Despilfarro navideño (*)
Julián Arroyo Pomeda || Catedrático
de Filosofía
“Por Santa Lucía mengua la noche y crece el día, y
hasta Navidad en su ser está”.
“Darás a luz un hijo y le pondrás
por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
El pionero fue Abel Caballero, alcalde de Vigo, con un
encendido espectacular, aunque la decoración navideña haya costado a los
ciudadanos vigueses 900.000 €, pero cuenta con la mejor iluminación del mundo,
según él, además de conseguir que nieve todos los días. Martínez-Almeida,
alcalde de Madrid, no se queda atrás: desde Vigo se verán las luces de Madrid,
faltaría más. Si en Vigo hay 10 millones de bombillas led, en Madrid hay 7
millones de luces con un coste de 3 millones de euros.
El absurdo reto entre alcaldes tendrá seguidores de
inmediato, porque todo se pega. Claro que disparan con pólvora del rey, es
decir, de los impuestos de los ciudadanos, y así cualquiera. Además, siempre se
hace a costa de otras partidas imprescindibles.
Los ciudadanos se obnubilan por estas situaciones y lo
traducen en votos. Así, en las municipales últimas Caballero obtuvo el 63% y
mayoría absoluta, mientras que los partidarios de Feijóo se tuvieron que
conformar con el 17%. Lo demás puede esperar: el precio de la luz sube, la
pobreza energética se mantiene y la desigualdad social aumenta. Ya llegaremos a
ello. Ahora toca la iluminación de Navidad, es decir, el circo; después nos
ocuparemos del pan. Mientras tanto, Abel Caballero dice que cuando entra en una
cafetería la gente le aplaude y eso “es algo maravilloso”. Y si aparece en una
sala de cine, le ovacionan como a una estrella.
En Madrid ha aumentado el gasto en luces navideñas en
casi un 28%; en cambio,
se mantiene prorrogado el anterior para emergencia
social, teniendo que dormir muchos niños en la calle, porque los espacios de
acogida están completos. Algunas parroquias tiran colchonetas en el suelo y
hacen lo que pueden para que pasen la noche y no mueran de frío, porque el
ayuntamiento no tiene suficientes recursos.
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Pasando a la tradición cristiana, el abismo resulta
insondable entre ayer y hoy. La cosa procede del solsticio (sol sistere o
sol quieto) de invierno, en el que sucede la noche más larga del año en el
hemisferio norte. Se celebraban fiestas paganas como las Saturnales (Saturno,
dios de las cosechas) y el nacimiento del dios Sol y tenían lugar cerca del 25
diciembre. El emperador romano Constantino, cuando se convirtió al
cristianismo, quiso dar a las fiestas paganas un sentido cristiano y se cambió
al dios Sol por el Hijo de Dios. Esto puede explicar que la Navidad se celebre
el 25 diciembre. El solsticio de invierno se da hacia el 21 diciembre (fecha y
hora cambian, porque el período de la órbita de la tierra no es exacto). Aquí
la duración del día es la mínima del año.
Navidad (nativitas, nacimiento) es la
festividad que conmemora el nacimiento de Jesús en Belén. Los historiadores
disienten de la fecha que estableció la Iglesia Católica. Los cálculos se
centran en torno al intervalo septiembre-octubre, comienzo del otoño. No tiene
sentido que los pastores saquen a pastar sus rebaños en diciembre, cuando está
Jerusalén con el frío invernal. Tampoco podían pedir las autoridades que fueran
a cumplir los habitantes la obligación de empadronarse en las fechas de finales
del año. En la Biblia tampoco aparecen datos sobre esta fecha. Más bien, parece
que se trató de cristianizar las fiestas paganas.
Aquí tenemos situada la mayor celebración cristiana,
que tiene poco que ver con la celebración actual, salvo las anécdotas de los
belenes, el encuentro familiar y las tradiciones gastronómicas, generalmente
pantagruélicas y regadas con abundante alcohol, cual festejos en honor a
Saturno o Saturnales. Podría decirse que se está volviendo a la paganización de
las fiestas que fueron cristianizadas, lo cual no deja de tener su punto de
humor, porque su contenido incluía diversión, banquetes y desenfreno total.
El espíritu de Navidad –atención a los necesitados,
salvación de los caídos, amor y alegría por el nacimiento de un niño, cuidados
y misericordia– brilla cada vez más por su ausencia, ya que todo se ha
contaminado, mientras que el derroche lumínico presume y se enorgullece de su
arrolladora presencia. Pintan poco los pobres, a quienes los ricachones ofrecen
migajas para que se callen. No merecemos semejantes mandatarios.
(*) Publicado en Crónica Popular Diario