En la nueva comedia de la humanidad
los desesperados de la tierra tendrían que dejar toda esperanza ante el
protocolo para contener sus aspiraciones elementales de dignidad y humanidad.
Los paganos principales del proceso
son la Guardia civil y los inmigrantes. En
El Intermedio de la Sexta, del pasado día 27 octubre, pudimos oír una
entrevista de 15 minutos de un guardia civil, con la imagen oculta y la voz
desfigurada. Es realmente escalofriante y no tiene desperdicio. A los
periodistas se les dificulta hacer su trabajo informativo y a los fotógrafos se
les exige estar muy lejos del pie de valla. Tampoco se facilita la labor a las
ONGs. Parece que se quiere ocultar lo que sucede, aunque después se hable
continuamente de transparencia. ¿Por qué todo esto?
Según el agente entrevistado, la orden
es "rechazar a todos los inmigrantes en la forma que sea". Ni
siquiera se tiene en cuenta si son niños o mujeres embarazadas. Se los obliga a
bajar de la valla de cualquier forma, utilizando la fuerza, si fuera necesario.
Con la porra y hasta con pelotas de goma, que se disparan a bocajarro y a una
cortísima distancia. Hay, incluso, un sistema de pulverización, que disparan
gas mostaza y que no se ha usado nunca porque en función de la dirección del
viento puede caer en la cara de los propios agentes. Tienen que utilizar
necesariamente la violencia. Si no se cumplen las órdenes, los superiores
pueden actuar contra los agentes. Los policías marroquíes actúan de modo mucho
más radical y es a ellos a quienes entregan a los inmigrantes en caliente.
Confiesa su impotencia.
La imagen que ofrecen del país es
denigrante y su actuación es poco gratificante, concluye el entrevistado, pero
es nuestro trabajo.
De la declaración se pueden deducir
algunas conclusiones preocupantes.
Uno. Los agentes están obligados a incumplir la ley. Podría decirse así,
contesta el entrevistado. A nadie se le escapa que las consecuencias, en este
caso, serían graves para el sujeto incumplidor, aunque la orden proceda del
oficial que se encuentre de servicio.
Dos. ¿Se podría no cumplir la orden
recibida? Sí, pero entonces el agente sería acusado de desobediencia un
superior, con lo que esto implica en un sistema tan jerárquico como el de la
Guardia civil. Y, aunque no se llegara a esto, existen todo tipo de
represalias. La seguridad jurídica de
los agentes es prácticamente nula.
Tres. Cumplida por el agente de turno
de la orden "bájalo de ahí, bájalo de ahí”, refiriéndose a la valla en la
que el inmigrante está encaramado, a continuación lo entregan a las autoridades
marroquíes, que lo apalean y lo engrilletan hasta dejarlo semiinconsciente, después
del consiguiente enfrentamiento. Se trata de una ‘devolución en caliente’.
Cuatro. Que todo esto envuelve una
nube de ilegalidad lo indica el hecho de que él Gobierno quiera legalizarlo,
mediante una Ley de Seguridad Ciudadana, que modificará la Ley de Extranjería
con un nuevo protocolo, que apenas puede ocultar la situación.
Cinco. El responsable último de esta
situación es el Ministro del Interior, Fernández Díaz, que nunca piensa nada,
ni quiere enterarse de nada, limitándose a contestar ante los documentos de la
asociación de Melilla, Prodein, que presentó el pasado 15 octubre, que la
noticia es falsa. Y añade: "Todo es falso. Estaba haciendo resistencia
pasiva, simulando que estaba inconsciente o en una situación de mayor gravedad,
pero es falso". Fin del problema.
Seis. Las medidas tomadas son tan
eficaces que la Delegación del Gobierno informa que en lo que va de año 2014
han entrado 2000 inmigrantes, mientras que en 2013 sólo fueron 1074. Y eso que
la contundencia es tal que se devuelven a Marruecos, sin identificación previa,
a los que han saltado la valla o se han subido encima de ella, porque el
terreno entre vallas es de España, claro, ¿de quién iba a ser si no?
Siete. ¿Dónde queda el derecho de asilo de los inmigrantes,
garantizado por la Constitución? ¿Y la Convención de Ginebra, firmada por
España? Como no estén también encaramados en la nebulosa de la valla... Por
otra parte, la seguridad de los inmigrantes devueltos no tiene ninguna
garantía, ni el nuevo protocolo va a garantizarla, ya que no es más que una
serie de vaciedades y generalidades.
La situación debe ser tan sangrante
que ha llevado al arzobispo de Tánger, el franciscano Santiago Agrelo, a
titular su carta pastoral del 19 octubre,
Con Cristo, en la frontera, refiriéndose al episodio del pasado día 15. Se
pregunta por qué los caminos del mundo están llenos de gente empobrecida y
ofrece una respuesta sintética y acertada: por la "injusticia, violencia y
explotación". Por eso nuestras fronteras "son cementerios que nunca
se cierran". Pide informadores independientes que digan si se respetan o
violan los derechos de las personas en las fronteras e igualmente una
"Iglesias sin fronteras".
Sí, sí, pero algo habrá que hacer,
dicen muchos, ante una invasión masiva de nuestro territorio. Creo que el
obispo se ha pronunciado con toda claridad sobre las soluciones. Lo que hace
falta es aproximarse a los pobres y no estar tan cerca del poder.
Julián
Arroyo Pomeda
Ilustraciones: Intento salto–Foto-Robert-Bonet-EDIMA2014;
Captura-Prodein-EDIMA2014; Imágenes-Melilla-Foto-Robert-Bonet-EDIMA1014; Imágenes-Melilla-Foto-Robert-Bonet-EDIMA1014;
Imágenes-Melilla-Foto-Robert-Bonet-EDIMA1014; Mons. Agrelo