sábado, 25 de enero de 2020

Pin, pin, pin: degradar la escuela pública



Hace unos días coincidí con una amiga y hablamos del pin parental. Me dijo que si ahora sus hijos estuvieran en edad escolar los inscribiría en un buen colegio privado, a poder ser bilingüe por los próximos líos que van a presentarse en los centros públicos. Me extrañó, pero comprendí que eso es precisamente lo que buscan los partidarios de vetar ciertas actividades con la excusa de que adoctrinan a los niños. Intentan desprestigiar la enseñanza pública.

Muchos colegios privados adoctrinan, pero no molesta, lo hacen de acuerdo con mis propias convicciones. He trabajado en algunos centros privados en los que me encontraba muy a gusto; en cambio, en otros abandoné lo antes que pude, porque contaminaban de adoctrinamiento incluso al profesorado, que aguantaba, porque tenía que ganarse la vida. Ahora se presumiendo de ello, sin ninguna vergüenza. Por eso estamos mucho peor.

El pin parental faculta a los padres a rechazar actividades complementarias, que están dentro del horario escolar para completar las exposiciones del aula. Se introducen en las programaciones y forman parte del currículum, contextualizándose en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Las aprueba el Consejo Escolar y quedan recogidas en la Programación General Anual (PGA). La LOMCE (artículo 2 bis, 4) establece para el sistema educativo cooperación, equidad, libertad, igualdad y no discriminación. El pin parental pide a la dirección de los centros que informen a los padres de materia, charla, taller o actividad que afecte a cuestiones morales o a la sexualidad que puede introducirse en la conciencia e intimidad de sus hijos. Los padres darán o no su consentimiento. ¿De dónde viene plantear esto ahora?

Puede ser por ignorar lo que es una actividad complementaria, porque los padres quieren controlar los centros públicos, porque desconocen lo que es la escuela pública, porque son unos rancios y desprenden olor a naftalina, o porque están en el limbo. Toda educación debe atender a las necesidades que se presenten en una sociedad, porque el currículo enseña, pero también educa. La escuela pública ha de tener un componente científico (no desconoce la realidad), es laica y no confesional, gratuita, democrática (los padres también participan en ella) y no discriminatoria. Esto es lo que caracteriza la escuela pública, que el Estado tiene obligación de preservar con fortaleza democrática frente a quienes la atacan. Directores y profesores gozan de autonomía y tienen competencia para organizarla. No se trata de que los padres quieran otra cosa. Hay otras escuelas para atender las preferencias de los padres, presentando su carácter propio e ideario.

Si los progenitores son unos rancios y de mente poco abierta, la escuela y sus propios hijos podrían educarlos, poniéndolos frente a la realidad. Hijos de padres homófonos, maltratadores, patriarcales, racistas o dictatoriales tienen más necesidad todavía de ser educados en derechos humanos, tolerancia y libertad. Se lo merecen. Otra cosa es la carencia de oportunidad de la propuesta. ¿Qué tendrá que ver el pin con la aprobación de los presupuestos en una Comunidad Autónoma? Me parece que nada, pero lo tendrán que tragar, si no reaccionan a tiempo, porque se lo imponen a la fuerza. Menuda educación es ésta.

Luego están los epígonos de la formación que propone estas barbaridades disparatadas. Uno de ellos es un borrico y eurodiputado. Dice este sujeto que el pin es “para evitar que tu hijo pretenda penetrar a su hermanito”. Qué zafiedad. Después está el líder de la oposición que pide al gobierno que saque sus manos de nuestras familias. Puede quedarse tranquilo, nadie hace esto, en todo caso protege a sus hijos de los bocazas medievalistas y facilita su desarrollo físico e intelectual. Finalmente, está el seguidismo de partidos irresponsables, unos con cierta vergüenza, pero ahí siguen, y otros con acuerdo abierto y sin el más mínimo reproche, porque ya se sabe que a río revuelto ganancia de pescadores.

Lo que están haciendo con la amenaza de no aprobar los presupuestos, si no se acepta el pin parental, es lisa y llanamente un chantaje, eso sí, en nombre de la moral, precisamente, de su moral. Es el primero, pero no será el último, porque el proceso continuará. Lo peor del caso es que los chantajeados lo reciban de buena gana, no vaya a ser que les arrebaten también esta bandera. Aceptar tal inmoralidad es caer en un pozo sin fondo, cuyas consecuencias pueden ser impredecibles: se los irán comiendo poco a poco. Se trata de una política de chantaje permanente. Si no cortan ya, tienen el peligro de caer en la ruina más espantosa.

