sábado, 23 de marzo de 2019

Un espectáculo ridículo: la retirada de lazos amarillos



A
cabamos de asistir a un nuevo espectáculo, que raya en lo ridículo. La Junta Electoral Central tiene que garantizar la neutralidad política en periodo electoral, sin que nadie haya discutido esto hasta ahora. Dicha Junta pidió al presidente de la Generalitat la retirada de lazos amarillos por marcar una opción determinada y partidista. Torra quedó en desacuerdo, pidiendo el parecer del Sindic de Greuges catalán, y se dispuso a cumplir su recomendación. El Sindic se pronunció por retirarlos durante el periodo electoral. Parecía que la cuestión estaba zanjada.
[www.lavanguardia.com]
No fue así, dado que Torra pidió aclaraciones. Pasados unos días más, acabó el plazo de la JEC. Entonces se produce una solución imaginativa: se coloca encima del lazo amarillo otro lazo blanco y tachado en rojo con idéntico mensaje de libertad a los presos políticos y exiliados, hormigas, mariposas amarillas y cosas similares. ¿Se trata de una burla a la decisión de la JEC? Torra alega que están coartando el derecho a la libertad de expresión.

La respuesta de la Junta es denunciar ante la Fiscalía la desobediencia a su orden y pedir a la Consejería de interior de Cataluña que los Mossos retiren los carteles. Antes de acabar el último plazo dado, son retirados los símbolos del balcón de la Generalidad, sin que tengan que intervenir los Mossos. Mientras, la fiscal general Segarra ordena que se interponga querella contra Torra por desobediencia y, en su caso, que se establezca la responsabilidad penal que se hubiera podido cometer. Por su parte, Torra se querellará, igualmente, contra la JEC por prevaricación. Las espadas siguen en lo más alto, todavía.

El espectáculo continúa. Ahora han sido los lazos amarillos, quién sabe lo que ocurrirá mañana en el caso de que no se acaten las resoluciones. Alguien acaba de perder una batalla, pero es que se puede perder, también, la guerra. Mientras tanto, los grandes problemas siguen sin abordarse: el agua, el clima, el empleo, las empresas que se van, el Parlamento cerrado, los Presupuestos sin aprobar, entre otros asuntos. Ante un mundo cada vez menos habitable, es muy triste que alguien quiera inmolarse para convertirse en mártir. Todo esto es absolutamente ridículo y está plagado de irracionalidad. Continuará.

Julián Arroyo Pomeda


domingo, 3 de marzo de 2019

La filosofía se cuela por cualquier resquicio



E
l reciente pase por TVE de Irrational man (Woody Allen, 2015) permite reflexionar sobre la actualidad del pensamiento filosófico, que pide con urgencia su integración en el sistema educativo secundario, cuya puesta a punto no debería escaparse al gobierno actual.

Un brillante profesor de filosofía, Abe Lucas, cobijado en el alcohol y en sus teorías filosóficas, llega a la Universidad de Braylin para dar clases de verano sobre ‘estrategias éticas’. Enseguida seduce a Rita y, especialmente, a su mejor alumna, Jill.

[Anuncio de la película; www.purochamuyo.com]
Empieza sus clases citando a Kant para quien la razón es la última piedra de toque de la verdad, aunque pronto lo critica por no ser una guía moral para encontrar el sentido de la vida. Desde aquí se desencadena la entrada de intelectuales y filósofos, aunque ninguno tenga la respuesta definitiva: Kierkegaard, Heidegger, Dostoievski, Freud, Sartre, De Beauvoir, Arendt, Camus. Allen los ha leído sin encontrar en ellos razones convincentes a las denominadas grandes cuestiones. Igual le pasa a Abe, que sólo encuentra en ellos verborrea mental, pero no responden a las cuestiones planteadas por el mundo real, donde todo es fruto del azar, como cuando Abe juega a la ruleta rusa, dejando aterrorizados a los que participan en la fiesta, aunque Jill explica que "Abe lo convierte todo en una lección de filosofía".

