Antonio Cañizares es un
hombre polémico como pocos, que no le importa pecar de imprudente, cuando se
trata de defender sus principios propios, aunque respete mucho menos los
ajenos. Arrimado permanentemente al poder (eclesiástico naturalmente), le fue
bien con los dos papas anteriores al actual, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Con
este último alcanza el Primado de Toledo y después fue nombrado Director del
Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Mucho sabía de
esto el Papa Ratzinger y confiaba plenamente en Cañizares, el cardenal de
hierro, para que le sucediera.
[www.público.es; Cañizares con la capa larga] |
Un hombre que se formó con Casiano Floristán y
perteneció en otro tiempo a la progresía católica, después del concilio
Vaticano II. Presume de ser un gran amigo de J. Martín Velasco, a quien admira
por su categoría intelectual. Seguro que Martín Velasco estará muy preocupado
por estas manifestaciones. Desde luego, la categoría intelectual de Martín
Velasco no tiene que ver con la nula categoría de la pesadez de la piedra que
es el cerebro de Cañizares. También se reclama del pensamiento del moderado y
modestísimo Antonio Palenzuela, que sólo llegó a Obispo de Segovia, aunque fue una
de las mentes privilegiadas de la Iglesia española en su momento. Nada que ver
con ninguno de los dos. A Cañizares le gusta hablar con contundencia, porque
tiene la verdad, pues que se la guarde, es lo mejor que podía hacer, si tiene
un ápice de humildad.
Más tarde se ocupará de
Liturgia, Culto divino y Sacramentos en el Vaticano. Le gusta decir que busca
el diálogo siempre y lo encuentra. Desde luego a mi no me están mostrando esto
en ningún momento, sino todo lo contrario. Éste hombre no sabe ser otra cosa
que un conservador cada vez más cerrado. Lo de progresista no le pega ni con
cola. ¿Cómo interpretar, si no, su afirmación de la ola laicista y relativista
que nos invade, arremetiendo contra la fe católica, la familia y la educación?
Debería estudiar qué es el laicismo, no en los catecismos, sino en mentes
abiertas que lo caracterizan como la libertad de conciencia, pero seguro que sonreirá,
si oye esto. Pues bendito sea.
[Cañizares con Francisco; www.eldiario.es 25/05/2016] |
Como quiera que sea, es
muy significativo que el Papa Francisco le haya enviado a Valencia, su tierra natal,
sin permitir que Cañizares tenga la ocurrencia de poner la hora de la Iglesia
española en consonancia con el reloj del actual Vaticano. Es un acierto
diplomático indiscutible.
Últimamente, Cañizares
parece obsesionado con la enseñanza de la religión en la escuela. En este
asunto muestra importantes limitaciones y errores de concepto considerables.
Algo quiero señalar, porque su insistente argumentación no es palabra de Dios,
ni mucho menos.
Cinco son los
principales argumentos, según Cañizares, para mantener la enseñanza religiosa
en la escuela. El primero se basa en la Constitución, que garantiza el derecho
de libertad religiosa, así como el derecho
a los padres para educar a sus hijos, según sus convicciones. La
Constitución española afirma el derecho a la enseñanza religiosa. Esto es
inapelable y la Iglesia lo reclama en nombre de los padres.
El artículo 27, al que
siempre se hace referencia en el asunto de la formación religiosa y moral, fue
una transacción en aras del consenso. Unos tuvieron que ceder en unas cosas y
otros, en otras. Gómez Llorente es el que más se esforzó en explicarlo y, al
final concluyó en que nunca ya se podía llegar a un acuerdo para la enseñanza
de la religión, porque cada vez tomaban el articulado a la letra, olvidando su
espíritu y sacando su cerrazón mental a la pública manifestación. No hay quien
pueda con el inmovilismo de la jerarquía católica, ni siquiera el Papa
Francisco, al que han respondido, poniendo como vicepresidente de la Conferencia
Episcopal al cardenal Cañizares, que es homófobo, xenófobo y machista.
El segundo argumento se
refiere a que en España el Estado es aconfesional, pero aconfesionalidad no es laicismo. Un colegio laico no puede dejar
de impartir religión, porque inculca el derecho de los padres.
¿Es acaso aconfesional el
Estado español? Ni siquiera eso. ¿Cómo proclamarse aconfesional y atender a las
creencias religiosas de la sociedad y las relaciones de cooperación con la
Iglesia Católica? ¿Aconfesional, manteniendo privilegios educativos,
económicos, fiscales y militares? ¿Por qué olvidamos que hay un arzobispo
castrense con sacerdotes que le sirven y que asciende con el resto de los
militares? Esto es escandaloso. ¿Cómo puede recaudar el Estado las donaciones a
la Iglesia en la Declaración de la renta?