El valor de la escuela es único y ningún pin podrá cuestionarlo. Como escribió John Dewey: “La educación no es una preparación para la vida. La educación es la vida misma”. Muchos estarían mejor callados, en silencio serían un poco más felices, pero, si están empeñados en amargarse y liarlo todo mucho más con broncas permanentes, que con su pan se lo coman.

by Crónica Popular • 25 enero, 2020 • [Aquí se publicó el artículo]


Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía

domingo, 19 de enero de 2020

Apocalipsis now: a rezar



by Crónica Pupular • 18 enero, 2020 • 1 Comment

La Conferencia Episcopal española se encargó de abrir el campo de batalla con virulencia, bajo la excusa de orar por España. Dicen que no pretenden orientar el voto de los cristianos, aunque sea evidente que sí lo hacen. Se pueden consolar rezando, pero el caso es que Dios no los ha hecho caso por el momento. A ver si va a resultar que la divinidad se encuentra harta de las manipulaciones que hacen con su imagen altas instituciones eclesiásticas.

¿Por qué piden oraciones especiales y exigen estar alerta? Porque la situación es crítica en nuestro país. Y lo es porque ya está conformado un gobierno de izquierda, o, como lo llama con beligerancia el cardenal Cañizares, de socialistas y socialcomunistas. Este hecho produce conmoción, gran temor y preocupación grande, junto con una situación patológica. Lo que se aproxima es un cambio cultural que origina “una crisis humana honda”, cree Cañizares. ¿En qué consiste tal crisis? Se trata de crear un pensamiento único, que diseñe una concepción del ser humano en la que se incluya la eutanasia, nuevos derechos, ideología de género, feminismo radical, memoria histórica para fomentar el odio, destruir el sentido de la vida y los valores universales, el matrimonio y las familias. En una palabra, acabar con la identidad propia. Es una emergencia que requiere una “sanación urgente”. Así se expresa el cardenal.

Todo esto sucederá pronto, el tiempo está próximo. Sólo queda que vengan los siete ángeles con sus trompetas para anunciarlo solemnemente, la situación se merece. Previamente, se habrán abierto los siete sellos de la tradición. Por fin, el cardenal Cañizares ha ofrecido su revelación o apocalipsis personal.

¿A qué ha venido esta carta semanal del cardenal arzobispo de Valencia y vicepresidente de la cúpula episcopal? Reflexionemos también nosotros un poco como hace su eminencia. Lo dice claramente en la primera línea: “El anuncio y conocimiento de un ‘preacuerdo’ entre socialistas y social comunistas”. Es decir, que va a gobernar la izquierda, los rojos ateos, y el horizonte se ha cubierto de nubes y se presenta incierto. Si hubiera ganado la derecha católica, el panorama habría sido de tranquilidad, paz, concordia, convivencia y progreso, manteniendo los privilegios de la Iglesia y el confort episcopal.
Parece increíble que todavía se hagan semejantes caricaturas, propias de la época medieval y de un príncipe eclesiástico. Al papa Francisco no le allanan el camino para visitar España. Es que no quiere venir y no me extraña. Con esta terquedad cavernícola se pierde el tiempo, permanecen encerrados en su propia torre.

Lo preocupante es que escribir así degrada y devalúa la realidad política ante la opinión pública. Al parecer, los políticos son incapaces de diseñar el futuro, ¿quién deberá hacerlo entonces? Menospreciar la política es poner en peligro la sociedad. La política abarca todos los ámbitos de la vida: educación, familia, economía, ecología, cultura, sanidad, protección social, justicia, vida democrática, hasta lo religioso en sus distintas expresiones. Están lejos los tiempos en que quien fue obispo de Segovia, Antonio Palenzuela, del que dice Cañizares que fue su maestro, se atrevió a plantear abiertamente en un pequeño libro lo que piensa la Iglesia sobre la política. Le vendría bien releerlo ahora a nuestro cardenal.