La película da un giro total, cuando Abe oye la conversación en una cafetería, acompañado por Jill. Un juez no deja vivir a una pobre mujer a la que ha quitado a sus hijos injustamente. Abe se plantea entonces qué hacer y decide actuar para salvar la situación insoportable, eliminando al juez. Una acción irracional y dramática, pensando que es lo correcto. Entonces acaba su depresión, porque ahora tiene un objetivo para dar sentido a su vida, que solo es contingencia, fragilidad, irracionalidad. Como único sentido de la existencia sólo queda hacer algo por los demás. Si todo es aleatorio, su comportamiento es tan irracional, o tan correcto, como el de cualquiera de nosotros.

El final de la película vuelve a sorprender por hitchcokiano. Abe se ha realizado como persona y su apasionamiento por la vida le impide ser condenado por dar sentido a la misma. Somos mente y cuerpo: nobleza y divertimento, a la vez, y sin preferencia, aunque, finalmente, se imponga Nietzsche, ya que Abe se ha colocado más allá del bien y del mal, cuestionando la moral establecida en su sentido extramoral. El mal es una banalidad. Los humanos no somos racionales por naturaleza, aunque esta sea nuestra aspiración más noble. En circunstancias extremas no es siempre ético decir la verdad y el mito de la razón es real. Decía B. Russell que había buscado pruebas de la racionalidad humana, sin encontrarlas, y que si las tenía de su locura. La película es todo un manantial fresco y creativo de ideas filosóficas que nos hacen pensar.

Julián Arroyo Pomeda



viernes, 8 de febrero de 2019

Reventaremos todos con el conflicto catalán


Parlant la gent s’entén, sostiene el proverbio, pero no es así, desgraciadamente, porque los hechos lo desmienten en el caso del conflicto político catalán. Y no lo es, simplemente, porque no se discute, ni se habla, ni se razona la cuestión, lo único que se busca es imponer los propios puntos de vista al que consideramos adversario. Estamos llegando al hartazgo.

No negaré que la situación parecía destensada a partir del cambio de gobierno último. Ahora nos enteramos de que todo eran destellos para la propaganda a ver si se podía colar lo imposible. Y, si no se lograba, no importa, se trata de esperar pacientemente, ya que cuanto peor, mejor. Hasta que todo estalle como un misil de última generación en nuestras cabezas. Torra acaba de dar a conocer los 21 puntos presentados al gobierno español en diciembre. Esto no lo hizo público dicho gobierno para no romper el último puente del diálogo posible, quizás. Lo comprendo, pero creo que debió darlo a conocer inmediatamente: así sabríamos a qué atenernos ante tales condiciones.

Los dichosos Presupuestos han impulsado el resto. Por fin, el gobierno decidió aceptar una mediación (referencia al punto tres) con la denominación de ‘relator’, aunque sabía que el recurso era muy arriesgado. Se la ha jugado, pero tampoco es suficiente. La respuesta ha sido exigir el derecho a la autodeterminación (punto dos). Y así: tras de uno, otro y a ir tragando como por dosis. Sólo quedaba ya romper la baraja, puesto que la última carta estaba jugada, y cancelar el diálogo.
[www.publico.es; 6/02/2019]
Siempre conviene medir las consecuencias de los actos, porque se puede alcanzar el precipicio. Los barones socialistas ya conocidos, junto con otras figuras históricas, han sido presas del pánico y otra vez quieren morir matando. La oposición se lanza al degüello, convocando a la gente en la calle en un "frente cívico". Las palabras descalificadoras no pueden ser más burdas: alta traición, deslegitimación, vergüenza, humillación, pacto con golpistas. Todo para echar al presidente Sánchez y sacarlo de la Moncloa. Han olvidado que para eso existe un procedimiento inapelable, la moción de censura, que no se atreven a plantear, aunque la fanfarronería grite que no descarta nada contra Sánchez.

