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segundo año consecutivo la ministra de Defensa establece una orden con el
título de Honores a la Semana Santa
por la que "desde las 14.00 horas del Jueves Santo hasta las 00,01 horas
del Domingo de Resurrección la enseña nacional ondeará a media asta en todas
las unidades, bases, centros y acuartelamientos". Se trata de conmemorar
la muerte de Jesucristo, lo que parece, al menos, algo sorprendente.
El
artículo 16.3 de la Constitución española dice que "ninguna confesión
tendrá carácter estatal". Por contraste contra este espíritu, se impulsa
mantener la nostalgia de años pasados del gobierno de la dictadura. ¿A qué
viene seguir mezclando política y
religión? ¿Dónde está aquí la neutralidad
del Estado? Ahora resulta que instituciones como el Ejército también tiene
creencias. Se imponen tales valores sin respetar a los ciudadanos que no los
compartan. Todavía más, porque otros ministros, como el del Interior y el de
Justicia, se hacen visibles en las procesiones.
Con
total desparpajo, proclama Cospedal que esto pertenece a la tradición secular
de nuestra propia cultura. Por eso los militares participan en doscientos actos
aproximadamente con motivo de las procesiones. Con especial incidencia se hace
notar la Legión. Acompañan, igualmente, capellanes católicos y él Arzobispo
Castrense, haciendo gala de vestimenta y condecoraciones en el pecho. Así la
cultura católica se cuela por todos las rendijas de las conmemoraciones,
confirmando el anacronismo y el disparate de las más altas instituciones.
Sonroja ver a ministros cantando el himno de los legionarios al unísono, mientras proclaman el ‘soy un novio de la muerte’. Entra un poco de pánico,
cuando alzan al Cristo de Mena
mientras entonan himnos militares, con la cabeza alta y desafiante, la
vestimenta y los fusiles preparados. ¡Qué exhibicionismo! No sólo es un exceso,
sino una tergiversación total del cristianismo del amor y de la paz. Jesucristo
fue sentenciado por los militares romanos, a los que se oponía. Ahora resulta
que son los legionarios quienes le defenderían con su vida, poniéndose a sus
pies. ¡Qué barbaridad!
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Fueron
los poderes políticos, militares y religiosos, precisamente, los que crucificaron
a Jesús, por dejarlos en evidencia y denunciarlos ante el pueblo. No se lo
perdonaron. Estos mismos poderes celebran ahora su memoria, lo que resulta
absolutamente incompatible con el espíritu cristiano.
Parece
que el pueblo español sólo tiene esta clase de cultura religiosa. La aconfesionalidad del Estado se va de
vacaciones durante una semana, especialmente. La ministra Cospedal es una
representante civil del Estado, aunque parece una generala castrense. Confunde
sus convicciones privadas con creencias públicas. Aunque sólo fuera por pudor y
por el respeto exquisito que merecen todos los ciudadanos, tendrían que dejar
de estar presentes en las procesiones, mientras sean ministros. Cospedal ha
querido siempre sobresalir en todo, incluso enfrentándose con otros colegas.
¿Se salta la Constitución en el artículo 16.3? Me parece que sí y, además, hace
el ridículo.
En
cuanto a la oposición política, no basta con exigir explicaciones a la ministra
de Defensa. Esta situación sólo acabará cuando se denuncien los Acuerdos entre el Estado Español y la
Santa Sede. ¿Por qué no hablamos claro por una vez?
Julián Arroyo Pomeda