que lo impida.
Aquí hay un extraño salto desde el ámbito religioso al civil.
Entiendo que su confesión religiosa exija al mundo católico y a quienes
pertenezcan a ella que no haga esto, pero ¿por qué exigirlo igualmente al
civil? Esta es la cuestión, la incapacidad de
separar el universo religioso del universo civil, o, más sencillamente, la no
aceptación de la separación entre
Iglesia y Estado. Algunos se siguen moviendo en el Imperio Cristiano de
Occidente. Desconocen la Ilustración, la modernidad y la autonomía de la razón,
o, simplemente, no han acabado de aceptarlas, por lo que viven aún como
medievales. Primero hay que ingerir el alimento para poder hacer después su
digestión. En el mejor de los casos, hay, todavía, dos poderes, permaneciendo
el Estado a disposición del poder espiritual, ya que el Emperador es investido
por el Papa. Ahora bien, el brazo civil es importante en la sociedad, que se
organiza de acuerdo con este referente, aunque un gobernante podrá engañar a
los ciudadanos, pero nunca a Dios, como proclamaba una de las pancartas de
protesta recientemente. "Los partidos políticos mayoritarios se han
constituido en verdaderas <<estructuras de pecado>>", según
monseñor Reig Pla.
Con la acción criminal del aborto
estamos "ante una verdadera crisis de civilización". Para atajar
semejante situación en la Iglesia católica podría establecer, incluso, la
excomunión de los responsables.
La solución
El obispo Reig Pla no se conforma
con su tremendista denuncia, sino que, a la vez, propone una serie de orientaciones civiles y religiosas.
1) Al Presidente del Gobierno -el
responsable definitivo- le exige: a) lealtad a su electorado, cumpliendo lo que
prometió en el programa electoral; b) sensatez, pues matar a un inocente es un
acto de insensatez y de locura; c) decir la verdad, puesto que con la mayoría
absoluta puede hacer lo que considere necesario, aunque no haya consenso. Así
ha actuado en otras muchas reformas "infinitamente menos
importantes".
2) Al Partido Popular le pide que
se desinfecte del lobby LEGBTQ.
3) Al Jefe de la Oposición, rigor
intelectual y sensibilidad.
4) Al "tren de la
libertad", que deje de ser el tren de la muerte y del holocausto.
5) Crear un Partido que defienda
"sin fisuras el derecho a la vida".
6) Otra serie de acciones, como
evangelización, educación sexual, abolición de las leyes que permiten el
aborto, respuestas civiles e iniciativas políticas, conversión, en una palabra
de las estructuras de pecado.
Algunas reflexiones
¿Por qué no pensar en las
situaciones reales que puede llevar a una persona a abortar, en lugar de
permanecer siempre en el mismo carril? No todas las situaciones son las mismas,
desde luego, habrá que matizar. Ahora bien, hay casos sangrantes, a los que
parece que no se da ninguna importancia.
Uno de los casos más duros es el
de la violación. ¿Por qué obligar a
una mujer a soportar toda su vida el fruto de una agresión sexual, cuando ha
sido víctima de su verdugo? Entiendo que deberían establecerse políticas de
todas clases, especialmente educativas, culturales y sociales, que impidieran
tales abusos. Bienvenida sea cualquier institución que se implique en esto, la
Iglesia también, los obispos y los confesores. Ninguna clase de pederastia
puede tolerarse y, desgraciadamente, hay creencias religiosas que de esto saben
mucho.
El caso de malformaciones irreversibles, que convertirán la vida de una
persona en un sufrimiento permanente para él ella y todos cuantos lo rodean. La
detección sanitaria temprana debería contar con todos los apoyos tecnológicos
que pudieran evitarla. No vale escatimar aquí ningún esfuerzo de políticas
sanitarias.
El caso de la necesidad económica extrema, que no se resolverá razonablemente en
un espacio temporal próximo, por lo que no podría ofrecer al nasciturus condiciones de vida digna
para poder crecer y desarrollarse adecuadamente. Una educación sexual no
mojigata, sana y libre, podría contribuir a que no sucediera lo que luego no vaya
a tener remedio, así como el reconocimiento del derecho a un empleo libre y los
medios para con seguirlo, que es la responsabilidad del Estado para con sus
ciudadanos.
El caso del peligro cierto y objetivo de la vida de la madre. ¿Cómo decidir
entre un embrión y la persona que lo lleva en su seno y lo alimenta? ¿Salvamos
a uno a costa de la muerte de la otra, que tiene conciencia? Que nadie me habla
de del cien por cien de seguridad, que no existe, pero si hay niveles fiables.
Tiene que prevalecer el derecho a la integridad de la madre en caso de conflicto.
Igualmente hay que tener en cuenta la salud mental de las mujeres, además de la
física.
El respeto al derecho a decidir de las personas sobre su propio cuerpo exige
igualdad de trato con las mismas. Ninguna institución debe presionar a las
mujeres en un caso tan difícil, doloroso y traumático, como es el aborto. Al
contrario, la sociedad tiene que proteger estas situaciones que nadie quiere, por
no ser ningún plato de gusto.
Hace falta mucho sosiego y
claridad sobre el tema, sin actuaciones viscerales, ni ideológicas. Claridad
para saber que el aborto es la interrupción del embarazo con la exclusión del
no nacido, todavía inviable. En esto hay que ser lúcidos y civilizados, ante
todo, para no imponer ningún tipo de penalización legal, desdramatizando los
hechos. Vivir en sociedad obliga a observar una línea de conducta con los
demás, según Stuart Mill, sin perjudicar sus derechos.
En cuanto a la expresión
literaria, las formas son de lo más
impropio de un prelado católico. A pesar de la forzada cortesía -"con
todo respeto a su persona", "sin juzgar a las personas",
"voz sosegada", etc., monseñor parece Júpiter tonante, lanzando
rayos, relámpagos y truenos desde la tribuna del púlpito: el Estado de derecho
se convierte en una dictadura, feminismo radical, denunciar crímenes
abominables, amenazar con la excomunión. Parece demasiado irritado monseñor
ante el aborto, cuando hay tantos temas por los que clamar proféticamente, en
lugar de permanecer todos estos años en silencio.
Como escribió el padre Isla, ante
la pregunta de si no ha existido fray Gerundio en el mundo: "predicadores
Gerundios, con fray y sin él, con don y sin don, con capilla y con bonete, en
fin, vestidos de largo de todos colores y de todas figuras, los ha habido, los
hay y los habrá, como así, si Dios no lo remedia" (Prólogo, 2).
Julián Arroyo Pomeda
Ilustraciones:www.información.es;www.abc.es; www.sodepaz.org; www.eljueves.es;es.toupool.com;www.elmonomudo.com;
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