Creo que todavía podría enseñarle muchas cosas y nuevos enfoques
Haría bien la Conferencia Episcopal si se planteara las crecientes desigualdades sociales, que son igualmente un hecho sangrante. También podría pensar en el desafío que plantea en la actualidad el bien común universal, que sólo podrá resolver una autoridad universal que ejerza sobre toda la tierra, como escribió Juan XXIII. Igualmente, los desafíos culturales para que progresen las ciencias, la sanidad y la educación. O el desafío moral para que los seres humanos evolucionen y construyen un mundo más humano y libre.

Hay que aprender a vivir juntos en democracia, respetando sus principios y reglas en lugar de incitar a enfrentamientos permanentes, sembrando cizaña por doquier. Esto también es cristiano. Los privilegios destrozan la convivencia. Las inmatriculaciones en hombre de la Iglesia y sus consecuencias nefastas tienen que someterse a un análisis profundo, en lugar de defender los intereses puramente propios. Los refugiados y sus devoluciones, los pobres, el machismo criminal, las pensiones dignas, el racismo y la xenofobia, el odio al contrario, el cambio climático, la corrupción, etcétera, de todo esto habla muy poco la cúpula episcopal. Quizás no quiere meterse en política, como ya nos recomendaron en otros tiempos, pero esto no es aceptable, porque lo que se necesita es rehabilitar la política. La Iglesia también está obligada a vertebrar la vida social en todo lo posible, construyendo tejido humano. Reivindicar todo esto sí que sería dar un buen ejemplo, pero sólo con rezar no se arreglan las cosas, si acaso la mala conciencia y el alma perdida.

Julián Arroyo Pomeda


viernes, 17 de enero de 2020

Qué significa el gobierno de coalición



El gobierno de coalición PSOE-UP con Pedro Sánchez como presidente no debe tomarse a la ligera. Es la primera vez que ocurre esto en democracia y puede tener un gran significado. Habría que preguntarse por qué se ha tomado esta decisión. Es el pueblo español quien lo ha querido. Muchos se lamentan porque había otras alternativas. En teoría, sí; en la práctica no quedaba otra una vez que las formaciones de derecha y centro-derecha lucharon con uñas y dientes, incluso con métodos inaceptables, por impedirlo, bloqueando la salida. Además, es una de las fórmulas posibles, son los resultados los que dirán si han acertado o no.
[www.lavozdegalicia.es]
Se han unido, por fin, las formaciones de izquierda con la misma legitimidad con que lo han hecho las derechas para gobernar en algunas comunidades autónomas. No pasa nada, los resultados nos lo dirán. Parece significativo el acuerdo entre PSOE- UP, de una parte, y entre PSOE-ERC, de otra. Es necesario que la formación socialista urbanice los terrenos de quienes aspiraban a conquistar el cielo y marque responsabilidades de gobierno en el ámbito que les corresponda. También se estaba haciendo imprescindible enfocar a la izquierda republicana hacia un modelo de convivencia posible, porque se había echado al monte incontroladamente y el choque definitivo estaba muy cercano ya con resultados catastróficos tanto para Cataluña como para España. Si este grave problema se encauza desde la vida política, convivir será posible de nuevo. Quedan otras líneas de izquierda menos voluminosas, pero que han contribuido con valentía al desbloqueo. Ahora los conflictos podrán solucionarse con la política en diálogos intensos para alcanzar acuerdos, sin necesidad de quebrar el orden jurídico y la legalidad. Lo de menos es que no se hable de la Constitución, ya que está implícita y, quizás, convenga dejarla descansar un poco.

Esta actuación podría resultar histórica, si consigue que la concepción catalana más radical, que piensa más emocionalmente que con la razón argumentativa para explicar los acontecimientos. La situación es delicada, pero las dificultades internas de dos facciones deben aflorar para que los ciudadanos tomen sus propias decisiones libremente. No más choques a partir de ahora, porque va siendo hora de gestionar la situación en el país con la cabeza fría. Para eso tendrán que tomar otros la iniciativa de organizar cambios imprescindibles. El futuro no puede ser ya el pasado ni del nacionalismo español, ni de los nacionalismos regionalistas. Quien no lo vea así es que vive en la obsolescencia más rancia y entonces es mejor que con su pan se lo coma, pero que dejen actuar a otros con ideas actuales. Europa sigue siendo la solución para España y sus problemas. La UE con su marco democrático marca las líneas soberanas y no tiene que acomodarse a las limitadas expectativas nacionales, impidiendo que se imponga una de ellas. La soberanía europea tiene que estar por encima de los estados, lo que costará aceptarlo, pero tiene que ser así. Por eso me parece un acierto que el programa de coalición quede marcado entre el principio y el final: el contexto macroeconómico y la España europea.

