domingo, 1 de marzo de 2020

Alcalde rediseñador de nuestra historia


“Por tu vida, Lopillo, que me borres/las diez y nueve torres del escudo, /porque, aunque todas son de viento, dudo/que tengas viento para tantas torres” (Luis de Góngora).

Madrid, como cualquier ciudad, ha tenido alcaldes mejores y peores, pero Almeida se ha empeñado, desde que llegó, en conseguir el premio del peor de todos los alcaldes con un desparpajo estúpido y despreciable. Creo que es el hombre que más sabe de alcaldadas permanentes. Parece tan necio que sólo piensa en que le saquen en las portadas de los periódicos a diario. Quizá tenga un complejo de inferioridad.

Alcanzó la alcaldía sin haber ganado las elecciones, por lo que tiene necesidad de reafirmarse diariamente como el alcalde que es, dando la impresión de que todavía no se lo cree, aunque está bien arropado por Ciudadanos y Vox. Con Villacís sorprende por su poca estatura física y con Ortega Smith ya no es ni siquiera comparable. Tampoco, con Gallardón. A optimista y orgulloso no le gana nadie. Además, es un graciosillo. Ante el tuit de Sánchez sobre el Memorial del cementerio de la Almudena solo se le ocurre esta contestación: "¿Me puedes confirmar si el que te ha escrito este tuit es el mismo que escribió tu tesis?". Malafollá, como dicen los granadinos, sí que tiene el hombre. Es capaz de pisar todos los charcos posibles: siempre se encuentra al quite, armado de su petulante sonrisa.
[Nombres de víctimas inscritos en memorial Almudena; www.elpais.es]
Este mes de febrero ha sido pródigo en acontecimientos, pero el que sobresale entre todos es la retirada del memorial conmemorativo del homenaje a los 2.937 nombres fusilados por el franquismo en el cementerio de la Almudena. Ha tirado todo el proyecto de construcción y destruido lo que ya se había levantado. No lo veo como simple anécdota, porque se trata de un acto de odio y venganza contra el equipo de gobierno anterior. Es el autoritarismo de la derecha más cerril. Eso sí, estas cosas siempre conviene disfrazarlas convenientemente para que todo sea confuso y quede oculto. Es un tipo listo Almeida: quiere "primar el espíritu de transición, de la reconciliación", frente a la izquierda sectaria de Carmena, que pretende "rescribir la historia". (Dejemos el ‘primar’ y el ‘rescribir’ de este abogado del Estado, que necesita leer más literatura, sin duda).

Ni la ignorancia más oceánica libra a nadie de saber quiénes llevan más de 80 años reescribiendo la historia, al homenajear con placas en las entradas de las iglesias a los caídos por Dios y por España. Los demás caídos son solo escoria roja, claro. Haría bien en oír a Miguel Hernández: "El odio se amortigua/detrás de la ventana". Pero lo que ni siquiera desea es dejarnos la esperanza.

Las instituciones merecen siempre respeto, pero quienes las ocupan tienen que ganárselo por méritos propios ante todos los ciudadanos que representan. Almeida está pensando únicamente en ganarse los favores de los "nacionales", no vayan a irse con la ultraderecha. Al otro bando hay que fumigarlo para que no pueda renacer. El bando nacional está suficientemente conmemorado, ahora tocaba hacerlo con los asesinados después de la guerra, dado que la Memoria Histórica pedía hacerlo con todas las víctimas, que fueron taladas, pero que pueden retornar como el árbol, porque siguen viviendo en nuestra memoria. Esto es lo que pide la reconciliación de la que presume el alcalde. Callarlos de nuevo no, por dignidad.
[Manifestación ante el Ayuntamiento; infolibre.es]
Carmena empezó a construir el monumento, que no pudo terminar, para recoger los nombres de los fusilados entre 1939 y 1944, poniendo al frente los versos de Miguel Hernández: "soy como el árbol talado, que retoño". Ellos murieron por la libertad y la democracia, palabras demasiado solemnes para algunos, pero de contenido bien real. El odio y el desprecio continúan y hay quien estimula tan negros sentimientos de indignidad. Qué razón tenía Gironella, cuando explicaba en su aclaración a Un millón de muertos que las víctimas efectivas fueron la mitad, pero que añadió otros tantos por los homicidas, odiadores y sin piedad que "mataron su propio espíritu". Y así es exactamente. Las ideas se han de defender siempre, pero sin cultivar con ellas el odio. Es vergonzoso y desgraciado que en esto lleve el liderazgo el alcalde de la capital, expulsando a uno de los más grandes poetas de la literatura española. ¿Sabrá, acaso, lo que es y representa la poesía?