La acusación de
laicismo carece de bases históricas. Véase a Rodolfo Llapas para quien la
escuela será laica, respetando la conciencia del niño, y no dogmática ni
sectaria, no podrá coaccionar las conciencias, sino respetarlas y liberarlas.
Laica o extraconfesional significa informar sobre la historia de las
religiones. El estado -llega a decir- facilitará a las familias que lo
soliciten una educación religiosa con subvenciones a sacerdotes, libros, locales,
etc., pero eso sí, fuera del ámbito escolar (Circular, 12 enero 1932). El
laicismo es, pues, un valor ético.
Laicidad significa neutralidad del Estado respecto a las creencias de la
sociedad, que no puede comprometerse con ninguna religión. Animosidad, ninguna.
Anticlericalismo es lo que produce Cañizares con sus informes.
El tercer argumento
habla de la concepción estatalista
de la educación. El Estado no es educador, sino que los padres están en su
derecho de educar a sus hijos en el centro educativo que elijan. La escuela
pública es titularidad del Estado, pero éste debe respetar los derechos de los
padres.
Es muy viejo ya acusar
de estatalismo. Sin embargo, habrá que seguir manteniendo, como doctrina, que
la educación pública es esencialmente
función del Estado, que de ninguna manera puede renunciar a ella, porque su
obligación es ofrecer las mismas posibilidades educativas a todos para lo que
tendrá que ser de calidad. No tiene sentido decir esto de quien propugna la
gestión educativa mediante la comunidad escolar, o una escuela pública
comunitaria. Es no querer entender nada de nada.
El cuarto argumento es
el rearme moral de la sociedad, su
humanización. Luego nos quejamos de la corrupción, que sólo podrá atajar una
educación moral de acuerdo con las propias condiciones.
Equiparar religión con inmoralidad no me parece de recibo.
¿Es que quien no sea creyente tampoco tiene moral, o es inmoral? Todo lo
contrario, cuando la educación deje de ser dogmática y catequista, es
obligación de todo educador ofrecer ideales de conducta y ejemplos de vida. La
Filosofía tiene mucho que decir sobre esto. El régimen franquista depuró a los
maestros republicanos por su ateísmo y neutralidad: había que sustituirlos por
maestros de órdenes religiosas. Éste sí que es un gran ejemplo moral negativo.
Ahora bien, se sigue afirmando que la Iglesia es una guardiana de la moral.
César o nada.
El quinto argumentó es
la necesidad de la formación integral
de las personas. Sin enseñanza de la religión no hay educación integral o completa. La campaña misma de la Conferencia
Episcopal, que se acaba de lanzar, desmiente la tesis. Con la religión se
pueden entender las claves -dicen- que han formado la historia, la política, el
arte, la cultura, las leyes. El buen entendedor se dará cuenta enseguida que
todo esto se puede aprender en los contenidos de estas materias que citan.
Por todo esto, concluye
Cañizares en defender la enseñanza religiosa con uñas y dientes.
Pero lo que ya riza el
rizo es que la Iglesia haga el currículo de la enseñanza de la religión
católica, que el Estado integra en su ley de educación, que nombre al
profesorado de religión, exigiendo al Estado que corra con sus nóminas, y se
permite despedir a quien no le parezca adecuado, responsabilizando al Estado de
los gastos de la denuncia y juicio, si pierde el Obispo de la diócesis
correspondiente. El feudalismo eclesiástico tiene sometido al Estado y ningún
gobierno se ha atrevido a denunciar tal atropello. Y encima se siguen quejando.
[Evolución de la enseñanza de la religión] |
Con ‘uñas y dientes’ no
se defiende la enseñanza escolar de la religión, cardenal Cañizares. Con
defensores de semejante talante, no me extraña que caigan los porcentajes,
porque el dogmatismo y la falta de sensibilidad se pagan caros. Hay demasiada
gente harta, que no soporta los enfrentamientos morales y el sometimiento a la
verdad divina, que sólo poseen unos pocos e imponen al resto. Menos mal que
Francisco tiene un talante completamente distinto, que la Conferencia, en su
conjunto, no tolera. ¿Todavía habrá quien se pregunte por qué no ha visitado
aún España? Habría que pensárselo.
Julián
Arroyo Pomeda