Los independentistas tampoco quedan muy dignos, porque, si el gobierno acepta sus puntos, lo aprobarán todo, sin que importe un carajo el contenido de los referidos presupuestos, ¿qué más da? Bueno, pues en las elecciones veremos, si bien los más interesados en resolver el conflicto no tengan que arrepentirse después. Sin embargo, queda pendiente la gran pregunta de cómo resolver dicho conflicto. Esto habrá que dejarlo para una próxima ocasión.

Julián Arroyo Pomeda


domingo, 13 de enero de 2019

Volverán banderas victoriosas



C
ara al sol fue el himno falangista por excelencia, al que puso voz el tenor Miguel Fleta y adoptó el franquismo como suyo al final de la guerra civil. Las personas que cuenten con una edad avanzada lo recordarán bien, porque había que cantarlo en las escuelas: vol-ve-rán-ban-de-ras-vic-to-rio-sas. Se aprendía fácilmente, ya que era sencillo, alegre y vibrante, sin ningún engolamiento. Sin embargo, abunda en imágenes: sol, camisa nueva, compañeros, paz, rosas, primavera... No hacía falta más.

Para que algo vuelva ha tenido que irse, previamente. En este caso, no ocurre exactamente así. El franquismo y sus más eximios representantes siguen en su mausoleo, del que todavía no han logrado sacarlos. Es más, uno de sus dirigentes famosos, especialmente ahora, asegura que nunca lo exhumarán. "Con las bombas que tiran los fanfarrones...", dice la canción, que bien se podría aplicar en este preciso momento. Pero lo cierto es que no se han ido, estaban larvados y ocultos y les está llegando el tiempo de resurgir, con sus banderas victoriosas.

No sólo no se han ido, sino que hasta alguna de las leyes franquistas sirve de base para que el Presidente del Gobierno actual justifique el uso del avión oficial Falcon en la ley 9/1968, de 5 abril, que regula los secretos oficiales. Ante la pregunta de la oposición los lanza una ley de los tiempos de Franco, que todavía no han tenido tiempo -ninguno- de derogar.
[www.eldigitaldealbacete.com]
Los colores de gualda y rojo de la bandera española continúan exhibiéndose en los balcones y terrazas de nuestras ciudades, porque aquí seguimos siendo muy patriotas. En otros tiempos, los pobres colegiales se preguntaban por qué llamaban ‘gualda’ al color amarillo que veían en la bandera. Todavía les producía mayor perplejidad lo de ‘rojigualda’. Amarillo sí sabían lo que era, pero ¿qué querrían decir con lo de gualda? A veces se les daba una explicación tan grandilocuente como mentirosa: gualda representaba el amarillo del oro y, por tanto, la riqueza de la nación; el rojo era el color de la sangre derramada para mantener nuestra identidad de españoles. Desgraciadamente, no somos ni ricos, ni tampoco valerosos. Ni siquiera somos patriotas, porque los graves problemas de la patria, como el paro, educación, la sanidad, la igualdad y la seguridad no se resuelven. No extraña la falta de entusiasmo ante una patria tan llena de carencias.

Tantas son las dificultades que hasta el mismo rey se ha sentido obligado a ensalzar, recientemente, la bandera, que representa la nación española, su soberanía, independencia, unidad e integridad. Una bandera de todos y en la que caben todos, decía, sólo que ya tampoco es así, porque no todos se identifican con ella. Otros consideran que hay que ser beligerantes con el símbolo máximo y se obligaron a repartir, hace unos años, 20.000 banderas en la copa de fútbol del Rey. Así lo hizo la fundación DANAES (Fundación para la defensa de la nación española) en el estadio FC Barcelona entre el Sevilla y el Atlético de Madrid. Todo un gesto, sí señor. Por fin, han vuelto las banderas victoriosas.