El papel de los nacionalismos ha funcionado casi siempre en una perspectiva romántica. Cuando la globalización pretendía amarrarlo todo, borrando, incluso identidades y fronteras, el nacionalismo regionalista fue muy apreciado por su reivindicación de la identidad de los ciudadanos de un pueblo, junto con los ingredientes que formaban su totalidad cultural. Era un orgullo poder exhibir la propia idiosincrasia de cada uno. Esto retrocede desde el momento en que las particularidades se integran en la universalidad, sin que sean fogocitadas por la fuerza del poder. Al contrario, la tierra es universal y, por tanto, de todos, pero cada una tiene aspectos propios que nos hacen vivir en ella porque coincide más con las expectativas particulares. En este sentido, la patria chica, en la que siempre desembocamos, forma parte de la patria nacional y ésta queda incluida en la mundial.

Es la hora de abrir España al mundo, mediante el impulso de un proyecto comunitario europeo, sin olvidarnos de Iberoamérica y África. Éste es el reto y la gran aventura del momento.
Si estos objetivos se consiguieran exitosamente, se produciría un cambio histórico innegable, pero si solo se alcanzara una parte de los mismos el intento tampoco habría sido en vano, porque el camino quedaría apuntado en la buena dirección. La imaginación política había cumplido con creces, porque el intento mereció la pena. ¿Y si se produjera un fracaso? Entonces habría que analizarlo, y relanzarlo todo de nuevo para seguir avanzando lentamente. No podemos olvidar que las cosas requieren de su tiempo para que se vayan haciendo en la medida de lo posible, pero nuestro humus aparecería algo más brillante en el conjunto mundial y el esfuerzo quedaría, sin duda, recompensado.

Julián Arroyo Pomeda

jueves, 9 de enero de 2020

Dios mío, el discurso del rey

[www.publico.es]

“Pensar es poner ante nuestra individualidad las cosas según ellas son" (Ortega y Gasset).

Por quinta vez, el rey pronunció su discurso de Nochebuena, cumpliendo así una de las importantes funciones que le corresponden. Tiene cinco páginas y fue expuesto en doce minutos. Se impone aquí la primera observación: el contenido es escaso, lo que ya impide, de entrada, desarrollar los puntos seleccionados. Se trata de generalidades que evitan un tratamiento posterior. Un discurso excesivamente sencillo y hasta simple, incluso, que, buscando no molestar, podría no contentar a casi nadie, lo que sería todavía peor.

Ya sabemos que el rey reina y que gobernar corresponde al presidente del gobierno. Por eso debe mantener una neutralidad impecable. Pero es también el Jefe de Estado, que "arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones" (Constitución, artículo 56,1). Arbitrar es actuar como juez entre dos partes en conflicto: es disponer los medios o recursos necesarios para resolver un problema. Aquí, en el discurso no se proponen medios ni soluciones. Es más, ni tan siquiera se analiza un asunto determinado.

¿Qué dice entonces el rey en su discurso, el más importante, sin duda, del año? Hablando claro: puras generalidades. No es, pues, extraño que la audiencia disminuya, porque no les interesa lo que va a decir. Parece que pasa de él el 40% de ciudadanos, aproximadamente. ¿Cuáles son estas generalidades? Cataluña como preocupación, la era tecnológica, la Unión Europea, la inmigración, el empleo, el clima, la falta de confianza de los ciudadanos en las instituciones. Por cierto, preocupan los independentistas catalanes, que no deben identificarse con Cataluña.

El rey tiene información de lo que ocurre en España, por lo que se habrá formado una opinión adecuada, pero no puede o no quiere manifestarla. El discurso le habrá costado asumirlo días, consultas y diversos asesoramientos. Sufrirá mucho por ello y se angustiará, sin duda. Me queda la duda de si no sería mejor suprimir el discurso. Además, no influye lo más mínimo en nadie. Ya se sabe que la derecha lo elogia, la izquierda lo ignora y el nacionalismo lo critica. Puede que la crítica no deje de tener razón, porque parece una broma reconocer la diversidad territorial para luego no hacer ni una referencia a vascos y gallegos (casi tampoco a los catalanes), salvo que alguien considere la despedida del discurso en esas tres lenguas. Eso sí que puede tener gracia. Así no se enfrenta hoy a las realidades, ni a la realidad.