Ahora el equipo municipal hará una sola lista, uniendo víctimas de la guerra con las de la represión. Así quedarán diluidas víctimas y verdugos, sin que la memoria histórica pueda ofrecer nunca la verdad. Una de las razones empleadas por el alcalde es que poner dos placas con los nombres esculpidos resultaba mucho más caro para los madrileños. Se trata de un indisimulado cinismo de la peor calaña. "Pintada está mi casa/del calor de las grandes/pasiones y desgracias", Martínez-Almeida. Es una vergüenza que los dirigentes del Ayuntamiento tengan otras prioridades, aunque no sean, ni mucho menos, las de los propios madrileños.

Julián Arroyo Pomeda

sábado, 22 de febrero de 2020

La eutanasia es una elección, no una obligación


"Morir con orgullo cuando ya no es posible vivir con orgullo. La muerte elegida libremente, la muerte realizada a tiempo, con lucidez y alegría, entre hijos y testigos..." (Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos).
[Romeu, El País]
Cuando algo se enfrenta a las ideologías o a las creencias religiosas, la resolución se hace literalmente eterna, es decir, que nunca se soluciona la cuestión. Se impone, primero, clarificar la situación para poder decidir después. Si un católico dice que Dios es el dueño de la vida, porque vivir es participar de la vida de Dios, merece respeto. Que tanto la vida como la muerte está en manos de Dios: "El es el dueño de todo viviente y el espíritu de todo ser humano" (Job 12, 10), sigue siendo digno de respeto. Si es propiedad y don de Dios, la vida es inviolable y lo que contradiga esto no es cierto, ni digno, ni puede considerarse como argumento. Respeto tales creencias. Lo que no estoy dispuesto a aceptar es que se impongan estas tesis como obligación, porque entonces lo que no existe es respeto al no creyente. Aunque no creas, debes aceptar el dolor y la muerte más terrible, si ocurriera así. No puedes emplear el recurso alguno para cortar su vida. Jesucristo murió en la cruz en medio de tremendos dolores y así salvó al mundo. Los demás únicamente podemos imitarlo, contribuyendo así a la salvación. Bueno.

Los profesores de filosofía de Secundaria saben mucho de esto, porque todos los gobiernos, independientemente de su color, han hecho tragar con la Ética como alternativa a la Religión. Era una cosa absurda pensar así: para garantizar el derecho de unos a recibir enseñanzas religiosas, otros estaban obligados a recibir clases de ética. Tú no quieres clases de religión, pues en castigo tendrás que hacer ética. Los estudiantes más avispados decían que no querían estudiar religión, que era una materia optativa, pero que no deseaban elegirla, entonces, ¿por qué tenían que estudiar ética? Tenían razón, pero nadie hizo caso, porque el foco se ponía sólo en el derecho a recibir enseñanza religiosa. Este proceder cuenta ya con unos 40 años de ejercicio, que se dice pronto.

Ahora, con la oposición a la eutanasia ocurre algo similar. Las creencias religiosas no la aceptan, luego no se puede legislar sobre la misma. Y no es así, porque los que desean una ‘mala muerte’ tienen la puerta abierta para que sufran todo lo que Dios permita, haciéndolos participantes del dolor del Salvador. Nadie se lo impide, como tampoco se obliga a nadie a divorciarse, lo que sí hacen ellos con quienes desean un buen morir (eu = bueno; thanatos = muerte), un morir dignamente. Para el jesuita Juan Masiá decidir morir autónomamente ni siquiera va contra la fe religiosa, porque Dios creador hizo a los humanos co-creadores y, por tanto, responsables y cuidadores de la vida, que pertenece a quienes la han co-creado. No se trata de matar, sino de ayudar en el momento de morir. Los extremismos siempre están dispuestos para el ataque.

En cuanto a las afirmaciones aberrantes de que se quiere ahorrar el Estado en Seguridad Social, o que puede ser una vía legal para homicidios de personas, esto no se sostiene, si se establecen las garantías jurídicas adecuadas de vigilancia y las normas oportunas. La eutanasia es una decisión individual, sometida a controles profesionales y fórmulas legislativas.