Julián Arroyo Pomeda

sábado, 29 de diciembre de 2018

El desconcierto en política



El hombre es por naturaleza un animal político (Aristóteles)

S
egún informaciones recientes de los medios de comunicación, López Canencia, portavoz del PP en El Molar (Madrid), se pasa a Vox, como antes hicieron destacados militantes madrileños, pretextando que los populares han perdido el rumbo, o el músculo, o su ideología primigenia. Por eso cambian a un partido que lo sigue teniendo. Éste es el auténtico.
[Sevilla.abc.es]
En Andalucía se ha impuesto el silencio hasta la construcción del la Mesa del Parlamento, pero, a partir de aquí, han empezado las exigencias. No votarán a un gobierno que no atienda a sus representantes y a sus propuestas, advirtiendo que tienen que saber sumar quienes deseen gobernar. Dicen esto, porque dependen de los votos de Vox, especialmente para la Investidura. Esto lo saben bien los dos partidos de gobierno, aunque el que menos quiere enterarse sea Ciudadanos. Al PP no le importa tanto, porque, al fin y al cabo, Vox es una escisión del mismo y quizás con esto confíe en integrarlos, lo que parece poco posible. Al que más le duele es a Valls desde Barcelona. Sin embargo, la suerte está echada.

Se está produciendo el gran desconcierto en política. Uno de los ejes de orientación clásica acaba de quebrantarse, el eje derecha-izquierda, que puede recibir, igualmente, otras denominaciones. Ahora la derecha se diversifica en tres: derecha, centroderecha y ultraderecha. Esta última se ha incrustado en el corazón de la derecha conservadora y puede producir efectos catastróficos, entre otros, la destrucción del eje constitucionalista. Una de las derechas no acepta las bases de la Constitución y obliga a las otras dos líneas a hacer un ajuste drástico en su programa, que puede acabar pudriendo sus mismas raíces. Así, Ciudadanos se derechiza y el PP se radicaliza. Si pierden el constitucionalismo, que tanto han opuesto al independentismo, ¿con qué se enfrentarán entonces a éste? Dos enemigos políticos se reconcilian ahora y otros dos se encuentran, después de la escisión. A partir de aquí, ¿a quién votarán sus partidarios, si no se distinguen entre sí?

Por otra parte, al Partido Socialista sólo le queda agarrarse a Podemos, a quien no ha conseguido urbanizar su territorio por inclusión. Éste también rechaza aspectos importantes de la Constitución.

La confusión está servida y el desbarajuste apunta a incrementarse en el futuro próximo. Veremos en qué acaba todo.

Julián Arroyo Pomeda

lunes, 10 de diciembre de 2018

Manipulación del lenguaje


Según Wittgenstein, la filosofía analiza el lenguaje para clarificarlo de enredos lingüísticos. Clarifiquemos, pues, uno de los importantes temas de la actualidad, el fascismo.

Uno de los partidos que han ganado las elecciones en Andalucía -uno, porque resulta que todos las han ganado por una u otra razón- está siendo calificado de fascista. Habría que precisar de qué se trata, porque hay una virulenta lucha dialéctica de los que niegan que lo sea.

La RAE define al fascismo como el movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX, y que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista. El líder ejerce la autoridad mediante violencia, represión y propaganda (especialmente, de la educación). Posee un fuerte componente racial, persiguiendo y expulsando a quienes no son de la raza nacional y discriminándolos, al eliminar sus derechos ciudadanos.
[www.elpais.com]
El caso de los estatutos de VOX, aprobados en octubre de 2015, establecen entre sus fines la unidad de la nación, la soberanía nacional indivisible y la promoción del patriotismo en la sociedad (artículo 3, a). Parece todo acorde con la Constitución. En el manifiesto fundacional se apunta la degradación del Estado constitucional, ante lo que se proponen medidas de renovación, como la movilización ante los escándalos y casos de corrupción, la ignorancia y desprecio de la Constitución, la destrucción de la nación en vez de preservarla, la descentralización del estado fallido de las autonomías, que han incrementado el nacionalismo catalán y vasco, la degeneración de los partidos, la politización de la justicia, etc. Por eso el sistema está irreversiblemente agotado y España al borde de la desintegración. Exigen que el estado de las autonomías evolucione a un Estado unitario con gobierno único, único parlamento y un Tribunal Supremo. Finalmente, proclaman el uso de la lengua española en todo el territorio y en la educación, especialmente. No al aborto, protección a la familia y unidad de España frente a autonomías.