Vengamos al contenido. Plantea que los tiempos no son fáciles, sino de incertidumbre por falta de empleo y dificultades económicas (página 1), desigualdad y desconfianza en las instituciones. Además, Cataluña es una seria preocupación. Ahora bien, todo esto tiene solución, que es confiar en nosotros y en España (página 2), porque hemos hecho una profunda transformación social y estamos en situación privilegiada como nación (página 3). El Estado es sólido y la Constitución fundamenta proyectos y valores, como concordia, voluntad de entendimiento e integración de diferencias (página 4). Por eso superaremos los desafíos, ya que disponemos de un gran potencial. Y queda sólo concluir: "Pensemos en grande. Avancemos con ambición. Todos juntos. Sabemos hacerlo y conocemos el camino..." (página 5). Leer esto último sonroja un poco, la diversidad difícilmente puede actuar junta. España ya no es una, mucho menos es grande, el camino es incierto y nuestra dignidad de hidalgos no se sostiene. ¿Qué ambiciones tenemos los españoles en el presente? Dios a la vista, como exclamaba Ortega y también creía que "hay muy escasas energías en España" (Obras Completas, tres, página 85). Seguimos invertebrados y desintegrados, ahora todavía más, si cabe.

Pensar en grande y avanzar con ambición implica disponer de bases objetivas reconocidas internacionalmente, porque proclamarlo nosotros como parte interesada no es más que retórica hueca y sin fundamentación. Acudir a la idea popular de que quienes nos visitan o viven aquí reconocen y destacan la equiparación de que disponemos y lo seguros que vivimos resulta muy poco serio: como la gastronomía y nuestra forma de vivir no existe otra comparable, dice cualquier paisano en la barra de un bar. Hacer referencia a las fortalezas y debilidades del país para resaltar las primeras y silenciar las segundas parece demasiado preparado para convencer sólo a los ya convencidos. Se echa de menos una argumentación algo más convincente.

Por mi parte, considero que se podrían haber seleccionado dos o tres temas para analizar cada uno en un par de páginas, orientando, proponiendo y sugiriendo algunas vías por las que empezar a caminar y avanzar. Podrían ser estos: crisis catalana, corrupción interminable y situación política que arrastra el año actual sin poder formar gobierno. Creo que serían suficientes, por breve que fuera el tratamiento que se les diera. Así podríamos conocer algo de lo que piensa el rey.

¿Es posible superar el capitalismo?



E
l reciente trabajo de Piketty (Capital e ideología. Deusto-Planeta: Barcelona 2019, 1247 páginas) está muy bien organizado y escrito para poder entenderse, sin ser economistas. Es hombre ambicioso, porque describe, explica, teoriza y prescribe, mostrándose brillante en estos cuatro aspectos, aunque convence más en unos que en otros. Se trata de una obra muy densa y de extensión considerable.

Ofrece 173 gráficos y tablas para explicarse. El libro "es, en gran medida, una prolongación de El capital en el siglo XXI" (página 7), de 2013, del que vendió 2,5 millones de ejemplares a unos 17 € en francés y a 29 en español. El actual casi se iguala en las dos lenguas, en torno a 29-30 €.

La conclusión de 2013 era que el sistema de mercado genera una desigualdad creciente, por eso ahora plantea cómo justifican las sociedades la desigualdad. Mediante la ideología, dice su titular: "Todas las sociedades tienen necesidad de justificar sus desigualdades" (página 11). También ahora el libro se organiza en cuatro partes, más introducción y conclusión.

La introducción tiene 57 páginas y constituye la base teórica de su tesis. Hay un relato dominante en las sociedades capitalistas, "la protección de los derechos de propiedad" (página 45), porque esta es sagrada, a lo que Piketty opone "la construcción de un relato alternativo" (página 12): la desigualdad "es ideológica y política" (página 18), por lo que puede modificarse, dado que la propiedad es social y temporal y las desigualdades no son naturales.