Otros hablan de cuidados paliativos, pero no bastan cuando la persona no quiera solo no tener dolor, sino que desee no continuar en la existencia, haciendo esto en su plena capacidad de conciencia y pidiéndolo expresamente, como haría una persona autónoma, que se siente dueña de su vida. En este caso, hay que dejar morir en paz y el médico tiene que ayudar a que se cumpla la decisión del paciente, lo que no significa insensibilidad ante el sufrimiento, sino todo lo contrario. Es un acto de respeto a la autonomía de la persona y no un suicidio.

En esto, como en otras cosas, hay que atender a la sociedad, no solo a ella, pero también a ella. Más del 80% de ciudadanos están a favor de la eutanasia. Es más: más del 50% de los católicos, también, según Metroscopia y el CIS. Ejercer el derecho a la eutanasia es algo personal y libre, pero no obligatorio. Quien no quiera no tendrá que hacerlo, por supuesto. La Iglesia católica tiene que dejar de ser un lobby ideológico de presión en contra de la eutanasia de manera inflexible. Qué distinta es la posición de Jacques Pohier (teólogo y filósofo francés): "la eutanasia voluntaria no es una elección entre la vida y la muerte, sino entre dos formas de morir (un chois entre deus façons de mourir). No sólo los profesionales han de intervenir en el debate sobre la eutanasia, sino la totalidad de la sociedad.

No deberíamos dejar de pensar que, si se regulara la eutanasia, la ley no obligará nunca a nadie, depende siempre de la libertad de elección. A nadie se le deben imponer las creencias propias, que, en este caso, sólo pueden conducir a argumentos de pura miseria.

Julián Arroyo Pomeda

lunes, 17 de febrero de 2020

¿Qué está pasando con el campo?


Trabajando en el campo como agricultor nadie se hace rico. Hasta casi mediados del siglo XX los agricultores subsistían, recogiendo sus productos para el consumo familiar. En nuestra guerra civil el campesino propietario de un trozo de terreno no se murió de hambre, porque consumía lo que él mismo cultivaba. Poco después, la gente del campo huyó en desbandada en busca de las fábricas de las grandes capitales. En ellas muchos lo pasaron todavía peor. Surcos, la película de Nieves Conde, de 1951, presenta el éxodo rural a la vida urbana y su difícil adaptación. Pronto la familia Pérez descubre la dureza de un mundo implacable y Manuel, el padre, decide, entre la rabia, la ira y la tristeza, volver al pueblo como fracasados. El título primero fue Surcos sobre el asfalto, lo que resultó imposible.
[www.diarioeldia.cl]
Desde el ingreso en la Unión Europea, en 1986, la agricultura tradicional en España tuvo que modernizarse, pasando a los estándares de la producción industrial para ser eficiente y competitiva. Los objetivos estaban claros, pero faltaban las infraestructuras necesarias. Se ha avanzado mucho en técnicas y maquinaria, pero competir con países del entorno no es nada fácil. Otra vez los agricultores se han llenado de ira, porque la gravedad de la situación y los conflictos comienzan a estallar con virulencia. Además, poco puede hacer nuestro país ahora que está dentro de la Unión Europea, que es la que decide en último término. Por tanto, hay que descartar soluciones individuales, como quieren algunos.

La solución resulta complicada en la economía de libre mercado en la que nos encontramos inmersos. Hay que empezar por hacer un informe serio y riguroso de la situación. Esto corresponde al Gobierno, mediante el Ministerio de Agricultura. Mientras tanto, hay datos injustos que deberíamos subsanar. Que al productor se le pague menos de lo que le cuesta producir el artículo es la ruina de la agricultura. Tampoco es aceptable que la Unión Europea subvencione con grandes cantidades a los dueños de latifundios, aunque los tengan improductivos. Las patronales de las grandes distribuciones de productos no pueden estar concentradas en unos pocos mayoristas. Hay capitales en que la comercialización está en manos de sólo tres empresas. El porcentaje de ventas de los mercados tendría que ajustarse mucho más para que la diferencia entre lo pagado al agricultor y la venta al consumidor no fueran tan grandes. Es indignante que haya que pagar en el mercado ocho veces más de lo que vale un producto, por ejemplo. La competencia entre productores no comunitarios, como el libre comercio entre Marruecos y la Unión Europea, por ejemplo, resulta indignante. ¿A quién está protegiendo realmente la Comunidad? Puede haber igualmente problemas estructurales, por ejemplo, los de explotaciones pequeñas que tendrían que concentrarse o desaparecer por ser inviables. Igualmente los propios consumidores tenemos parte alícuota de responsabilidad. Las quejas por las subidas de los pescados, especialmente en las anteriores Navidades, fueron universales. Bastaría para resolverlo con que menos del 50% dejará de comprar el producto, cambiando la dieta, pero no, se suele decir que un día es un día y hay que celebrarlo.

