En la revista "Religión y
Escuela", de junio-julio 2014, puede verse en la página 13 un recuadro con
este sorprendente titular: "La derecha está acabando con la enseñanza de
la religión en España".
Sorprende mucho tal
pronunciamiento, ya que la LOMCE parecía poner las cosas en su sitio,
impulsando esta disciplina, al dotar su correspondiente alternativa,
"Valores sociales y cívicos", o "Valores éticos", según la
etapa, y haber recuperado su evaluación. Esto se valora como "muy positivo", según Carlos
Esteban, director de la citada revista.
A pesar de todo, Esteban siempre
ha guardado una reserva prudente, añadiendo un todavía. En efecto, que sea
evaluable a todos los efectos y en términos iguales a las otras materias
fundamentales no puede asegurarse todavía.
Esta elemental prudencia queda
rota ahora con el citado titular, que en su segundo párrafo afirma ya sin
ambages: "la realidad es que la política que está llevando a cabo la
derecha es un paso aún más profundo en el laicismo educativo". Derecha y
laicismo son términos fuertes, que no dejan lugar a ninguna duda. Que sea,
precisamente, la derecha la que profundice en el laicismo es muy difícilmente
creíble, por lo que me parece solamente una afirmación retórica para despertar a
los dormidos, que ya consideraban ganada la batalla.
La derecha en España ha sido
siempre favorable a las creencias religiosas y sus partidarios son
mayoritariamente católicos, como debe ser, mientras que la izquierda con su
defensa del laicismo era el diablo en persona. No deja de tener su gracia una
de las primeras declaraciones del Papa Francisco, diciendo que él no era de
derechas y defendiendo el Estado laico. A la caverna derechosa la puso de los
nervios, pero parece que está calando en las conciencias satisfechas de muchos.
Nunca es tarde.
Los Acuerdos Iglesia-Estado
fueron un bálsamo en su tiempo y siguen esparciendo consecuencias en la
actualidad. El problema surge cuando uno se agarra a un clavo ardiendo, porque
acaba quemándose. Esto es, exactamente, lo que ha pasado, desgraciadamente, a
causa de efectos no deseados. En lugar de gastar todas las energías en refunfuñar
si se cumplen o no los Acuerdos en las distintas leyes educativas, el camino
debió ser otro, trabajar en demostrar el verdadero Estatuto de la enseñanza de
la religión en la escuela. Al no hacerlo así, se cometió un grave error, que
ahora se puede pagar.
En efecto, ¿es la religión una disciplina escolar? Esta es la cuestión y,
paralelamente, ¿por qué no impartir la Teología como una disciplina
universitaria de carácter civil para estar presente en las universidades del
Estado? Esto ocurre en otros países, por ejemplo, en Alemania y ha funcionado
bien. Creo que la respuesta está en el miedo de las instituciones episcopales a
la ciencia y a perder el control de la ortodoxia de quienes podrían enseñarla.
En su lugar se reservan las titulaciones a las universidades pontificias y
eclesiásticas para lo que se convierte cualquier institución en Universidad y
todo listo. Empezaron por los Institutos Superiores de Teología y han acabado
por crear, por ejemplo en Madrid, la Universidad San Dámaso, de lo que era el
antiguo Seminario para formar sacerdotes. Así nos va.
Sin embargo, siempre vuelve a la
burra al trigo. Así el sindicato APPRECE, que se distingue por la defensa del
profesorado de religión y su situación laboral, se mantiene inmóvil, sin
salirse de su propio carril. Sigue proclamando el derecho de los padres (artículo
27,3) e invocando el artículo 16,3 de la Constitución española. Después se
agarra a los Acuerdos de 1979 con la equiparación de la religión a las
asignaturas fundamentales. Esto es lo que denuncia por incumplimiento del
Ministerio. Piden una norma que regule la enseñanza de la religión en todo el
Estado y sus horarios mínimos, así como la oferta obligada de la religión en
todo el sistema no universitario, como hizo la LOMCE. Malo vendrá que bueno te
hará, dice el refrán. Ahora invocan la LOMCE del gobierno socialista de
Rodríguez Zapatero. He tenido que leerlo otra vez, porque no podía creérmelo.
Qué romos son algunos.
Todo este asunto debió haberse
resuelto hace mucho tiempo, pero no se hizo, tanto por comodidad, como porque a
los eclesiásticos les convenía dejarlo así, no para favorecer al profesorado de
religión, ni a la materia misma, -no hay que ser ingenuos- sino a sí mismos y a
la institución que representan, ofreciendo gato por liebre, como casi siempre.
Sólo va quedando ya o sacar la religión de la escuela, dado lo obsoleto de los
Acuerdos, que propician la alternativa con lo que la religión viene dependiendo
de la misma, o considerar el Estatuto
epistemológico de las manifestaciones religiosas como hecho histórico-cultural,
necesario para la formación integral de los estudiantes.
Ahora, sin Religión no habría
Ética, o "Valores éticos", pero esto tampoco es admisible, porque la
Ética es una rama ancestral del campo filosófico. La filosofía no puede seguir siendo esclava de nada. El intelecto
busca la fe (intellectus quaerens fidem)
o no la busca, dado que no es imprescindible para la naturaleza de tal
intelecto. Obligar a unos a cursar la
alternativa para garantizar el derecho de los otros a estudiar religión es una
contradicción. La singularidad de los Acuerdos es que se inclinaron por la
Jerarquía eclesiástica, como si el Estado siguiera considerándose confesional.
¿Qué clase de acuerdo es el que favorece sólo a una parte?
Parece que la alternativa
justifica la religión y la legítima con su inseparable suplemento que la
apuntala a cargo de las disciplinas filosóficas. Pues bien, la filosofía prefiere que la dejen a su modesta suerte, antes que
someterla a servidumbres y perversiones. No se puede tomar la moral en vano. La Ética tiene que ser simplemente
filosófica, sin religión. Sólo queda iniciar la Historia de las religiones,
porque no se debería olvidar que Dios escribe siempre derecho con renglones torcidos.
Julián Arroyo Pomeda
Ilustraciones: sin dioses. org, panoramio.com, engracia. es