Considerará que ya definió el capital en su libro de 2013. Su acumulación concentra la riqueza en pocas manos, así lo creía Marx. Cuando su rendimiento supera el crecimiento y la producción, produce desigualdades insostenibles. Ahora se centra en la ideología, que define como "un conjunto de ideas y de discursos a priori plausibles y que tienen la finalidad de describir el modo en que debe estructurarse una sociedad, en su dimensión social, económica y política" (página 15). La describe bien, pero el contenido parece débil. Hay que tomársela en serio, precisa. A pesar de las desigualdades, el autor es optimista: "el progreso humano existe" (página 30), aunque no "es lineal" (página 34. Para su mayor avance hay que reducirlas mediante "un sistema de impuestos progresivos sobre la renta y sobre las herencias" (página 47). Igualmente importa mucho "la inversión en educación y el acceso a la formación superior" (página 52) con grandes diferencias entre Estados Unidos y Europa y Japón. Hay que replantearse todo esto.

¿Dónde está la debilidad de las definiciones teóricas? Las ideologías no sólo estructuran una sociedad, sino que son un poder de dominación en manos de la clase dominante, por lo que es casi imposible acabar con ellas, si no es mediante una revolución social. El impuesto progresivo corregirá las desigualdades en el mejor de los casos, pero nunca las eliminará, si no hay apropiación social de los medios de producción. Habría que insistir más en la diferencia entre capital y patrimonio. Mientras uno se invierte, el otro permanece inalterado. Si las desigualdades son el mal, hay que erradicarlas, si, pero ¿cuáles son sus causas? Para Aristóteles la ciencia exige conocer la causa y Marx ponía la causa del capital en la explotación de clase por parte del propietario de los medios de producción y en las alienaciones. Desgraciadamente, de esto no se habla aquí. La fiscalidad y la educación ocupan muchas de sus páginas. Luego llegaremos a la historia de cada una de las cuatro partes del libro, pero sin que se nos pase que "la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases" (Engels-Marx). Piketty reformula la tesis como resultado de su investigación así: "la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de las ideologías y de la búsqueda de la justicia" (página 1227). Una sociedad justa pide libre circulación de capitales y personas, pero los Estados no pueden elegir sus políticas fiscales y sociales por lo que habría que repensar el federalismo a escala mundial. Las ideologías son instrumentos del poder de clase para controlar y dominar al proletariado, pero la lucha va de ideologías, no de clases. Hay puntos importantes que no se encuentran.
Todo esto es difícil de entender, aunque reconozco que Piketty subraya que “todas las conclusiones obtenidas son débiles y provisionales" (página 1226). Superar a Marx, emancipándose de él sin confrontarlo, o, al menos, dialogando con él, puede resultar tan fácil como erróneo, pero Piketty no enfoca el tema por esta línea.

En el desarrollo de su investigación el autor ofrece un gran fresco histórico que va de las sociedades terciarias a las propietaristas, las esclavistas y coloniales, y las transformaciones contemporáneas. No queda espacio para desarrollarlo. El autor da mucha importancia al sistema educativo: "el progreso de la educación... ha permitido el desarrollo económico y el progreso humano" (página 1194).

sábado, 14 de diciembre de 2019

¿Podría ser estúpido un alcalde?



"Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano". Schiller.

E
n su intervención por el clima Bardem llamó estúpidos al presidente norteamericano y al alcalde de Madrid. Martínez-Almeida reaccionó calificándolo de listo y recordándole que no paga sus impuestos. Estúpido por  revertir Madrid Central y permitir la circulación de vehículos contaminantes. Bardem  ya se ha disculpado, pero no lo ha hecho así quien le califica de infractor tributario. Además, se pregunta qué méritos tiene el actor para leer un manifiesto por el clima.

Otros corifeos se han encargado de cebar todavía más la olla de los insultos, escupiendo que Bardem es un gilipollas y un papanatas, o recordando su ‘no a la guerra’. Tanto Almeida como Villacís establecen que no suspenderán el plan, sino que lo mejorarán. Por aquí han encontrado una salida de momento.
[www.mundodeportivo.com]
Estúpida es la persona falta de inteligencia para comprender las cosas, torpe o necia. Dice o hace tonterías, estupideces. Pretender cambiar algo cuando funciona va contra toda lógica y es una estupidez hacerlo, porque no se miden las consecuencias de los actos. No extraña que Almeida se haya molestado mucho, porque es muy fuerte lo que le han dicho y, además, puede que tengan razón.
La respuesta del alcalde es bastante estúpida, por otra parte. Podría haber explicado, como hace Villacís, que no van a cambiar Madrid Central, sino que lo modificarán para mejorarlo, pero parece que se la tenía guardada al infractor. La idea de mejorarlo es que tienen un acuerdo con Ciudadanos, pero, además, el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 24 de Madrid suspendió la moratoria de sanciones que tenían pensada. La contestación agresiva del alcalde se explica porque su promesa electoral fue acabar con Madrid Central. Todavía hoy sigue manteniendo que no le gusta y que es un fracaso. Todo esto constituye una alcaldada, lo mismo que su autoproclamación de Madrid Green y de ser el promotor del medio ambiente. Dime de qué presumes...