El asunto de los intermediarios, comercializadoras y especuladores viene de lejos. Muy bien los recogieron Los Sabandeños en su Polka frutera. Un gran caballero, elegantísimo y orondo, sólo pueden ser un intermediario en el negocio frutero, así como el que tiene un palacio, un automóvil lujoso, un velero, un potentado, mientras que “yo soy un pobre del campo, agricultor platanero”. ¿Y qué decir de los olivares de Miguel Hernández, cuyos olivos son fruto del trabajo y el sudor y no del explotador y terrateniente? Si se cierra el campo, desaparecerán los valores que han caracterizado desde siempre a los labriegos.

Hay que arbitrar soluciones ante la emergencia social en la que estamos. Uno no puede meterse en capacidades técnicas, pero algunas personas sí que han sacado datos para poder afirmar que hay empresas con un margen de más del 20% y otras incluso del 50%. Si esto fuera cierto, me parece una barbaridad. Algo tendrían que poder decir en la fijación de precios productores y consumidores, y no sólo las comercializadoras. La venta directa es ya posible gracias a las tecnologías, pero la solución más cara, aunque igualmente de mayor calidad de productos, y permite mantenerse a los agricultores.

¿Hay alguna explicación clara para entender que la agricultura funcione bien y se encuentre en mejores condiciones para ofrecer los mejores productos, mientras que al agricultor, como tal, le vaya tan mal como para no poder vivir del trabajo agrícola? Creo que pasa lo de siempre: que unos se hacen millonarios, mientras los productores directos, que dejan su vida y esfuerzo en el campo, se  arruinan más. Con la crisis económica han crecido los ricos todavía más. Para dar sentido a las desigualdades están las ideologías, según Piketty.

Julián Arroyo Pomeda

Ilustración contra fanatismo



"Escribir en Madrid es llorar" (M. J. de Larra)

P
érez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 10 mayo 1843-Madrid, 4 enero 1920) fue de familia acomodada y conservadora. Su padre le contaba sucesos de la guerra de la Independencia, que él mismo vivió, aficionándole así a los relatos históricos, y su madre tenía un "fuerte carácter", cuyo reflejo verán algunos en Doña Perfecta. Estudió en el colegio de San Agustín de Las Palmas y consiguió el Bachillerato de Artes en La Laguna. Viaja a Madrid en 1862, con 19 años, se matricula en la Universidad para estudiar Derecho y permaneció aquí 58 años.
En Canarias encontraba pocos alicientes para su vida literaria, Madrid tenía teatros, tertulias, cafés, Ateneo, periódicos, revistas y otros sucesos variados. Por calles, y plazas observaba la vida bulliciosa de la abigarrada capital, nos dice en sus Memorias. Empieza formalmente su oficio de escritor con Episodios nacionales. No dejaría ya de escribir hasta su muerte, tanto novelas como artículos, dramas y ensayos.
WWW.rtv.ES
¿Cómo pudo llegar a tanto? Se llamaba a sí mismo "jornalero de las letras" y en este oficio volcó toda su existencia. Como los jornaleros, se levantaba a la salida del sol y escribía incansablemente hasta las 10 de la mañana. Luego daba largos paseos por las calles de Madrid para observar la vida diaria de la gente y sus conversaciones, lo que le proporcionaba detalles precisos para sus novelas. Observaba y se comprometía con la realidad española, que quería transformar. Por la tarde leía a clásicos ingleses, españoles y rusos. Se acostaba pronto y se ganaba el jornal trabajando en su oficio, publicando un centenar de novelas y 30 obras de teatro.

Sin embargo, los sectores más conservadores de la sociedad española de entonces no le perdonaron cosas ajenas a la literatura. Consideraron escandaloso que no fuera creyente ni tuviera fe, pero la tenía, como nos recuerda el hispanista Hayward Keniston: en la democracia, en la justicia, en las verdades eternas, en el ser humano. Claro que esto no bastaba para el tradicionalismo católico.