Si todo el poder se encuentra en manos del Estado y se controla por la autoridad única que lo dirige todo, ¿dónde quedan los derechos humanos? Defensa de los intereses específicos y derechos del grupo, organizado en corporaciones, que tiene el poder de decidir. Esto lo superamos cuando se pasó de un estado corporativista a otro parlamentario; de estar sin partidos (había solo uno) a partidos políticos. Parece que ahora se quiere volver atrás. Nada digamos de la identidad nacional (cultura, etnia, religión, lengua, ancestros propios, patria), donde no cabe el intercambio con los otros ni su integración, puesto que se consideran enemigos, que deben ser expulsados a sus países respectivos, dado que no pertenecen a la nación.

Los españoles, primero, para hacer grande a España de nuevo. Recortemos a los inmigrantes sus derechos, que, además, hacen los peores trabajos que no quieren los de aquí y han enriquecido a pueblos de Almería, entre otros. Las señas de identidad no fallan por mucho que se tergiversan con el lenguaje. El fascismo nunca ha desaparecido de entre nosotros: ahora vuelve a aflorar sin complejos y sin máscaras.

Julián Arroyo Pomeda



domingo, 2 de diciembre de 2018

¿Autonomía o federalismo?



A
costumbran a decir los expertos en el tema que a la Constitución se le notan ya los 40 años, recién cumplidos. Su base fue la construcción de Estado de las autonomías, que ha funcionado hasta el momento, aunque los agujeros se estén notando ya. Paradojas de la existencia: se trataba de resolver la cuestión catalana y la vasca, principalmente, y, en menor medida, la gallega. Pues bien, las dos primeras comunidades son las que más incómodas se sienten ahora, porque, mientras todas las demás se han integrado, ellas no. ¿Entonces?
[Pactos autonómicos de 1981: www.youtube.com]
La organización territorial de España con el problema de las regiones se lo planteó la Segunda República (1931-1936), pero el régimen franquista yuguló sus instituciones del modo más brutal, estableciendo la unidad, el centralismo y el autoritarismo, violentamente. Todo quedó pendiente de resolver, volviendo a emerger en 1978 con la nueva Constitución. Por eso se firman los Pactos autonómicos entre el Gobierno de entonces (UCD) y la oposición (PSOE). La articulación territorial se concreta en el artículo dos de la citada Constitución: unidad indisoluble de España, más reconocimiento del derecho a la autonomía.

¿Qué obligaba a crear un Estado autonómico? Primero, la necesidad de descentralización, seguido de la democratización y, por último, la integración europea. Los tres contenidos se implican: democratizar el régimen permite descentralizarlo y así conseguir la aceptación de Europa. En su momento se discutió mucho el procedimiento para la autonomía, mediante los artículos 151 y 143. Las que entraron por el 151 fueron las que diseñaron el modelo de Estado, finalmente, las nacionalidades históricas: Cataluña, País Vasco y Galicia. Luego se generalizó a todo el territorio. ¿Se cierra así el proceso? No, porque unas comunidades piden más competencias y otras lo consideran como privilegios. El problema continúa.

¿Por qué no se llegó al Estado federal? Porque este une a muchos (federar es unir) y tanto unidad como centralización no se entendían ya. Por eso la solución fue la autonomía y el reconocimiento del autogobierno. Cuando esto no funciona en la actualidad, quizás se puede pensar en regiones federadas con la Nación Española como punto de unión. Se trata del federalismo, que funciona bien en Estados de Europa y en Estados Unidos de América. Mantiene la autonomía con mayor fuerza y todas sus ventajas, eliminando sus defectos. Se convierten así en verdaderos Estados. Antes no se pudo, ¿por qué no intentarlo ahora? El problema más grave es cómo alcanzar el consenso. Parece que los tiempos no van por esta línea de trabajo, así que de momento las cosas no tienen una fácil solución.

Julián Arroyo Pomeda