Por otra parte, lo del fraude fiscal de Bardem se debe a los ejercicios de 2006 y 2007, en los que fue sancionado con 151.000 €, que ya resolvió, por causa de criterios no coincidentes entre Hacienda y los asesores fiscales.

En cuanto a lo de los méritos, Bardem se ha implicado mucho en el cambio climático. Participó responsablemente en una campaña para proteger la Antártida y grabó con Greenpeace un documental en el que critica a los negacionistas. Viajó para conocer el ecosistema del polo sur y se sumergió en el fondo marino para hacer de la zona un santuario (este es el título del documental) libre de la mano del hombre. Hacen falta muchos famosos con esta conciencia responsable.

Claro que a méritos es difícil ganar a Almeida, el gran luchador contra la contaminación, como se define. Gran mérito es estar gobernando el ayuntamiento de Madrid sin haber ganado las elecciones. Mérito es tener que pelear cada semana con su socio ultraderechista con quien riñe cada poco, empeñado como está en ponerlo en evidencia. Mérito es la terquedad de seguir hablando de golpe de Estado en Catalunya por este gran adalid a pesar de que está ya juzgado. Mérito es el derroche de la iluminación navideña con tal de sobresalir. Políticas regresivas medioambientales parecen correlacionar con cierta chulería, lo que también es un poco estúpido, por cierto. Adelante, pues.

Considero que un alcalde nunca debería lanzarse al barro para meter allí la cabeza de su adversario. Su propia dignidad personal y la representación política que ostenta deberían calmar sus ardores juveniles. Tendría que aparecer siempre como una persona equilibrada y con una altura respetable. Por ahora me está pareciendo el sheriff madrileño, que se hubiera olvidado en casa su colt 45. Es penoso: por todo se pica este buen hombre.

Habría que preguntarse por qué quería eliminar lo planificado para rebajar la contaminación del centro de la ciudad. Primero, porque había sido diseñado y puesto en práctica por el ayuntamiento anterior, a cuyos responsables no puede soportar. Luego, porque algunos comerciantes estaban en desacuerdo y habían protestado, de modo que podía ganar un puñado de votos que necesitaba, aun a costa de la salud de los ciudadanos madrileños. Había que hacer algo parecido a lo que se hizo con buenos niveles de calidad en su funcionamiento. Pues lo sensato sería dejarlo así y atender otras necesidades.

Es grave insultar a una autoridad elegida por los ciudadanos, no se puede hacer esto, porque se resentirá la democracia a la larga, pero ya se han pedido disculpas. La autoridad debe ganarse el respeto de los votantes, explicando lo que se va a hacer para ganar la confianza. Los argumentos y la seducción son el arma adecuada y para utilizarla se requiere de un buen aprendizaje. El político se debe a los ciudadanos y a su bienestar general antes que a sí mismo y al partido al que pertenece. Esto no es fácil, pero solo se prohíbe no escuchar el mensaje que se envía cotidianamente. En este caso, sólo quedaría renunciar al cargo.

Julián Arroyo

sábado, 30 de noviembre de 2019

Despilfarro navideño


Despilfarro navideño (*)
by Crónica Popular • 30 noviembre, 2019 • 0 Comments
Julián Arroyo Pomeda || Catedrático de Filosofía

“Por Santa Lucía mengua la noche y crece el día, y hasta Navidad en su ser está”.

“Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

El pionero fue Abel Caballero, alcalde de Vigo, con un encendido espectacular, aunque la decoración navideña haya costado a los ciudadanos vigueses 900.000 €, pero cuenta con la mejor iluminación del mundo, según él, además de conseguir que nieve todos los días. Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, no se queda atrás: desde Vigo se verán las luces de Madrid, faltaría más. Si en Vigo hay 10 millones de bombillas led, en Madrid hay 7 millones de luces con un coste de 3 millones de euros.
El absurdo reto entre alcaldes tendrá seguidores de inmediato, porque todo se pega. Claro que disparan con pólvora del rey, es decir, de los impuestos de los ciudadanos, y así cualquiera. Además, siempre se hace a costa de otras partidas imprescindibles.