Además, era anticlerical, por actuar de acuerdo con la razón lo era. La mayoría de los poderes eclesiásticos ejercían el fanatismo. La Iglesia utilizaba al ejército y a los caciques para mantener sus privilegios, al tiempo que rechazaba toda acción crítica. Al cura Nazarín le considerarían un estrafalario  loco de atar. Se revolverían al leer que la sacrosanta propiedad era puro egoísmo y que las cosas son del primero que las necesita. Un pobre desgraciado cura que sólo tiene como objetivo el bien de los demás, soportando nadar en la pobreza, no era digno. Qué pensarían de la misericordiosa Benina, que acepta hasta pedir limosna para ayudar a su señora caída en desgracia. Por cierto, la creación del lenguaje es aquí insuperable (Andrés Trapiello dice que su prosa fluye como el agua de un manantial), especialmente en los diálogos llenos de humor e ironía de gente ínfima y vergonzante, que pide en las iglesias. Son las personas más dignas y valiosas, de las que siempre resalta su carácter espiritual. Electra excitó los ánimos de los obispos que advirtieron que ver la obra era pecado mortal. La acerada crítica impactó sobre la Iglesia y las órdenes religiosas, especialmente los jesuitas.
Sus ideas políticas (fue liberal, laicista, republicano) enervaron al tradicionalismo fanático. La sociedad se transformaría con la educación. "Lo que yo digo: la educación es lo primero, y sin educación, ¿cómo quieren que haya caridad?", dice el ciego Pulido a don Carlos. Construye personajes femeninos vigorosos y apoya la emancipación de la mujer.

Su vida sentimental tampoco era un ejemplo para los conservadores católicos. No se casó, pero disfrutó de los placeres del amor con Lorenza Cobián, Concha Morelia, Pardo Bazán, Carmen Cobeña, Sofía Casanova y otras. Trató el adulterio en Realidad, contó la historia de una prostituta en La desheredada con gran naturalismo y pintó la sociedad española del momento. Se la dedicó "a los maestros de escuela".

Lástima que la cerrazón mental de las capas de mayor influencia social no consideraran y valoraran la epopeya de los Episodios nacionales, cuyo pasado próximo tuvo que analizar para contar lo que pasó en una crónica ingente, mucho más extensa que cualquiera de las epopeyas de otros países, que constituyen el orgullo colectivo nacional. Solo esto habría merecido el Premio Nobel de Literatura que impidieron intereses políticos bastardos y la envidia hispánica.

Su amor a España fue indudable: "¡aún hace brotar lágrimas de mis ojos el amor santo de la patria! Maldigo al escéptico que la niega, y al filósofo corrompido que la confunde con los intereses de un día", según cita R. Narbona. Celebremos el centenario de su fallecimiento y admiremos cómo pudo escribir una obra tan indigente un solo hombre, grande, eso sí, que luchó siempre contra el fanatismo imperante y murió pobre y ciego. Qué mal tratamos a nuestros mejores hombres, es nuestro estigma.

Julián Arroyo

sábado, 25 de enero de 2020

Pin, pin, pin: degradar la escuela pública



Hace unos días coincidí con una amiga y hablamos del pin parental. Me dijo que si ahora sus hijos estuvieran en edad escolar los inscribiría en un buen colegio privado, a poder ser bilingüe por los próximos líos que van a presentarse en los centros públicos. Me extrañó, pero comprendí que eso es precisamente lo que buscan los partidarios de vetar ciertas actividades con la excusa de que adoctrinan a los niños. Intentan desprestigiar la enseñanza pública.

Muchos colegios privados adoctrinan, pero no molesta, lo hacen de acuerdo con mis propias convicciones. He trabajado en algunos centros privados en los que me encontraba muy a gusto; en cambio, en otros abandoné lo antes que pude, porque contaminaban de adoctrinamiento incluso al profesorado, que aguantaba, porque tenía que ganarse la vida. Ahora se presumiendo de ello, sin ninguna vergüenza. Por eso estamos mucho peor.

El pin parental faculta a los padres a rechazar actividades complementarias, que están dentro del horario escolar para completar las exposiciones del aula. Se introducen en las programaciones y forman parte del currículum, contextualizándose en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Las aprueba el Consejo Escolar y quedan recogidas en la Programación General Anual (PGA). La LOMCE (artículo 2 bis, 4) establece para el sistema educativo cooperación, equidad, libertad, igualdad y no discriminación. El pin parental pide a la dirección de los centros que informen a los padres de materia, charla, taller o actividad que afecte a cuestiones morales o a la sexualidad que puede introducirse en la conciencia e intimidad de sus hijos. Los padres darán o no su consentimiento. ¿De dónde viene plantear esto ahora?

Puede ser por ignorar lo que es una actividad complementaria, porque los padres quieren controlar los centros públicos, porque desconocen lo que es la escuela pública, porque son unos rancios y desprenden olor a naftalina, o porque están en el limbo. Toda educación debe atender a las necesidades que se presenten en una sociedad, porque el currículo enseña, pero también educa. La escuela pública ha de tener un componente científico (no desconoce la realidad), es laica y no confesional, gratuita, democrática (los padres también participan en ella) y no discriminatoria. Esto es lo que caracteriza la escuela pública, que el Estado tiene obligación de preservar con fortaleza democrática frente a quienes la atacan. Directores y profesores gozan de autonomía y tienen competencia para organizarla. No se trata de que los padres quieran otra cosa. Hay otras escuelas para atender las preferencias de los padres, presentando su carácter propio e ideario.

Si los progenitores son unos rancios y de mente poco abierta, la escuela y sus propios hijos podrían educarlos, poniéndolos frente a la realidad. Hijos de padres homófonos, maltratadores, patriarcales, racistas o dictatoriales tienen más necesidad todavía de ser educados en derechos humanos, tolerancia y libertad. Se lo merecen. Otra cosa es la carencia de oportunidad de la propuesta. ¿Qué tendrá que ver el pin con la aprobación de los presupuestos en una Comunidad Autónoma? Me parece que nada, pero lo tendrán que tragar, si no reaccionan a tiempo, porque se lo imponen a la fuerza. Menuda educación es ésta.

Luego están los epígonos de la formación que propone estas barbaridades disparatadas. Uno de ellos es un borrico y eurodiputado. Dice este sujeto que el pin es “para evitar que tu hijo pretenda penetrar a su hermanito”. Qué zafiedad. Después está el líder de la oposición que pide al gobierno que saque sus manos de nuestras familias. Puede quedarse tranquilo, nadie hace esto, en todo caso protege a sus hijos de los bocazas medievalistas y facilita su desarrollo físico e intelectual. Finalmente, está el seguidismo de partidos irresponsables, unos con cierta vergüenza, pero ahí siguen, y otros con acuerdo abierto y sin el más mínimo reproche, porque ya se sabe que a río revuelto ganancia de pescadores.

Lo que están haciendo con la amenaza de no aprobar los presupuestos, si no se acepta el pin parental, es lisa y llanamente un chantaje, eso sí, en nombre de la moral, precisamente, de su moral. Es el primero, pero no será el último, porque el proceso continuará. Lo peor del caso es que los chantajeados lo reciban de buena gana, no vaya a ser que les arrebaten también esta bandera. Aceptar tal inmoralidad es caer en un pozo sin fondo, cuyas consecuencias pueden ser impredecibles: se los irán comiendo poco a poco. Se trata de una política de chantaje permanente. Si no cortan ya, tienen el peligro de caer en la ruina más espantosa.

El valor de la escuela es único y ningún pin podrá cuestionarlo. Como escribió John Dewey: “La educación no es una preparación para la vida. La educación es la vida misma”. Muchos estarían mejor callados, en silencio serían un poco más felices, pero, si están empeñados en amargarse y liarlo todo mucho más con broncas permanentes, que con su pan se lo coman.

by Crónica Popular • 25 enero, 2020 • [Aquí se publicó el artículo]


Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía

domingo, 19 de enero de 2020

Apocalipsis now: a rezar



by Crónica Pupular • 18 enero, 2020 • 1 Comment

La Conferencia Episcopal española se encargó de abrir el campo de batalla con virulencia, bajo la excusa de orar por España. Dicen que no pretenden orientar el voto de los cristianos, aunque sea evidente que sí lo hacen. Se pueden consolar rezando, pero el caso es que Dios no los ha hecho caso por el momento. A ver si va a resultar que la divinidad se encuentra harta de las manipulaciones que hacen con su imagen altas instituciones eclesiásticas.

¿Por qué piden oraciones especiales y exigen estar alerta? Porque la situación es crítica en nuestro país. Y lo es porque ya está conformado un gobierno de izquierda, o, como lo llama con beligerancia el cardenal Cañizares, de socialistas y socialcomunistas. Este hecho produce conmoción, gran temor y preocupación grande, junto con una situación patológica. Lo que se aproxima es un cambio cultural que origina “una crisis humana honda”, cree Cañizares. ¿En qué consiste tal crisis? Se trata de crear un pensamiento único, que diseñe una concepción del ser humano en la que se incluya la eutanasia, nuevos derechos, ideología de género, feminismo radical, memoria histórica para fomentar el odio, destruir el sentido de la vida y los valores universales, el matrimonio y las familias. En una palabra, acabar con la identidad propia. Es una emergencia que requiere una “sanación urgente”. Así se expresa el cardenal.