Los ciudadanos se obnubilan por estas situaciones y lo traducen en votos. Así, en las municipales últimas Caballero obtuvo el 63% y mayoría absoluta, mientras que los partidarios de Feijóo se tuvieron que conformar con el 17%. Lo demás puede esperar: el precio de la luz sube, la pobreza energética se mantiene y la desigualdad social aumenta. Ya llegaremos a ello. Ahora toca la iluminación de Navidad, es decir, el circo; después nos ocuparemos del pan. Mientras tanto, Abel Caballero dice que cuando entra en una cafetería la gente le aplaude y eso “es algo maravilloso”. Y si aparece en una sala de cine, le ovacionan como a una estrella.

En Madrid ha aumentado el gasto en luces navideñas en casi un 28%; en cambio,
 se mantiene prorrogado el anterior para emergencia social, teniendo que dormir muchos niños en la calle, porque los espacios de acogida están completos. Algunas parroquias tiran colchonetas en el suelo y hacen lo que pueden para que pasen la noche y no mueran de frío, porque el ayuntamiento no tiene suficientes recursos.
www.diariosur.es]
En la iluminación de calles y plazas en Navidad hay que tener un criterio claro. Pueden atraer al turismo y animar la compra y las pernoctaciones en espacios hoteleros. Esto es legítimo y no tengo nada que objetar, pero sí exijo una cierta moderación y sobriedad. La ostentación no se corresponde con nuestra situación económica y social, ni tampoco contribuye a las recomendaciones climáticas o a la reducción de gases contaminantes. Aquí el lujo impulsa una clara irresponsabilidad y los responsables municipales no dan ejemplo en el estilo de vida que ofrecen a los ciudadanos. Una iluminación sobria y digna sería lo mejor que podían hacer.

Pasando a la tradición cristiana, el abismo resulta insondable entre ayer y hoy. La cosa procede del solsticio (sol sistere o sol quieto) de invierno, en el que sucede la noche más larga del año en el hemisferio norte. Se celebraban fiestas paganas como las Saturnales (Saturno, dios de las cosechas) y el nacimiento del dios Sol y tenían lugar cerca del 25 diciembre. El emperador romano Constantino, cuando se convirtió al cristianismo, quiso dar a las fiestas paganas un sentido cristiano y se cambió al dios Sol por el Hijo de Dios. Esto puede explicar que la Navidad se celebre el 25 diciembre. El solsticio de invierno se da hacia el 21 diciembre (fecha y hora cambian, porque el período de la órbita de la tierra no es exacto). Aquí la duración del día es la mínima del año.

Navidad (nativitas, nacimiento) es la festividad que conmemora el nacimiento de Jesús en Belén. Los historiadores disienten de la fecha que estableció la Iglesia Católica. Los cálculos se centran en torno al intervalo septiembre-octubre, comienzo del otoño. No tiene sentido que los pastores saquen a pastar sus rebaños en diciembre, cuando está Jerusalén con el frío invernal. Tampoco podían pedir las autoridades que fueran a cumplir los habitantes la obligación de empadronarse en las fechas de finales del año. En la Biblia tampoco aparecen datos sobre esta fecha. Más bien, parece que se trató de cristianizar las fiestas paganas.

Aquí tenemos situada la mayor celebración cristiana, que tiene poco que ver con la celebración actual, salvo las anécdotas de los belenes, el encuentro familiar y las tradiciones gastronómicas, generalmente pantagruélicas y regadas con abundante alcohol, cual festejos en honor a Saturno o Saturnales. Podría decirse que se está volviendo a la paganización de las fiestas que fueron cristianizadas, lo cual no deja de tener su punto de humor, porque su contenido incluía diversión, banquetes y desenfreno total.

El espíritu de Navidad –atención a los necesitados, salvación de los caídos, amor y alegría por el nacimiento de un niño, cuidados y misericordia– brilla cada vez más por su ausencia, ya que todo se ha contaminado, mientras que el derroche lumínico presume y se enorgullece de su arrolladora presencia. Pintan poco los pobres, a quienes los ricachones ofrecen migajas para que se callen. No merecemos semejantes mandatarios.

(*) Publicado en Crónica Popular Diario