Todo esto sucederá pronto, el tiempo está próximo. Sólo queda que vengan los siete ángeles con sus trompetas para anunciarlo solemnemente, la situación se merece. Previamente, se habrán abierto los siete sellos de la tradición. Por fin, el cardenal Cañizares ha ofrecido su revelación o apocalipsis personal.

¿A qué ha venido esta carta semanal del cardenal arzobispo de Valencia y vicepresidente de la cúpula episcopal? Reflexionemos también nosotros un poco como hace su eminencia. Lo dice claramente en la primera línea: “El anuncio y conocimiento de un ‘preacuerdo’ entre socialistas y social comunistas”. Es decir, que va a gobernar la izquierda, los rojos ateos, y el horizonte se ha cubierto de nubes y se presenta incierto. Si hubiera ganado la derecha católica, el panorama habría sido de tranquilidad, paz, concordia, convivencia y progreso, manteniendo los privilegios de la Iglesia y el confort episcopal.
Parece increíble que todavía se hagan semejantes caricaturas, propias de la época medieval y de un príncipe eclesiástico. Al papa Francisco no le allanan el camino para visitar España. Es que no quiere venir y no me extraña. Con esta terquedad cavernícola se pierde el tiempo, permanecen encerrados en su propia torre.

Lo preocupante es que escribir así degrada y devalúa la realidad política ante la opinión pública. Al parecer, los políticos son incapaces de diseñar el futuro, ¿quién deberá hacerlo entonces? Menospreciar la política es poner en peligro la sociedad. La política abarca todos los ámbitos de la vida: educación, familia, economía, ecología, cultura, sanidad, protección social, justicia, vida democrática, hasta lo religioso en sus distintas expresiones. Están lejos los tiempos en que quien fue obispo de Segovia, Antonio Palenzuela, del que dice Cañizares que fue su maestro, se atrevió a plantear abiertamente en un pequeño libro lo que piensa la Iglesia sobre la política. Le vendría bien releerlo ahora a nuestro cardenal.

Creo que todavía podría enseñarle muchas cosas y nuevos enfoques
Haría bien la Conferencia Episcopal si se planteara las crecientes desigualdades sociales, que son igualmente un hecho sangrante. También podría pensar en el desafío que plantea en la actualidad el bien común universal, que sólo podrá resolver una autoridad universal que ejerza sobre toda la tierra, como escribió Juan XXIII. Igualmente, los desafíos culturales para que progresen las ciencias, la sanidad y la educación. O el desafío moral para que los seres humanos evolucionen y construyen un mundo más humano y libre.

Hay que aprender a vivir juntos en democracia, respetando sus principios y reglas en lugar de incitar a enfrentamientos permanentes, sembrando cizaña por doquier. Esto también es cristiano. Los privilegios destrozan la convivencia. Las inmatriculaciones en hombre de la Iglesia y sus consecuencias nefastas tienen que someterse a un análisis profundo, en lugar de defender los intereses puramente propios. Los refugiados y sus devoluciones, los pobres, el machismo criminal, las pensiones dignas, el racismo y la xenofobia, el odio al contrario, el cambio climático, la corrupción, etcétera, de todo esto habla muy poco la cúpula episcopal. Quizás no quiere meterse en política, como ya nos recomendaron en otros tiempos, pero esto no es aceptable, porque lo que se necesita es rehabilitar la política. La Iglesia también está obligada a vertebrar la vida social en todo lo posible, construyendo tejido humano. Reivindicar todo esto sí que sería dar un buen ejemplo, pero sólo con rezar no se arreglan las cosas, si acaso la mala conciencia y el alma perdida.

Julián Arroyo Pomeda


viernes, 17 de enero de 2020

Qué significa el gobierno de coalición



El gobierno de coalición PSOE-UP con Pedro Sánchez como presidente no debe tomarse a la ligera. Es la primera vez que ocurre esto en democracia y puede tener un gran significado. Habría que preguntarse por qué se ha tomado esta decisión. Es el pueblo español quien lo ha querido. Muchos se lamentan porque había otras alternativas. En teoría, sí; en la práctica no quedaba otra una vez que las formaciones de derecha y centro-derecha lucharon con uñas y dientes, incluso con métodos inaceptables, por impedirlo, bloqueando la salida. Además, es una de las fórmulas posibles, son los resultados los que dirán si han acertado o no.
[www.lavozdegalicia.es]
Se han unido, por fin, las formaciones de izquierda con la misma legitimidad con que lo han hecho las derechas para gobernar en algunas comunidades autónomas. No pasa nada, los resultados nos lo dirán. Parece significativo el acuerdo entre PSOE- UP, de una parte, y entre PSOE-ERC, de otra. Es necesario que la formación socialista urbanice los terrenos de quienes aspiraban a conquistar el cielo y marque responsabilidades de gobierno en el ámbito que les corresponda. También se estaba haciendo imprescindible enfocar a la izquierda republicana hacia un modelo de convivencia posible, porque se había echado al monte incontroladamente y el choque definitivo estaba muy cercano ya con resultados catastróficos tanto para Cataluña como para España. Si este grave problema se encauza desde la vida política, convivir será posible de nuevo. Quedan otras líneas de izquierda menos voluminosas, pero que han contribuido con valentía al desbloqueo. Ahora los conflictos podrán solucionarse con la política en diálogos intensos para alcanzar acuerdos, sin necesidad de quebrar el orden jurídico y la legalidad. Lo de menos es que no se hable de la Constitución, ya que está implícita y, quizás, convenga dejarla descansar un poco.

Esta actuación podría resultar histórica, si consigue que la concepción catalana más radical, que piensa más emocionalmente que con la razón argumentativa para explicar los acontecimientos. La situación es delicada, pero las dificultades internas de dos facciones deben aflorar para que los ciudadanos tomen sus propias decisiones libremente. No más choques a partir de ahora, porque va siendo hora de gestionar la situación en el país con la cabeza fría. Para eso tendrán que tomar otros la iniciativa de organizar cambios imprescindibles. El futuro no puede ser ya el pasado ni del nacionalismo español, ni de los nacionalismos regionalistas. Quien no lo vea así es que vive en la obsolescencia más rancia y entonces es mejor que con su pan se lo coma, pero que dejen actuar a otros con ideas actuales. Europa sigue siendo la solución para España y sus problemas. La UE con su marco democrático marca las líneas soberanas y no tiene que acomodarse a las limitadas expectativas nacionales, impidiendo que se imponga una de ellas. La soberanía europea tiene que estar por encima de los estados, lo que costará aceptarlo, pero tiene que ser así. Por eso me parece un acierto que el programa de coalición quede marcado entre el principio y el final: el contexto macroeconómico y la España europea.

El papel de los nacionalismos ha funcionado casi siempre en una perspectiva romántica. Cuando la globalización pretendía amarrarlo todo, borrando, incluso identidades y fronteras, el nacionalismo regionalista fue muy apreciado por su reivindicación de la identidad de los ciudadanos de un pueblo, junto con los ingredientes que formaban su totalidad cultural. Era un orgullo poder exhibir la propia idiosincrasia de cada uno. Esto retrocede desde el momento en que las particularidades se integran en la universalidad, sin que sean fogocitadas por la fuerza del poder. Al contrario, la tierra es universal y, por tanto, de todos, pero cada una tiene aspectos propios que nos hacen vivir en ella porque coincide más con las expectativas particulares. En este sentido, la patria chica, en la que siempre desembocamos, forma parte de la patria nacional y ésta queda incluida en la mundial.

Es la hora de abrir España al mundo, mediante el impulso de un proyecto comunitario europeo, sin olvidarnos de Iberoamérica y África. Éste es el reto y la gran aventura del momento.
Si estos objetivos se consiguieran exitosamente, se produciría un cambio histórico innegable, pero si solo se alcanzara una parte de los mismos el intento tampoco habría sido en vano, porque el camino quedaría apuntado en la buena dirección. La imaginación política había cumplido con creces, porque el intento mereció la pena. ¿Y si se produjera un fracaso? Entonces habría que analizarlo, y relanzarlo todo de nuevo para seguir avanzando lentamente. No podemos olvidar que las cosas requieren de su tiempo para que se vayan haciendo en la medida de lo posible, pero nuestro humus aparecería algo más brillante en el conjunto mundial y el esfuerzo quedaría, sin duda, recompensado.

Julián Arroyo Pomeda